A los 69 años Enilce López ha tenido una y otra enfermedad. Sus enemigos, que son muchos, dicen que ha sido un pretexto para no poner jamás un pie en una cárcel, a pesar de haber sido condenada a 37 años de cárcel por el asesinato del vigilante Amaury Fabián Ochoa, cometido en un peaje entre la vía que hay de Sincelejo a Cartagena. La sentencia cayó sobre ella en el 2008 pero, quince años después, Enilce López ha quedado libre según lo aseveró un juez en Barranquilla. En esta foto se ve como los mejores días de la Gatan han pasado para siempre.
Después de haber sido abusada una y otra vez por su patrón, Enilce López, a sus trece años, le tocó poner un negocio de cigarrillos en Magangué, el pueblo de Bolívar a donde llegó a limpiar retretes cuando tenía 10 años. Enrredadora, a Enilce le dio por ser bruja a los 15 años. Montó un localcito frente al teatro Habib, en donde pasaban todas esas películas de mariachis que tanto le gustaban a los adolescentes a finales de los años sesenta y se ganaba la vida diciendo mentiras con convicción, dispuesta a subirle el ego a todo aquel que quisiera escucharla. Uno de sus clientes era un policía llamado Hector Julio Alfonso Pastrana. El hombre era casado pero empezó a creer sin cortapisas en el poder de hechicera que tenía la joven. De un momento a otro la suerte empezó a ponerse a su favor. Tuvo un hijo al que le pusieron Héctor Julio.
El policía dejó su uniforme y junto a su nueva mujer puso un negocio, un lugar donde vendía refrescos llamado La enramada. La pareja le pidió un préstamos a un hombre muy rico del pueblo llamado Félix Butrón y con esa plata montaron dos negocios, una tienda de discos a la que le pusieron el nombre de Discolombia y un negocio de apuestas. La fortuna de la pareja terminó de enderezarse de manera súbita en 1989. Unos decían que se trataría de una guaca que se encontraron, otros de que después de la muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha, el mexicano, pariente de Alfonso Pastrana, les dejaron una próspera finca a la que le deben su fortuna, un billete que empezó a verse de manera casi insolente a principios de la década del noventa cuando aparecieron los locales de Apuestas Permanentes El Gato. Bastaron unos cuantos meses para que aniquilaran a sus rivales de El Perro.
Los políticos en su momento se arrimaron al árbol de la Gata
Entonces Enilce empezó a ganar protagonismo. Era más avispada, más viva que su esposo. En el 2002, cuando se quedaron con la licitación de la venta del chance, a través de una empresa llamada Inverapuestas, la Gata y su esposo se quedaron con el chance en Bolívar. Pronto sus tentáculos –o sus garras- se extendieron por toda la costa- En el momento de máximo esplendor La Gata llegó a tener, con Uniapuestas, a 9 mil chanceros, Unicat, otra de sus empresas, con 7 mil vendedores y Aposucre le seguía con 5 mil. Eran cerca de 20 mil chanceros los que tenía.
Sin embargo el asesinato del vigilante Amaury Fabian Ochoa en un peaje, y su probada alianza con los paramilitares, terminaron aniquilando un imperio en el que aún se le permiten algunos privilegios a la reina del chance, como tener casa por cárcel o que su hijo, quien mató a un periodista cuando fue alcalde de Magangué, goce de privilegios en la cárcel de El Bosque. Nada volvió a ser lo mismo en Magangué desde los tiempos de La Gata.
