Tener un aula para la enseñanza de la lengua materna es el sueño de todo docente de una lengua indígena en el mundo. Con un espacio adecuado y dotado para tal fin, los estudiantes se sentirían a gusto y motivados para aprender.
Con este sueño iniciamos la construcción de la primera aula bilingüe para la enseñanza del wayuunaiki de la que se tenga memoria en La Guajira colombiana.
Sin embargo, como los recursos para esta clase de iniciativas son escasos nos dimos a la tarea de hacer rifas, solicitar donaciones y buscar buenos corazones que nos apoyaran en esta causa.
La tarea no fue fácil, pero salimos adelante con el apoyo incondicional de los niños de la escuela, llevando agua, cargando barro y limpiando maleza. Ellos veían con entusiasmo la construcción de su nuevo salón de clases, el cual está hecho de paredes de barro, techo de zinc y palos de trupillo.
Con sus propios ojos y con el esfuerzo de sus manos, ayudaron a la edificación de un lugar predilecto para conocer más de su lengua materna, la lengua de sus ancestros y la lengua que los identifica en el tiempo.
Sus manos incansables, su energía ilimitada y su gran entusiasmo cada vez que había que traer madera, agua o demás cosas para su segunda casa fue el motor que impulsó este sueño.
El millón de sonrisas emitidas por los chicos fue el que no dejó apagar la esperanza, nos animó a continuar e impulsó el motor de este proyecto
Hoy tenemos un aula donde se escribe con letras de oro una nueva historia de la lengua indígena más grande de Colombia, el idioma que ocupa el brillo del amanecer guajiro desde que la creación cruzó ese infinito azul hasta la eternidad.