He sabido de tus afanes y afugias con tu bebé, te he visto llorar de agobio, impotencia y cansancio. También he oído sobre tu más profundo miedo ahora, no ser una mamá lo suficientemente buena, fallar, no alcanzar la perfección maternal. Sientes vergüenza si la lactancia te agobia, incluso has llegado a pensar que es pecado - contra natura, y te aprieta la culpa.
“Ahora no me llamo Catalina, me llamo Tetalina”, te oí decir un día en medio de tu angustia y confesión de esclava contemporánea. Frase inolvidable para mí, que he atendido muchas mujeres en sus pospartos sufriendo por su desempeño en la lactancia, que lacté dos hijos y he promovido la lactancia materna durante toda mi vida como médica psiquiatra. Cuánto me enseñaste con ese reclamo, queja e incluso nueva identidad: Tetalina. Y ese día aprendí, como con muchas de mis pacientes lactantes, que a las Catalinas actualmente las convierten en obligadas Tetalinas por arte de birlibirloque sin mediar preparación, compasión y reconocimiento.
También oí cómo decías en medio del llanto, “Teta que falla, mamá que falla, esposa que falla, gorda que falla”. Y acudieron todos esos llantos, esas voces, que en la terapia hablan pero que afuera callan, para no recibir la tremenda sanción social con la que nos lapidan: mala madre. Otro día muy sabiamente me dijiste: Esta mamá no es la OMS (Organización Mundial de la Salud). Es la mamá de fulanito o perencejita, y desde cuando nació el uno o la otra, ya no se siente Catalina sino Tetalina. Atrapada, nadie le dice que se puede salir de ese brete y no por eso dejará de ser una buena mamá. Una tarea que podría facilitarse si se acompañara debidamente y se considerara opcional. No obligatoria.
Ritmos, horarios, cantidades, onzas, onzas, onzas, onzas, onzas. ¿Si quedó lleno? ¿Si será buena mi leche? Yo creo que la mía está muy aguada y queda con hambre. Me duelen mucho los pezones. Tengo grietas y me arde mucho. Estoy muy cansada, no alcanzo a dormir lo suficiente. Tengo las tetas muy hinchadas, me duele la espalda, me duele el cuello, tengo miedo, estoy preocupadaaaaa. Mi mamá me dice esto, mi amiga me dice aquello, la enfermera me enseña esto, en internet dicen esto otro. Que le complete con fórmula, que no, que ni riesgos, que se me seca la leche. Es que llora, se ofusca si le quito la teta y es por mi culpa porque seguramente está quedando con hambre.
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A las nuevas generaciones de mamás las tiranizan con otra modalidad de control. Aplicaciones en el celular dedicadas a garantizar el cuidado perfecto del bebé. Por ejemplo, Baby Tracker
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Como si fuera poco a estas nuevas generaciones de mamás las tiranizan ahora con otra modalidad de control. Aplicaciones en el celular dedicadas a garantizar el cuidado perfecto del bebé. Por ejemplo Baby Tracker, que desde el nombre espanta: rastreadora de bebés, antena de seguimiento. Se clasifica entre los apoyos para un perfecto desarrollo y crecimiento infantil. Se promociona de esta manera: “Es realmente útil para descubrir patrones de alimentación, sueño y otras conductas de tu bebé. También es útil para para recordar cuando sucedió por última vez algo (por ejemplo si el doctor necesita saber cuándo fue el último cambio de pañal), no tienes que recordarlo porque tú lo puedes mirar en el registro”. Si, ¡como no! Debes registrar todo lo que pasa a diario, si defecó, si orinó, cuando de durmió, cuando despertó, cuando comió, cómo lo hizo; sonrisas, llantos, medicamentos, crecimiento, vacunas y demás. Con esos datos hace gráficos, predice, califica. Pero falta todavía la cereza del pastel: se comparte con otras personas: el papá, la mamá, la suegra, el suegro, la cuñada, la enfermera, todos, sí, todos en “equipo” le darán punto de velita al popó del bebé. Es la instrumentalización casi perfecta de una mujer en su rol de mamá.
Cuando supe de la existencia de esta aplicación inmediatamente pensé, falta la Mother Tracker. Así llegaríamos a la instrumentalización perfecta. Cómo le quedó la barriga, y qué tal la vagina, están todavía caídas las tetas, cuánto peso estás bajando, no olvides que a los tres meses posparto no se puede evidenciar ninguna faena materna, debes “recuperarte” y lo más pronto posible volver a tener el cuerpo preembarazo. Te tiene que servir la ropa de antes, ¿cómo no vas a caber de nuevo en el jean apretado del pasado noviembre, lo recuerdas? No te puedes descuidar. Primero lactar y después enflaquecer. O al revés. Pero no dejes de hacerlo. Recuerda: “Teta que falla, mamá que falla, esposa que falla, gorda que falla”. Y sabes muy bien qué les pasa a ésas que fallan, ¿cierto?
¿A cuántas mujeres agobiadas con la lactancia las escuchan, atienden y liberan de la obligación? No conozco el primer caso de una mujer a quien le digan en la consulta prenatal que si no quiere lactar es su opción respetable y que hay otras alternativas. Recuerdo el matoneo en redes a una periodista que osó hablar bien de la leche de fórmula como una opción saludable, costosísima eso sí, pero viable. Se rasgaban las vestiduras. De la generación Nestlé de nosotros los baby boomers saltamos sin solución de continuidad a la lactancia obligatoria, la milky way; el camino de la leche materna, con tirano tecnológico incluido, el baby tracker, ahora es el buen camino. En la página de la OMS dedicada a lactancia materna no hay un solo párrafo donde se advierta de la lactancia como un acto voluntario de las mujeres. Las tetas deberían venir con un aviso: Me llamo Catalina, no me llamo Tetalina.
Recibe mi abrazo Catalina. No olvides que es tu decisión si lactas o no. Exige en el sistema de salud, que si deseas lactar, la preparación sea completa. Habla de la compasión, el cuidado y la flexibilidad que tu tarea necesita para que tú también estés bien. Se habla de salud materno fetal. Pues bien, la salud materna tiene que incluir el bienestar de la madre, su satisfacción y tranquilidad, la salud mental posparto importa. Hablo de la de la madre. De la salud mental de Tetalina, de la que nadie se preocupa porque se da por sentada.