Si algo se ha perdido con el paso de los años en el comportamiento del colombiano es la vergüenza. Habíamos construido una sociedad en donde actuar mal, equivocarse o embarrarla inundaba de vergüenza. Tanto que a muchos se les caía la cara y a otros el rubor en el rostro les delataba su interior. Pero desde cuando hicimos ese revoltijo de la cultura del narcotráfico con la disolución del pecado de los curas a quienes les quitaron la sotana, el púlpito y el confesionario, y la coronamos con la comunicación instantánea del internet y la dictadura del celular, la vergüenza se fue trasladando al cuarto de rebrujo. Y no es solamente a los muchachos a quienes un reclamo por alguna actuación les lleva a contestar casi siempre con un lapidario ” sí,lo hice y qué ?”.
La falta de vergüenza ha contagiado a todos por igual. En consecuencia el orden en el comportamiento que generaba el respeto o el desprecio para quien cometía el error o el pecado ,también desaparecieron. Ahora todo el mundo hace lo que le da la gana y el desorden ciudadano crece a borbotones para dizque construir un nuevo orden. Las normas implantadas son cuestionadas o sencillamente desobedecidas. Pocos se han puesto en el trabajo de redactar unas nuevas y dejan más bien que el desgaste o la utilidad de la oferta y la demanda o la racionalidad inmersa en la actuación humana, vaya construyendo el nuevo orden ciudadano.
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Estamos entrando en el futuro con los ojos abiertos pero sin ver nada
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Ya nada es feo, ni tampoco bonito. Ya no hay regímenes estrictos para vestir o para presentarse en sociedad. Basta con tener el celular en la mano y saber usar las cada vez más numerosas aplicaciones para salir del atolladero o escaparse de la responsabilidad u obtener una jugosa ganancia. Estamos entrando en el futuro con los ojos abiertos pero sin ver nada. Es el seguro que venden los algoritmos o la Inteligencia Artificial para ser incluidos en la Generación del Goce