La votación a favor del cambio no fue únicamente la de Petro -que se basaba en propuestas- sino la Hernández que montó su campaña solo por un cambio de dirigencia y nada más.
La tesis de Petro de que se votó por el cambio es válida, y los cuestionamientos basados en que son utopías nacidas de ideologías, ajenas a la realidad o a la viabilidad, son solo artificios para impedir el cambio -prácticamente cualquier cambio- y no reconocer que fue por eso por lo que votó Colombia.
Esto solo forma parte de una confrontación de fuerzas. De una parte, la que defiende el modelo actual, o sea la que busca oponerse a verdaderos cambios (gremios, medios de comunicación, políticos tradicionales,), del otro lado los que anhelan el cambio, muchos por la expectativa de las promesas, pero otros porque cualquier cambio les significa acabar con una situación intolerable.
Se concreta en una lucha de poderes, entre el de quienes lo tenían antes y el de quienes han recibido el mandato de cambiarlo, pero es alrededor de la definición de la nueva relación entre Mercado y Estado
Es decir entre el Mercado que había sido declarado ‘soberano’ por quienes lo manejan bajo el modelo neoliberal del capitalismo, y el Estado representado por quienes recibieron el encargo de reivindicar su preponderancia y de que cumpla sus responsabilidades.
La confrontación no es sobre el deseo de una mejor y mayor democracia. Dos sentidos tiene la palabra democracia: una para mencionar el ceñirse a un modelo político de Estado donde lo importante es que se reivindiquen sus características (libertad de prensa, derecho de propiedad, etc); y otro donde lo esencial es el concepto de equidad y lo que se busca es la mejor distribución del poder y la riqueza y la disminución de las desigualdades con la igualdad de oportunidades. Este último es el concepto que señala los fines u objetivos y el otro es solo un modelo que se ha usado para alcanzarlos. Lo que sucede es que ese modelo ha cumplido un ciclo que pudo ser benéfico pero cuyos resultados se muestran cada vez más perversos y en consecuencia más rechazados.
En las etapas anteriores el capitalismo y los avances democráticos iban de la mano, y los procesos de generación de riqueza y la creación de nuevas clases sociales iban en paralelo. Eso quedó en el pasado con los principios neoliberales del darwinismo tanto empresarial como de los seres humanos (‘que desaparezcan los ineficientes’) y la obsesión por el crecimiento y la acumulación.
Nadie está en contra de los valores que se identifican con el concepto de Democrático. Pero cada vez son más los individuos insatisfechos con el sistema capitalista neoliberal que pretende ser sinónimo de democracia; y entre más pobres o vulnerables -ya sea como individuos o como colectividades- más fuerte es el rechazo. O sea mayor la fuerza que pide el cambio, y su necesidad.
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La oposición se moviliza alrededor de la crítica y las quejas por lo que desearían y no se da, mientras el apoyo al gobierno solo lo puede recibir con resultados y en seis meses estos no se ven
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Es claro que la oposición se moviliza alrededor de la crítica y las quejas por lo que desearían y no se da, mientras el apoyo el gobierno solo lo puede recibir de acuerdo a los resultados y las soluciones que logra; y es obvio que en seis meses éstos no se ven . Divulgar cuestionamientos, generar temores, o difundir falsedades son instrumentos naturales para atacar a un gobierno y esto se multiplica cuando se tienen los instrumentos de los medios, las vocerías gremiales, y el poder clientelista en los partidos. Un gobierno que propulsa el cambio no tiene esa ‘caja de resonancia’ y busca accesos directos al ciudadano: las redes y la calle es donde se logra ese contacto y por eso es donde creció la oposición al sistema y la votación por Petro.
Para la actual noción de un Estado democrático ya el objetivo no es cómo producir más (mejorar el PIB) sino como distribuir mejor. No se encuentra en entredicho la libertad de empresa o el derecho de propiedad, sino el cómo cumplen ellas la función social que colabore al bienestar de la población.
Lo que está de por medio no es el contenido de la reforma a la salud. Lo grave y lo que empieza a ser angustioso es que lo que se ve, más que una desesperación, es una decisión de impedir a cualquier costo y ojalá no de cualquier manera el cambio.