“Maria del Pilar, solo le pido una cosa: diga la verdad”

“Maria del Pilar, solo le pido una cosa: diga la verdad”

El encuentro en el bunker de la Fiscalía de la ex directora del Das con el abogado Luis Guillermo Pérez a quien se le debe que Hurtado esté en Colombia dando la cara. 

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febrero 08, 2015
“Maria del Pilar, solo le pido una cosa: diga la verdad”

Después de cuatro años de una persecución sin pausa, ambos están frente a frente. Ella, María del Pilar Hurtado la perseguida  y él, Luis Guillermo Pérez, el abogado perseguidor. Estaban en el bunker de la Fiscalía a donde había sido traslada desde Panamá después de entregarse a las autoridades judiciales. Maria del Pilar Hurtado se ve serena a pesar del cansancio y de haber pasado en vela las  últimas 48 horas. Con una sonrisa alargada y triste recibió al abogado Pérez, aceptando su derrota.  No había rencores. Ella había entendido que el círculo se había cerrado. Luis Guillermo Pérez le estrechó la mano y simplemente le pidió que dijera la verdad.

Fue el Colectivo José Alvear Restrepo, que preside Luis Guillermo Pérez, el que se empeñó en escamotearle jurídicamente el asilo a Maria de Pilar Hurtado hasta forzarla a tener que regresar al país a encarar la justicia.

Huir en medio de limitaciones económicas sumadas al descrédito profesional, personal y familiar, la rindieron. Tanto que estar en ese pequeño espacio oscuro y resguardado, previsto por la Fiscalía para detenciones provisionales, le dio descanso. Estaba sola, como en sus  años de asilo,  cuando después del empujón que recibió del ex Presidente Uribe para lograr su asilo panameño en el 2010 en el gobierno de Ricardo Martinelli, nunca volvió a saber de nadie, ni de él, ni de los funcionarios amigos con los que trabajó.

Fue en esos primeros meses de soledad cuando conoció a quien se convertiría en su esposo,  Horacio Arteaga Montoya, un panameño asesor de la embajada norteamericana en Panamá. Una soledad con la que ha lidiado  y a la que regresa ahora con un esposo ausente en Panamá y una familia a la distancia. Una soledad que espera no le juegue una mala pasada, que no la derrote.

Para el presidente del Colectivo José Alvear Restrepo Luis Guillermo Pérez, representante de varias de las víctimas del DAS y que a que su vez también había sido víctimas de las chuzadas y seguimientos del organismo de inteligencia,  terminaba un largo camino que empezó a finales del 2010, cuando el Colectivo dio la batalla para exigir la presencia de Hurtado en Colombia. Entonces el gobierno del presidente Santos hizo oídos sordos ante su solicitud.

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Luis Guillermo Perez

 

Los abogados no desfallecieron. En los últimos meses del 2010 encontraron un expediente en el que constaba que desde el DAS se le hacía un seguimiento a Reinaldo Villalba, uno de los nueve abogados del colectivo.  En el extenso folio que forma parte de las pruebas en contra de Hurtado y del entonces Secretario general de la presidencia Bernardo Moreno,  aparecen fotos suyas, con su esposa y su hijo entrando a la casa, en el colegio, visitando a sus abuelos, detalles de sus movimientos cotidianos; agendas completas de los sitios que visitaba, la gente con la que se encontraba.

Llegaron luego otras evidencias del espionaje que hacía el DAS. Seguimientos al entonces director del colectivo y ahora congresista del Polo Alirio Uribe, que revelaban la intencionalidad del trabajo de inteligencia: el anzuelo para irrumpir en su intimidad fue la empleada doméstica a la que se acercaron a través de otra mujer que se encargaría de ganarse su confianza. Y lo lograron. A través de ella invadieron con  micrófonos la vivienda de Uribe y para dar cuenta de sus movimientos cotidianos alquilaron un apartamento vecino. Empezó luego una guerra psicológica a través de llamadas anónimas a la esposa del hoy senador para generarle sospechas de comportamientos de infidelidad. El propósito: desestabilizarlo emocionalmente y quebrar a uno de los más férreos opositores del Uribismo.

María del Pilar Hurtado pidió un vaso con agua y uno de los guardias del Inpec se lo pasó. El cansancio no hacía mella en su buen humor, ahora solo quiere dormir tranquila así fuera en una celda estrecha. Pérez tiene muchas preguntas que hacerle, pero entiende que ya tendrá tiempo para formularlas una vez se conozca la decisión de la Corte Suprema y se abra un espacio de negociación que le dio el Fiscal Eduardo Montealegre.

Perez ya se sabe de memoria las preguntas que le hará, como por ejemplo: ¿De quién fue la idea de usar la imprenta del DAS para hacer panfletos de las Farc?.  Esta se utilizaban para imprimir panfletos apócrifos que ayudaran a   satanizar a los opositores del gobierno, como ocurrió con Piedad Córdoba a quien seguían en sus recorridos en las regiones y agentes del Das dejaban caer al suelo propaganda de las Farc. Pérez también quisiera preguntarle a Maria del Pilar Hurtado: ¿Por qué razón, a pesar de existir más de 18 millones de folios de pruebas contra ella y el secretario de la presidencia Bernardo Moreno, el gobierno de Juan Manuel Santos no hizo nada para pedirla en extradición?.

‘’El presidente Santos tenía dos caras: en público salía en televisión a decir que haría lo imposible por hacerla a responder ante la justicia colombiana  y en privado entorpecía el proceso y dilataba su extradición de  Panamá”, dice el abogado del  Colectivo José Alvear, subrayando la reunión que tuvo Santos con su homólogo panameño Juan Carlos Varela, en la que no pareció el tema en los quince puntos de la agenda.

Gracias a la tenacidad de Luis Guillermo Pérez después de cuatro años de persistencia, podrá conocerse la verdad de lo que ocurrió en este oscuro episodio para la democracia colombiana, cuando  Maria del Pilar Hurtado empiece a hablar. Es lo único que espera este jurista de la Universidad Nacional que estuvo al frente de la Federación Internacional de Derechos Humanos y que llegó a la presidencia del colectivo una vez Alirio Uribe logró su curul en la Cámara.

El reloj ha marcado la hora. Luis Guillermo Perez se levanta y le estrecha nuevamente la mano a Hurtado. Entre los dos no hay resentimiento. La persecución ha terminado.

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