Antonio García, un comandante guerrero, dibujante y poeta

Antonio García, un comandante guerrero, dibujante y poeta 

El jefe negociador del ELN confesó pintar el mítico mural de Camilo Torres en la Nacional. Más allá de pintar, es buena pluma y no solo de comunicados políticos

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febrero 18, 2023
Antonio García, un comandante guerrero, dibujante y poeta 

Antonio García quien todavía se llamaba Eliécer Erlinto Chamorro Acosta., acababa de graduarse como ingeniero eléctrico en la Universidad Industrial de Santander en 1976, tenía 20 años. Su primera infancia la pasó en Mocoa, pero su familia se fue a vivir a Bucaramanga donde se graduó del colegio Santander. Allí conoció a dos de sus compañeros de lucha en el ELN, Israel Ramírez Pineda, mejor conocido como Pablo Beltrán y Pedro Cañas Serrano, alias Oscar Santos. Siendo bachilleres formaron varios paros. Se unían a las revueltas que hacían los estudiantes de la UIS. Quemaron llantas y cerraban calles. Prepararon cócteles Molotov. Cuando se fueron a estudiar a la UIS sentaron las bases para ser guerrilleros. Unos meses antes de irse para el monte García viajó a Bogotá a un congreso de estudiantes.

Chamorro Acosta era hijo de una familia liberal, cuando nació todavía estaban abiertas las heridas que produjeron el asesinato, el 9 de abril de 1948, de Jorge Eliecer Gaitán. Emeterio, su papá, viajaba desde las profundidades de la selva semanas enteras para asistir a reuniones Gaitanistas tan importantes, tan históricas, como la marcha del silencio o de las antorchas que sentaron un precedente de poder en las calles de la capital. En su casa el joven Eliecer aprendió dos cosas: los conservadores eran el demonio y los únicos curas que servían eran los que predicaban desde el púlpito la Teología de la Liberación.

Era 1976, un año lleno de revueltas universitarias. La imagen de Camilo Torres seguía fresca en la Universidad Nacional. Había caído diez años antes, en las inmediaciones de San Vicente del Chucurri, mientras recogía su fusil y un soldado, al mando de Álvaro Valencia Tovar, lo abatió. En la Nacional había sido capellán y los estudiantes, ebrios de revolución, querían hacerle un homenaje. Nada mejor que bautizar un edificio con su nombre. García fue de los que lideró la obra. Esto lo recordó en su cuenta de Twitter:

 - Antonio García, un comandante guerrero, dibujante y poeta

Es que, antes de coger un fusil, Antonio García fue hombre de pincel y pluma. En Mocoa, en el colegio, se solazaba con las letras de Pablo Neruda. Cuando llegó a Bogotá, a pintar el mural de Camilo Torres, se trajo un morral en donde cargaba libros de Gonzalo Arango o sus contemporáneos, el irlandés Seamus Heany o Derret Walcott. Lejos de ser dogmático, se reía de la obviedad panfletaria, mamertoide de Mario Benedetti, por quienes se derretían sus compañeros de lucha. 

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Antonio García, uno de los negociadores de paz del ELN con el gobierno Petro

Una vez se fue al monte Antonio García se convirtió en un hombre que sabía retratar los paisajes, sus vivencias, a punta de versos. Anotaba en papelitos arrugados por la humedad de la selva. Escrupuloso, cuando tenía un momento de paz en medio de las infernales caminatas, cuando descansaba de la tensión perenne de sentirse emboscado, llegaba a un campamento improvisado, sacaba los papeles y los revisaba una y otra vez. Muchas veces incluso desobedecer la regla de oro de cualquier guerrillero para evitar caer en emboscadas: apagar la luz a las siete de la tarde para evitar a los francotiradores del ejército que podrían estar en cualquier parte del espeso monte. 

En el fragor de la guerra fue puliendo sus versos hasta que completó cuarenta poemas y, a comienzos de los noventa, los publicó con el nombre de Desiertos. En esa época Antonio García empezó a cartearse con Gabriel García Márquez. Incluso cuenta que se vieron dos veces y que el Nobel alcanzó a sentir admiración por el veterano guerrero. Sus versos estaban limpios de cualquier viso de ideología barata. 

Uno de sus sorprendentes poemas dice así:
llegar primero nos detuvimos
aquí
en el último recodo de un instante
en la noche transparente
del destiempo
en la lenta densidad
de la ironía en el eco marginal del viento
en su partida
nos detuvimos
aquípara preguntarnos
si la suerte
estará
de nuestro lado
para saber
si llegaremos primero
que el camino.

A sus 66 años García espera que los diálogos de paz le permitan dedicarse a los versos y a la pintura. Espera que las reuniones en México lleguen a buen puerto. Por estos dia, y montado en la posibilidad de la paz, el poeta le va ganando la  batalla al guerrero. 

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