Algo ha cambiado en el expresidente Uribe. Atrás quedó su odio visceral hacia la izquierda. Las reuniones que el Presidente, incluso desde antes de su posesión, muestran una apertura frente a la nueva realidad política del país en la que quien manda el ex guerrillero Gustavo Petro. Mientras medio país aprovecha la ligereza de Nicolás Petro él llama a la calma. Es más se solidariza con los hijos del Presidente.
En varios espacios de diálogo de su partido, el Centro Democrático, ha decidido defender públicamente al presidente y ser dialécticos y respetuosos con sus propuestas de reformas. Incluso ha callado a varios de sus admiradores cuando lo han llamado guerrillero. Sin embargo, una de las declaraciones más sorprendentes, se dio en una reunión de la militancia del Centro Democrático en la que abrió la puerta para que ex guerrilleros recibieran el aval del partido para aspirar a cargos de elección popular, refiriéndose muy seguramente a las próximas elecciones de octubre.
Florencia, Caquetá
Uribe responde a una pregunta sobre si se puede dar aval a desmovilizados de Farc.
Sí, si está actuando de buena fe, q no esté incurso en delitos atroces, como el secuestro o violación de niños
Este partido es Democrático, de principios humanistas pic.twitter.com/cQq5wEGzsu
— Centro Democrático (@CeDemocratico) March 11, 2023
Para los asistentes pero y para la opinión pública quedó claro para quien se referia el mensaje. Mejo se adelantaron las redes a ponerle nombre propio al guiño del expresidente: Jorge Ernesto Suarez, el hijo del Mono Jojoy. No solo le apostó al proceso de paz, entregó las armas y se desmovilizó sino que se casó con quien fuera en el pasado una dura contradictora de la causa guerillera y de las Farc: la periodista Catalina Suarez, quien es colaboradora de La W con una sección diaria: Al oído con Catalina Suarez. Su historia política está vinculada al ex Presidente, viceralmente convencida es una típica de aquellas que identifican con el Uribismo pura sangre.
Era octubre del 2018. Catalina Suárez era una estrella en ascenso. Ya no soñaba con ser una estratega política. A los veinte años, a través del amigo de su familia, Angelina Garzón, entró a las filas uribistas. La admiración por el llamado Presidente Eterno era tan absoluta que decidió entrar a ser parte a las juventudes uribistas.
Por quien seria vicepresidente de Juan Manuel Santos, el vallecaucano Angelino Garzón, la joven entusiasta conoció a JJ Rendón, el amo de la estrategia en campaña. Catalina se remangó y, durante las elecciones del 2010, salió a la calle a repartir volantes a favor del ungido de Uribe, el hombre que estaría señalado por los astros para seguir con el legado, Juan Manuel Santos. Esta comunicadora social de la Universidad de la Sabana, creció en un medio acomodado. A finales de los noventa y a principios de este siglo sus amigos, sus conocidos, habían vivido en carne propia el flagelo de las Farc, secuestrados, asesinados, extorsionados. Ella era de esa minoría de colombianos que estaban felices porque las carreteras habían sido despejadas de pescas milagrosas y se podía regresar a la finca. Con Santos vino el desengaño y poco a poco el periodismo comenzó a absolverla.
Así que en el 2018 entró a trabajar con el periodista Ricardo Pajarita en un proyecto digital llamado Polos opuestos, en donde invitaba a reinsertados de las FARC a hablar de su nueva vida. Ya tenía miles de seguidores en Twitter, opinaba en blogs de El Tiempo y había tenido un espacio en el Canal 13. Esa noche de octubre entró al bar Lubianka, el nombre que tenía la sede de la temible KGB soviética en Moscú, un lugar en pleno Park Way que era propiedad de un reinsertado de las FARC. Allí haría el programa con Jorge Ernesto Suárez. Jamás pensó que conocería al hombre de su vida.
En 1984, en plena selva del Caquetá, nació Jorge Suarez, el hijo mayor del Mono Jojoy. Los diálogos de la guerrilla de las FARC con el gobierno de Belisario en La Uribe parecían llegar a buen puerto a pesar del recelo del ala más radical del Ejército. En 1983 soplaban vientos de paz.
Compartió solo tres meses con su papá, el poderoso comandante del Bloque Oriental, cuando fue entregado, para protegerlo, a una familia que se lo llevó a vivir a un acomodado barrio en Bogotá, Chapinero Alto. Su vida cambió: estudió la primaria con los sacerdotes claretianos y el bachillerato en el reconocido colegio San Viator. Pero no perdió contacto con su papá, y fueron muchas las vacaciones que viajó al campamento del Caquetá.
La familia que lo crio compartía la visión de las Farc y la lucha armada para los cambios en Colombia. En décimo grado comenzaron los problemas, cuando la ofensiva paramilitar apremiaba en medio de los diálogos del Caguán del Presidente Pastrana. Empezaron las amenazas de muerte en forma de panfletos firmados por las Autodefensas Unidas de Colombia. Carros empezaron a seguir el bus del colegio y él a sentir el aislamiento en un mundo social al que no pertenecía. Le había llegado la hora de tomar una decisión para salvar la vida: internase en la selva del Caquetá.
Tenia 16 años cuando arrancó para el monte. Y aunque estaba en la guerrilla, no estaba al lado de su papá, la cabeza militar de las Farc. Fue un breve tiempo de tranquilidad en el que pudo estudiar y leer, y fue formando una mente más abierta, lejos del dogmatismo guerrillero.
Allí estaba en la guerrilla Jorge Suarez hijo, conocido como Chepe, cuando comenzó la arremetida dura del Plan Patriota de Álvaro Uribe. Y llegó el momento del bombardeo final que acabó con su papá. Dos días antes habían estado juntos en uno de los bunkers cuando comenzaron los sobrevuelos del ejército. Leyeron una revista científica.
El 22 de agosto del 2010, justo cuando recién dejaba de ser Uribe presidente y comenzaba el gobierno de Juan Manuel Santos, a las 2 de la mañana, Jorge escuchó las primeras bombas. Estaba por fuera del bunker donde el Mono Jojoy había convocado a la lectura de prensa. Se salvó de milagro.
Sin crímenes pendientes siguió su vida en Medellín. El amor lo encontró en octubre del 2018. Fue un flechazo fulminante. Ella a una de las primeras personas que le contó lo que estaba pasando a su mentor, Álvaro Uribe Vélez, quien no lo pensó mucho para darle su bendición.
Por su parte Suarez le contó su secreto a uno de los amigos más cercanos de su papá, Pastor Alape. La pedida de mano fue en un cataramán en Cartagena. Ella, alborozada, le dijo que si. Se casaron al año de conocerse en una ceremonia católica en las afueras de la capital. Invitaron a 100 personas. Ahí, mezcladas, estaban ex comandantes de las FARC con miembros del uribismo y del ejército emborrachándose con tranquilidad.
El matrimonio ha ido por buen camino. Lo que se afirma es que él está listo para entrar duro en política y que la plataforma será el partido fundado por del hombre que persiguió a su padre. Los tiempos han cambiado, de eso no hay ninguna duda.
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