En 1979 cuando Cristina González Villegas entró a primer semestre de derecho en la Universidad El Rosario, ya sus compañeros sabían quién era. Gracias a las propagandas de Chiclets Adams donde salía en un biquini amarillo y blanco bailando en los comerciales de los canales nacionales: Cadena Uno y Cadena Dos, su rostro era muy popular en los pasillos de la universidad, pero no tanto como el del nieto del primer presidente que llegó al poder mediante un golpe de Estado, el general Gustavo Rojas Pinilla: Samuel Moreno Rojas.
Su mamá María Eugenia acaso era más conocida que su abuelo. Le decían La Capitana porque fue la primera mujer que hizo del curso de Policía en el país, y se graduó con honores. También se convirtió en uno de las primeras mujeres pilotos y su programa Cendas le llevó comida y cemento a niños que más lo necesitaban. Había criado a Samuel con toda la cartilla para ser presidente de la República, algo que ella no logró a pesar de que fue la primera mujer en Colombia en lanzarse a la presidencia por el partido la Alianza Nacional Popular –Anapo-.
Solo era cuestión de tiempo para que Cristina González y Samuel Moreno se flecharan, la clase de derecho romano fue la excusa para que él, un tímido crónico, incapaz de hablarle le pidiera a un amigo que le sirviera de celestina. La joven entonces aceptó la invitación pensando que la llevaría de fiesta a Keops, el sitio de moda del momento. No sabía lo equivocada que estaba. La primera cita fue en el profundo sur de Bogotá, el escenario no era un restaurante ni un bar, Samuel Moreno la invitó a una reunión política a donde asistieron sus papás.
Dicen que la novia del estudiante no es la esposa del profesional, pero la relación sobrevivió a la graduación y el romance se formalizó en un compromiso en La Casona, la casa familiar en Teusaquillo, la misma en la que el general Gustavo Rojas Pinilla organizó en 1953 el complot con el que se tomaría el poder tras el golpe militar a Laureano Gómez. La Capitana entonces desempolvó el delantal y volvió para complacer a Sammy a una de sus viejas pasiones la cocina. El pantagruélico banquete que sirvió se recordó durante mucho tiempo.
A Cristina González le sobraban las propuestas laborales que le llegaban para que modelara y presentara en los dos noticieros que nacieron de la Constitución de 1991: NTC y QAP, pero todas las rechazó. Después del matrimonio con Samuel Moreno acordó llevar una vida doméstica, asegurando siempre la atención y el bienestar de su marido que con firmeza daba los pasos que necesitaba para cumplir el destino que su mamá le había trazado: ser presidente de la República.
Cuidar a Mateo y Samuel se convirtió en el único trabajo de Cristina González. Espantar a los paparazis que querían fotos de los bisnietos del general Rojas Pinilla fue una de sus tareas más arduas.
En la campaña electoral de su esposo a la alcaldía de Bogotá, Cristina González siempre lo acompañó a cada discurso en tarima, cada evento, cada rueda de prensa, pero siempre de manera discreta. Una vez llegó a la alcaldía, no solo fue su esposo sino también su refugio, el único consuelo que tenía Samuel era un cargo tan ingrato en donde según la propia Cristina lo culparon hasta de los aguaceros que caían en Bogotá. Ella era una de las pocas con su suegra que creían que la alcaldía de Samuel Moreno sería exitosa y tal vez la fe ni siquiera se fue en el 2011 cuando le explotó el escándalo del Carrusel de la Contratación,
Cristina González estuvo cuando lo suspendieron de la alcaldía y en televisión se le veía leal a su lado en cada audiencia desde la acusación por cobrarle 5 mil millones de pesos a los hermanos Nule para evitar la cesión del contrato de Transmilenio por la Calle 26 a Conalvias hasta el doble pago de anticipos de la obra hasta la imputación de cargos por los que fue condenado a 24 años de cárcel.
Desde entonces Cristina González nunca dejó de atender a su marido, siempre se ocupó de todas sus necesidades en la Escuela de Carabineros, desde llevarle el almuerzo hasta hacerle compañía en los fríos domingos durante los últimos once años. Sus hijos ya son unos hombres, pero no continuaron con el legado político familiar, se dedicaron al sector privado.
El pasado 9 de febrero, Cristina González recibió la amarga noticia. Había visto a Samuel Moreno el pasado domingo 5 de febrero, y lo dejó bien. Había sufrido un infarto en la Escuela de Caballería, pero gracias a la cercanía con el Hospital militar a donde llegó sin signos vitales, lograron reanimarlo. Aunque llegó a la hora a la clínica, continua en Cuidados Intensivos.