Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 1: la lección del dolor

Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 1: la lección del dolor

Es triste constatar que muchas veces solo luchan por la paz aquellos que han padecido la crueldad de la guerra. Los indiferentes ni se inmutan ante las injusticias

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
abril 10, 2023
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Serie '33 lecciones para construir la paz'. Capítulo 1: la lección del dolor

El dolor es un buen maestro, entre otras cosas enseña que es necesario cambiar de rumbo para no repetir los mismos errores del pasado. Además, en tanto síntoma, es una alerta; por ejemplo, transmite que algo dentro de nosotros no va bien. Y si no se actúa a tiempo el mal transmigrará de un órgano a otro, de un sitio a otro con un poder devastador cada vez mayor.

Durante la elaboración del dolor causado por el comportamiento violento y primario de los demás, urge procesar el odio, el resentimiento, la amargura, la frustración, la intolerancia, los deseos de venganza, etcétera. Lo anterior en cuanto al trabajo individual. La sociedad por su parte, debe ahondar en las causas de algunos brotes de violencia, que casi siempre tienen que ver con la injusticia, la inequidad y la actitud ególatra de los que oprimen y humillan a los semejantes para lucrarse, o tal vez para sentirse superiores o más importantes que ellos.

El dolor no se transmuta propiciando escenarios de más dolor (violencia), sino a través del perdón, que incluye, si es pertinente, perdonarse a sí mismo. Visto así, el dolor enseña que el sufrimiento no desaparece dándose más golpes contra el muro, sino saltando sobre él. Es el momento trascendente de la comprensión. Hay una luz interior que desde el silencio grita: “! Despierta, sé testigo de tus pensamientos, de tus actos, consciente de tus sentimientos!”.

En otro orden de ideas, es triste constatar que muchas veces solo aman la paz y luchan por ella los que han padecido el rigor, la crueldad y la depravación de la guerra. Mientras tanto, es lamentable la actitud cómoda de los indiferentes que ni se inmutan ante las injusticias que padecen sus hermanos. Esta pasividad, hija de la cobardía, implícitamente cohonesta dicha violencia. En otras palabras, observar por la televisión (sacando barriga, en tanto se degustan unos exquisitos snacks) el dolor ajeno y los atropellos que sufren los hermanos es muy confortable aunque insensible.

Insisto, la paz ha de surgir del sine qua non de la Justicia, con mayúscula. Por eso, en esta misma línea, tal vez un hombre que ha sufrido la tortura física, psicológica, moral… que ha soportado persecuciones, el exilio, la segregación y un exterminio en su propia familia… ese hombre incomprendido, injuriado y calumniado por sus compatriotas defenderá como nadie el anhelo de paz: ese sueño luminoso le ha costado sangre, sudor y lágrimas.

Es importante aclarar, que la paz es ante todo un estado de consciencia, algo que sale del interior y se proyecta en el exterior. Hablo de la auténtica paz, no la que se publicita como si se tratara de un negocio redondo. La paz no puede convertirse en un amasijo de intereses oscuros. Sin embargo, en cada época, contexto y nación siempre surgen personas impecables y honestas que hasta la vida entregan por la búsqueda de la paz entre los hombres. Benditos sean.

En la próxima entrega,
Capítulo 2: la lección de la verdad.

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