¿Vale la pena ser diplomático de carrera en Colombia?

¿Vale la pena ser diplomático de carrera en Colombia?

El gobierno del cambio ha fallado en el nombramiento de embajadores que no tienen el diploma para ser certificados. Las críticas arrecian

Por: Juan Felipe Echeverry
marzo 09, 2023
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¿Vale la pena ser diplomático de carrera en Colombia?

Los últimos meses han sido de escándalos para la Cancillería de Colombia en cabeza del ministro Álvaro Leyva y del presidente Gustavo Petro. Antes de posesionarse, este Gobierno criticaba las prácticas clientelistas dentro de la entidad de sus antecesores y prometía un cambio de paradigma: Petro haría prevalecer el mérito y la carrera diplomática y consular se fortalecería.[1] Sin embargo, una vez posesionado, el Gobierno continuó con las prácticas que había denunciado e incluso tocó fondo con nombramientos tan vergonzantes para la política exterior colombiana y su personal profesional, como el del bachiller Álvaro Moisés Ninco Daza.[2] Está claro que los gobiernos colombianos se aprovechan de la Cancillería para repartir cuotas burocráticas y que esta es una tradición difícil de erradicar en su totalidad. En este escenario, es válido cuestionarse si vale la pena ser diplomático de carrera en Colombia. La respuesta que sustentaré en esta columna es que no lo vale, por al menos tres razones: la monetaria, la infravaloración de la profesión frente al esfuerzo requerido y el sombrío horizonte que hace pensar que estos problemas no se van a solucionar.

El salario de los funcionarios de carrera diplomática y consular es bajo en comparación con otros funcionarios del Estado. Un ciudadano colombiano que quiera pertenecer a la carrera debe tener un pregrado, una certificación de inglés de mínimo B2, pasar un examen de conocimientos específicos donde se presentan más de 500 personas a nivel nacional, aprobar un curso de dedicación de tiempo completo de un año académico y esperar varios meses a que se libere una plaza para ser nombrado.[3] Y cuando todo esto se cumple, después de dos años aproximadamente, el aspirante ingresa como tercer secretario a ganarse lo de un profesional grado 11, es decir, 3500000 pesos en planta interna, en 2022.[4] Es un salario bajísimo si lo comparamos con otros cargos del Estado. Por ejemplo, en el Congreso, un asesor con estudios de pregrado, es decir, sin ser titulado, puede ganarse hasta 9000000 de pesos.[5] En la rama judicial, donde los funcionarios son mejor retribuidos, un profesional de las mismas características del tercer secretario puede ser nombrado a dedo por el magistrado encargado y ganar sueldos como profesional universitario grado 21 de 9556689 pesos, o, si ya tiene un posgrado, puede ser nombrado profesional especializado grado 33 y devengar 11933658 pesos (valga decir que muchos de los profesionales que ingresan a la carrera diplomática y consular hoy tienen maestría e incluso los hay con doctorados en curso).[6] Para hacerlo más dramático, los 11 choferes que tiene la Corte Constitucional ganan 4207096 de pesos; claro, no denigro el trabajo de un chofer que, después de todo, tiene al volante la vida de una persona, pero sí es muy cuestionable que este empleo tenga una remuneración superior a la de los futuros representantes del Estado colombiano que, en lugar de entrar por política, decidieron apostarle al mérito. Un tercer secretario puede ascender luego de tres años y recibir una asignación superior, sin contar con que su sueldo aumenta cuando lo asignan en misión al exterior temporalmente, lo que se conoce como planta externa en Cancillería. No obstante, aquello no se compensa si se tiene en cuenta que, volvamos al ejemplo, un profesional con sus mismas cualificaciones puede ganar desde el primer día en una alta corte o el Congreso una suma que ronda los 10 millones de pesos. Además, por más que el salario del secretario de Relaciones Exteriores sea triplicado en planta externa, la mayor parte del aumento lo gasta en cumplir con su trabajo de representación de Colombia; es decir, al final del día, el diplomático de carrera mantendrá su baja asignación básica de planta interna que solo igualará a la de un profesional universitario grado 21 o 33 de una alta corte luego de 20 años de servicio en la Cancillería, es decir, cuando alcance el rango de ministro plenipotenciario o embajador.[7] Estas comparaciones son pertinentes porque un funcionario de carrera diplomática se forma para representar al Estado, es decir, para ejercer las más altas dignidades en el exterior y, por tanto, debe tener una remuneración acorde con su estatus y servicio que le presta al país. Además, el símil permite explicar por qué los gobiernos prefieren pagar sus cuotas políticas con cargos de embajador o cónsul, es decir, de nivel directivo, y no con puestos de menor nivel, como secretarios o consejeros, que no son lucrativos y, en cambio, sí exigen mucho sacrificio no reconocido, como a continuación paso a explicar.

Para colmo de males, la Cancillería no tiene una política de incentivos por capacitación que mejore las paupérrimas condiciones laborales de los que optaron por la carrera diplomática como proyecto de vida. Así pues, no existen emolumentos por grados superiores, ni por dominar un tercer o cuarto idioma. Mientras que la rama judicial o el magisterio tienen primas adicionales que reconocen los posgrados, la producción científica o la enseñanza superior, la Cancillería no reconoce ni incentiva esta cualificación. Antes de 1992 y del Decreto Ley 274 de 2000, que regula la carrera diplomática, un aspirante a la carrera por concurso que tuviera pregrado podía ingresar como segundo secretario de Relaciones Exteriores, es decir, un rango por encima del más bajo (tercer secretario); claro, entonces solo se pedía un bachillerato y los bachilleres ingresaban a la categoría de tercer secretario.[8] Sin embargo, hoy cualquier candidato, sin importar su experiencia, posgrados o idiomas, ingresa como tercer secretario y, por más que se cualifique, la Cancillería no se lo reconoce en términos salariales. Eso es vergonzoso si se tiene en cuenta que estos profesionales se forman para representar al Estado, están sometidos a un régimen de carrera que los obliga cada tres o cuatro años a presentar exámenes rigurosos para ascender y que, volviendo a la comparación, las otras ramas del Estado reconocen estos incentivos a la cualificación para sus funcionarios. El hecho de que la preparación de los ciudadanos colombianos que quieran ingresar a la carrera diplomática no sea reconocida apropiadamente trae consigo otro problema y es la imposibilidad de materializar una política de este Gobierno: la diversificación de origen de los funcionarios que integran la carrera. Tradicionalmente, la mayoría de los que ingresan a esta institución son de Bogotá; de hecho, hubo un tiempo en el que era un requisito estar domiciliado en la capital para presentarse al concurso. No obstante, la baja remuneración y la infravaloración del esfuerzo de los aspirantes y funcionarios juega en contra de la posibilidad de que personas de otras regiones del país se presenten e integren exitosamente la carrera. En efecto, si al sueldo de tercer secretario de un joven proveniente del Chocó le restamos lo que debe gastar en alquiler, comida y transportes en Bogotá, su sueldo real siempre será inferior al de un par bogotano, desigualdad que se hará más evidente si el joven del Pacífico es magíster, pero recibe la misma cantidad de su par rolo que solo es profesional. Incluso, la reciente política de teletrabajo que la Cancillería prevé aprobar privilegia a los bogotanos, pues solo permite el teletrabajo desde Bogotá, desconociendo absurdamente la diversidad de origen de los funcionarios y, por supuesto, que muchas de las actividades de la Cancillería pueden descentralizarse a cualquier parte de Colombia con conexión a internet.[9] Entonces ¿qué esperanzas tenemos de que la carrera diplomática y consular mejore y sea una opción viable para un joven profesional colombiano que esté leyendo esto y que piense servir al país? Pocas.

No hay una voluntad política del Gobierno colombiano para mejorar las condiciones de la carrera diplomática y consular ni los funcionarios están bien organizados para llevar a cabo esta tarea. En primer lugar, la Cancillería de Gustavo Petro y Álvaro Leyva no ha trazado una política sobre mejoramiento de las condiciones laborales de los funcionarios; durante el empalme, Laura Gil indicó que el Gobierno propondría una reforma al Decreto Ley 274 de 2000 para mejorar la carrera diplomática y el servicio exterior;[10] no obstante, nada de esto se vislumbra en el porvenir cercano. De hecho, resulta peligroso modificar dicho decreto en un Gobierno que ha caído en desprestigio por el nombramiento de personas sin experiencia, políticos quemados, amigos del ejecutivo, etc. Además, hay actuaciones de este Gobierno en cuanto a los próximos concursos que siembran un manto de duda sobre el proceso de vinculación. Este año, el Gobierno de Petro volverá a la modalidad de selección “concurso dentro del curso”, es decir, la Cancillería seleccionará 30 aspirantes para que hagan el curso de capacitación diplomática, pero solo escogerá a 15; así, los 15 que no pasen el curso habrán perdido un año de formación, experiencia profesional y de oportunidades en otro sector laboral, pues la certificación de la Academia Diplomática no tiene validez ni siquiera como un diplomado.[11] Esta medida se abolió durante el Gobierno de Iván Duque quien, paradójicamente al Gobierno del cambio de Gustavo Petro, desmontó esta perversa competencia interna y aumentó el número de plazas que pasaron de 20 a 40 anualmente. Por esta razón, si a usted, apreciada lectora, le interesa ser parte de la carrera diplomática y postularse al concurso, piénselo tres o cuatro veces, pues quizás no sea la mejor opción en estas circunstancias y, tal vez, haya otras opciones mejor remuneradas y menos azarosas como la reciente convocatoria de la DIAN.[12] Por otra parte, los funcionarios de carrera diplomática y consular no son tan combativos como otros servidores públicos para reclamar una mejora del servicio exterior; mírese a los docentes e incluso a los funcionarios de la rama judicial; claro, hay más docentes y funcionarios judiciales que diplomáticos, pero, si se lo propusieran, los cuatrocientos diplomáticos de carrera que hoy tiene Colombia podrían frenar la actividad internacional del Estado colombiano en las diferentes misiones en el exterior, hasta que el Gobierno acceda a otorgar unas condiciones laborales acordes con su nivel de formación, dedicación y dignidad. En estos días, SEMREX, uno de los sindicatos del sector, presentó un pliego de peticiones al Gobierno pidiendo la prima de capacitación por estudios de posgrado para funcionarios profesionales y asesores; ojalá tenga acogida.[13] Sin embargo, más allá de estos paños de agua tibia, existen problemas estructurales que requiere el sector para que atraiga a los mejores profesionales del país y que sean estos los que nos representen. La inserción de Colombia en el exterior requiere del mejor equipo y esto cuesta, por lo que no se entiende por qué la diplomacia de carrera es tan mal paga, máxime cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores, con su fondo rotatorio, consigue casi la mitad de los recursos para su funcionamiento de los trámites y servicios que presta, en comparación con otras instituciones como el mismo Congreso que no generan recursos propios pero sí gastos.[14]

En síntesis, en este momento, ser diplomático de carrera en Colombia no vale la pena. Los funcionarios, aspirantes y, por supuesto, el ejecutivo y los políticos que aspiran a gobernar, tienen la gran responsabilidad de hacer la diplomacia un servicio viable para cientos de jóvenes y adultos que aspiran a servirle al país. Colombia es un país relevante en la región por su población, economía y cultura, pero no se caracteriza precisamente por tener un cuerpo diplomático profesional, sin politiquería y bien remunerado. Es hora de darle a nuestro servicio exterior el lugar elevado en la Administración que le corresponde.

[1] https://twitter.com/AlvaroLeyva/status/1554120332465901568

[2] https://www.las2orillas.co/la-diplomacia-de-gustavo-petro-toco-fondo-con-moises-ninco-daza/

[3] https://www.cancilleria.gov.co/footer/academy/contest-entry

[4] https://www.funcionpublica.gov.co/eva/gestornormativo/norma.php?i=184786

[5] https://www.semana.com/politica/articulo/susana-boreal-incluyo-a-su-pareja-en-la-utl-con-salario-de-9-millones-sin-ser-profesional-y-le-destapan-denuncias-por-maltrato/202351/

[6] https://www.corteconstitucional.gov.co/transparencia/Escala%20Salarial%202022.xlsx

[7] https://www.diplomaticos-colombia.org/carrera.html

[8] https://www.cancilleria.gov.co/sites/default/files/Normograma/docs/decreto_2016_1968.htm

[9] https://www.sucop.gov.co/entidades/cancilleria/Normativa?IDNorma=12887

[10] https://www.youtube.com/live/rrbrRZSGBQU?feature=share&t=1456

[11] https://www.cancilleria.gov.co/sites/default/files/FOTOS2020/20230206082431299.pdf

[12] https://www.dian.gov.co/dian/entidad/Paginas/Proceso-de-Seleccion-DIAN-Ingreso-y-Ascenso.aspx

[13] https://twitter.com/SEMREXComunica/status/1630665140461772814?cxt=HHwWnICxzcfTpKEtAAAA

[14] https://www.cancilleria.gov.co/sites/default/files/decreto1793-presupuestogeneraldelanacionvigencia2022_0.pdf

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