Querido Diablo:
Comedidamente me dirijo a usted con el fin de hacer la presente solicitud a mi propia voluntad pero en representación de todos los hinchas del Club América de Cali.
Quizás no tenga la facultad legal para demandar puesto que no soy oriundo de Cali o siquiera del Valle del Cauca. Soy de Villavicencio, pero fue precisamente en esa ciudad y hace muchos años que escuché que se jugaba un clásico del torneo colombiano: “América Vs Atlético Nacional”. Mi hermano, quien apenas me llevaba dos años de edad era seguidor del equipo paisa, yo, por llevarle la contraria decidí alentar al equipo rojo quien finalmente ganó con un abultado 5-4. De ahí en adelante adopté al equipo como propio.
Lo que empezó como un capricho mutó en amor por una camiseta. Como usted bien lo sabe señor Satanás, no todo fue júbilo y triunfos. A mis escasos 5 años lloré a moco tendido cuando mi mechita cayó en la tortuosa ruleta de los penaltis en una final de la Copa Libertadores con un equipo boludo. ¡Eso no se le hace a un niño! , pero al fin y al cabo usted como amo de la maldad lo repitió un par de veces dejándonos con subcampeonatos, lo mismo que sucedía con las virreinas universales.
Coetáneamente como llanero solía animar al equipo local, al de mi pachamama: Alianza Llanos, que finalmente desapareció, posteriormente a un tal Centauros que fue vendido a tierras caucanas y por último a un novísimo Llaneros Futbol Club.
Estos equipitos cotejaban en un estadio pueblerino llamado Bello Horizonte, con graderías decadentes y una grama paupérrima, pero lo que nunca me llegué a imaginar es que mi gloriosa e inmarcesible mechita terminaría jugando partidos de segunda categoría en ese escenario. Ver el onceno rojo corriendo detrás de un balón en un peladero es indigno. Obra y gracias de tu garabato según me lo manifestaron los más fieles creyentes.
Por esta razón, la presente misiva no va dirigida a los jugadores, ni al director técnico, ni si quiera a los dueños del club, sino a usted, al mismísimo diablo, patriarca y patrón del equipo.
Estimado Lucifer, de niño quería ser arquero como Falcioni, defensa como Bermúdez, delantero como el Pipa de Ávila, y cuando viejo quería ser Técnico como de la Pava o Maturana, pero finalmente el destino me hizo abogado.
Es así, que con el conocimiento que me da el derecho lo invito para que firmemos un contrato concienzudo y metafísico, en el cual usted retorne el equipo a la primera división y a cambio yo le entregue mi alma, o lo que queda de ella, pues los escarlatas me la han ido socavando en los últimos años.
Permítame indicarle que mis servicios profesionales les serán útiles, toda vez que me puede encomendar para la reclamación de Garavito, Álvaro Uribe, Ernesto Samper, la familia Nule, entre otros tantos, (sino miles) de candidatos a las pailas de tu infierno.
Agradezco de antemano la presente solicitud y su pronta respuesta con el fin de saber si tendré el confuso honor de ser “El Abogado del Diablo”.
Atentamente,
Un hincha.
