Sí, así de claro: MILICIANIZAR. Los colombianos no podemos permitir que Petro consolide su estrategia de sustituir a las fuerzas armadas constitucionales por esa red de milicias que están multiplicando afanosamente las fuerzas políticas, territoriales y criminales que se aliaron en la campaña del Pacto Histórico para llegar al poder.
Los colombianos estamos viéndonos abrumados por un alud de preocupaciones, a cual más grave. El bombardeo ha sido sistemático: la locura de acabar con los hidrocarburos, la locura de acabar con el sistema de salud, la locura de pactar apoyos electorales desde las cárceles, la locura de graduar a los empresarios como enemigos de la sociedad, la locura de convertir en santos varones a los corruptos por el solo hecho de que le prendan velas.
En medio de las tantas preocupaciones, resulta muy difícil descifrar los ejes fundamentales a donde apuntan las amenazas estratégicas a nuestra democracia.
No obstante las dificultades que tenemos para descifrarlas, es preciso detenernos en una amenaza, tal vez las más peligrosa de todas: la milicianización de las economías ilegales y de los grupos sociales y políticos aliados del Pacto Histórico.
Los hechos que tienen que despertarnos, de una vez por todas, son el asesinato de Ricardo Arley Monroy Prieto y el secuestro de sus 79 compañeros policías en Los Pozos, San Vicente del Caguán.
No se trata de que la copa se rebose por el hecho de que unas milicias hayan secuestrado a unos policías. Absurdamente, eso ya no asombra a nadie en este país, luego de que el secuestro de unidades completas del ejército ha venido ocurriendo, desde hace años, como si no pasara nada. Lo que verdaderamente debe alarmarnos hasta decir “No más” es el hecho de que este último secuestro ocurrió con la complicidad pública y expresa de quien funge como presidente de la República.
El trino del presidente Petro lo dice todo: “La orden dada al ejército de no intervenir en los hechos de San Vicente la di yo como comandante de las fuerzas militares. Una intervención militar ante una manifestación de 7.000 campesinos solo puede generar una masacre. Que hagan eso las dictaduras, pero una democracia jamás.”
Ya está resultando ofensivo el desprecio constante de este gobierno por la inteligencia de los colombianos. La manipulación farisaica del lenguaje con que pretenden desfigurar lo que todos vemos con nuestros propios ojos, constituye un irrespeto. A la asonada que todos vimos contra la empresa Emerald Energy, a Petro le dio por llamarla “manifestación de 7.000 campesinos” y al asesinato de un policía y al secuestro de otros 79, a Prada le dio por llamarlos “cerco humanitario”.
Allí, todos vimos lo que ocurrió: fueron el asesinato de un policía que estaba cumpliendo con su deber y el secuestro de 79 policías por parte de unas milicias campesinas. Milicias conformadas por campesinos milicianizados por los grupos armados de las economías ilegales que encontraron en la milicianización de las comunidades la mejor estrategia para paralizar la acción que las fuerzas armadas constitucionales.
Petro se equivoca en su trino. Lo que “puede generar una masacre” no es que un grupo de policías asediados reciban el apoyo moral, institucional y militar que han debido darle las fuerzas armadas constitucionales sino la estrategia de convertir la movilización social en una acción miliciana que la torna, intencionalmente, en una acción violenta y antidemocrática. Bajo esa estrategia miliciana todos estamos condenados a padecer, como mínimo, una masacre: la de la democracia.
La milicianización no es una estrategia nueva. Ella viene desarrollándose desde que las Farc se convirtieron del todo en un ejército al servicio del narcotráfico, por allá a mediados de los 90s. Por una razón muy evidente: la razón de ser de sus armas dejó de ser la supuesta defensa de los campesinos frente a un Estado burgués enemigo y pasó a trasvestirse en la defensa del negocio del narcotráfico frente a un Estado enemigo que lo persigue. Desde entonces, las Farc dejaron de ser un movimiento ideológico y se convirtieron en el ejército de unas economías ilegales.
Como era de esperarse, esta mutación de la genética del conflicto comenzó a provocar cambios obligatorios de las estrategias de confrontación. Cambios que los colombianos debemos llegar a comprender muy bien a fin de entender en qué consisten los zarpazos que hoy recibimos contra la democracia, en medio de un desconcierto que no nos permite descifrar su verdadero significado, ni medir su desconcertante magnitud.
Al principio, las unidades guerrilleras de las Farc salían a enfrentar directamente a las fuerzas armadas para defender los cultivos ilegales y los laboratorios de cocaína. Pensaban que con el crecimiento de sus unidades regulares, que les permitía el auge financiero del negocio, podrían llegar a neutralizar militarmente la acción de la fuerza pública. Mas, poco a poco, tuvieron que ir cediendo ante la superioridad militar y logística de las fuerzas armadas. Fue, entonces, cuando modificaron estratégicamente su accionar: podríamos decir que pasaron de la guerrillerización a la milicianización de la defensa del narcotráfico.
—¿En qué consistió el paso de la guerrillerización a la milicianización de la defensa de las economías ilegales?
En que pusieron a las poblaciones de los territorios a confrontar a la fuerza pública para defender las economías ilegales. Tarea para la cual era imprescindible milicianizar a las comunidades, en la medida en que ahora son ellas las que tienen la misión de confrontar directamente a las fuerzas armadas. Me explico mejor: no siendo ya las fuerzas guerrilleras regulares las que ocuparían las primeras líneas de defensa de los cultivos y los laboratorios sino las comunidades, pusieron, entonces, a las comunidades a asumir las tareas militares de la defensa de las economías ilegales; tareas para las cuales no bastaban las formas tradicionales de la organización de la protesta social y tuvieron que imponer las formas de organización y disciplina miliciana para confrontar a la fuerza pública.
—¿Les ha dado resultados la milicianización a las economías ilegales?
Claro que sí. Con la milicianización de las comunidades los capos de las economías ilegales lograron paralizar la acción de la fuerza pública. Con la milicianización de la confrontación desataron el despliegue de la acción política de diversas fuerzas políticas, periodísticas y de activistas que se dieron a la misión de cercar, esta vez sí, el accionar de las fuerzas armadas contra los grupos criminales que imponen sus dictaduras en los territorios. Lograron imponer en el imaginario colectivo tesis tan peregrinas como esta de que “Una intervención militar ante una manifestación de 7.000 campesinos solo puede generar una masacre”, trino con el cual no se está haciendo otra cosa que justificar la rendición de la Constitución de 1991 a los pies de las organizaciones criminales.
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Con la milicianización lograron imponer en el imaginario colectivo tesis tan peregrinas como que “Una intervención militar ante una manifestación de 7.000 campesinos solo puede generar una masacre”
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Fue, precisamente, por cuenta de estos éxitos estratégicos de las organizaciones criminales que se dieron a la tarea de multiplicar los ámbitos de aplicación de la milicianización.
Fue por ese camino que milicianizaron a las comunidades indígenas del Cauca abusando de la figura de la autonomía de los territorios indígenas que estableció el constituyente del 91. Por eso tenemos que aguantarnos, los colombianos, la soberbia con que despliegan sus llamadas “guardias indígenas”, que no son otra cosa que las milicias de los caciques indígenas y los grupos criminales, cada vez que quieren paralizar las carreteras del país, invadir ciudades como Cali o invadir tierras como lo hacen en el norte del Cauca.
Fue por ese camino que milicianizaron a comunidades campesinas del Catatumbo y de Caquetá y de Putumayo y del Pacífico y del Bajo Cauca para paralizar y secuestrar a unidades de ejército y policía cada vez que van a capturar a algún capo o a desmantelar algún laboratorio.
Fue por ese camino que milicianizaron las protestas estudiantiles de 2019 y el paro de 2021 a través de las tales Primeras Líneas, que no son otra cosa que los grupos armados urbanos que tienen la tarea de milicianizar la protesta social.
Fue por ese camino de logros impunes que llegaron a milicianizar las elecciones presidenciales en los territorios controlados por las economías ilegales, hasta el extremo de que llenaron las urnas con votos por el Pacto Histórico, con comunidades transportadas en chivas, planchones y chalupas.
Es por ese camino que el partido de las Farc lo primero que hizo en el Congreso el pasado 20 de julio fue presentar un proyecto de ley para legalizar sus “guardias campesinas” que no son otra cosa que las milicias que vienen multiplicando desde antes la firma de sus acuerdos.
Es por ese mismo camino que ya no se contentan con desplegar sus milicias en cuanto conflicto provocan en todos los territorios sino que están avanzando en la paralización y el desmantelamiento institucional de la fuerza pública constitucional mediante órdenes presidenciales, proyectos de ley y acuerdos en las mesas de negociación de la Paz Total.
—En este punto hay que hacer una reflexión imprescindible.
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Las milicias son estructuras armadas, financiadas e impuestas a las comunidades por los grupos criminales que controlan las economías ilegales. No son un instrumento de defensa y liberación social
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No hay que dejarse engañar por el embuste de que las milicias son formas espontáneas de defensa social y comunitaria; algo así como versiones legítimas y populares de la democracia participativa aplicada a la seguridad regional. No. Las milicias son estructuras armadas, financiadas e impuestas a las comunidades por los grupos criminales que controlan las economías ilegales. La milicias no son un instrumento de defensa y liberación social. Todo lo contrario: son estructuras de dominación y control de las poblaciones ejercidas por el autoritarismo de los señores feudales de las economías ilegales.
Es por todo lo anterior que los colombianos tenemos que salir a defender la democracia.
Los colombianos no podemos seguir permitiendo que tras del cartel grandilocuente de la Paz Total se legalicen y proliferen todo tipo de milicias que terminarán por descuartizar la democracia y la nación.
Los colombianos tenemos que entender de una vez por todas que la Paz Total del actual gobierno no es otra cosa que la legalización de la vieja estrategia de la “Combinación de todas las formas de lucha”. Por eso, tal como está planteada, la Paz Total es una paz sin reconciliación y sin dejación de armas, sin dejar de matar y sin dejar de asesinar, traficar y extorsionar. Una Paz Total que no busca la unidad de los colombianos sino la impunidad para seguir alimentando un odio de clases que nos divida.
Los colombianos no podemos permitir que a nombre de la grandilocuente Paz Total terminen metiéndonos en una violencia peor que las que hemos vivido hasta ahora. Y que en medio de ese manto de confusión y de dudas, terminen también sacrificando el único proceso de paz de verdadero origen político con el ELN.
Basta mirar lo que está sucediendo en estos momentos en el Bajo Cauca para entender la urgencia.
CONTINUARÁ…