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Frente al impulso reformador que domina la agenda nacional los debates invaden todos los canales. En la calle, los medios, los cafés, los pasillos, las redes, todo vale para debatir, insultar o tergiversar. En un canal clave, las redes sociales, domina la voz de la ignorancia, de las falsedades y las emociones cursis. Los medios tradicionales reflejan como nunca los intereses de los grupos económicos casi todos opositores. La voz gobierno y del PH se ahoga entre los esfuerzos por sacar la gente a la calle para que su respaldo masivo sea el argumento central, mientras al interior del ejecutivo se devoran sin escucharse, sin encontrar una línea de comunicación que fije en la sociedad el sentido de las reformas reduciendo su viabilidad y gobernabilidad.
Los expertos que lideraban los debates ahora engrosan la lista de desaparecidos. No tienen canales de comunicación con la sociedad, desplazados por las estridentes voces de las redes sociales. Su voz poco interesa porque no mueve masas. Hay que leer más de 40 caracteres y lo peor, obligan a pensar y sacar conclusiones. Los gremios tratan de ejercer esta función pero su voz pierde peso porque defienden los intereses de los asociados que pagan para que lo haga alguien mejor que las mismas empresas.
En los medios tradicionales el espectáculo es divertido. El Tiempo dominical de Sarmiento y Néstor Humberto del 26 de febrero le dedica 8 páginas completas de la primera sección -con la primera página íntegra- a denigrar del gobierno. Trata de hacerlo a la manera del periodismo antiguo, con objetividad, pero se nota las costuras que le restan peso y credibilidad al esfuerzo de advertir que el país va a caer en las arenas movedizas que se tragarán lo construido o que llevan por los caminos verdes de los migrantes en la ruta de ida y vuelta a Venezuela.
El diario del banquero mayor trae tres páginas sobre la Paz Total: dos en contra, una con el Fiscal y otra con la tesis de los narco pagos; la tercera, la entrevista de Yamid a Minjusticia deja como mensaje que los capos no pagaran casi plata ni cárcel porque la paz es más importante. Luego Armando Neira le dedica una página a Duque para que critique la paz y a todo lo que impulsa el gobierno y otra a Cesar Gaviria contra la retoma de las empresas de servicios públicos para fijar tarifas sin la técnica de las comisiones reguladoras.
Una página más se centra en advertir sobre los riesgos de entregar facultades especiales al presidente, sin establecer límites precisos. Es una advertencia sobre la tentación autoritaria en el poder, sobre el peligro de entregar una carta blanca al mandatario para que transforme el estado a imagen y semejanza suya o de los modelos que le gustan. Otras dos páginas son para que el jefe del Partido Conservador y el expresidente César Gaviria expongan sus objeciones a distintos esfuerzos oficiales.
Efraín Cepeda con su veteranía delimita el territorio del apoyo al PH con claridad, fija los límites azules, expone la falta de diálogo en el diseño de los proyectos y la necesidad de reformar las reformas como están propuestas. Subraya la preocupación del sector privado y los riesgos de la desinversión con sus consecuencias en el crecimiento del desempleo y la informalidad. Los mensajes cruzados que el gobierno emite, estos sí, de manera consistente, afirma el senador, poco ayudan a estructurar reformas viables, apoyables. Menos cuando llegan las elecciones de octubre y el poder local se baraja de nuevo, un escenario de pocas ventajas para el PH.
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Sobresalen las diferencias y divisiones al interior de la coalición que ganó las elecciones y que estructuró la mayoría parlamentaria. El mensaje es directo: el PH está en plena deconstrucción
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En titular de primera ET gradúa a Roy como jefe de la oposición, pero al interior se trata de otra entrevista, ésta al presidente de la Cámara David Rocero. Sobresalen las diferencias y divisiones al interior de la coalición que ganó las elecciones y que estructuró la mayoría parlamentaria. El mensaje es directo: el PH está en plena deconstrucción. Racero cree que es el costo de la pluralidad en el gabinete lo que impide unificar la voz oficial e insinúa deslealtad en el caso de Roy – operador político clave para el triunfo del PH- y de Cecilia López conocedora como pocos de la corrupción en la salud administrada por los políticos y en la reforma agraria. Sugiere salidas al gobierno, pero la intención editorial es mostrar el caos en el ejecutivo.
Aparte del esfuerzo de ET con sus 60 mil ejemplares dominicales pero con millones de consultas por la vía digital, es importante el aporte de la revista Cambio. Al exponer el documento con los argumentos de los ministros que clasifican en el ranking de los profesionales, sensatos y serios, deja maltrecho el proyecto de salud de la ministra. Además refleja detalles sobre cómo se manejan los disensos en palacio, lo que no dificulta predecir quienes serán los devorados y quienes los sobrevivientes. Si como todos saben el cambio que el líder quiere se acerca más al de la ministra de Salud, los descabezados serán los que creyeron en un cambio gradual, racional, que aprovecha lo positivo de la institucionalidad vigente.
Otra sorpresa de la semana fue la que le causó a los uribistas del CD que su jefe los regañara por tildar al gobernante de guerrillero. Invitó con su voz de tormenta a debatir los temas del gobierno con el debido respeto, sin insultos, conservando la dignidad presidencial. Eso de resolver las diferencias como los matones de antaño (“…le rompo la jeta, marica”) ya no es correcto. Defender la institución presidencial es importante porque el presidente ejerce el poder gracias a un proceso democrático reconocido por todos los colombianos, sagrado y constitucional. De manera que desvirtuar un mandato por un pasado es desvirtuar el pacto social (no solo el PH) lo que abre las puertas para una lucha ilegítima contra el mandatario.
Uribe tiene razón, pero sus huestes no lo entienden, enceguecidos por ser los responsables del triunfo del PH, aunque están felices porque en las redes confirman que el presidente es un guerrillero disfrazado de presidente.