En los anales de la música está muy claro que The Final Cut, un disco de 1983, fue el último trabajo de larga duración de Pink Floyd con la formación que mayor reconocimiento obtuvo a nivel mundial. A partir de allí la mítica banda británica se enfrascó en una pelea por la marca que la representa, como también por el aporte creativo de cada uno de sus integrantes. Siendo justos, así lo demuestra la misma confrontación, las querellas legales las han liderado Roger Waters, uno de los miembros cofundadores, y David Gilmour, el flamante reemplazo de Syd Barrett, ese diamante loco que sucumbió ante el LSD y que fue primer líder de la agrupación.
Todos saben que David Gilmour ganó la pelea legal, produciendo luego unos trabajos que nada tienen que ver con el espíritu conceptual de Pink Floyd; que Roger Waters ha vivido de su contribución musical y, por supuesto, de la puesta en escena de The Wall, según mi opinión, la ópera rock más brillante de la historia. Sin embargo, de nuevo se revive la vieja rencilla, siendo Polly Samsom, la mujer de David Gilmour, la que toma su vocería.
Decir por medio de las redes sociales que Roger Waters es antisemita y que es un resentido, no demuestra otra cosa que con la vejes no se deja de odiar, aunque aparentemente se haya aprendido a vivir con el dolor y la frustración. No tiene razón de ser que se ataque el activismo social de un gran artista, simplemente porque se hizo la reedición de un viejo disco: Animals.
La señora de David Gilmour, para los que no tragamos entero, aprovechó su triste comentario para manifestar un viejo malestar. Según ella, se le quita mucho crédito a su marido en Animals, un disco que conceptualmente nos lleva a Rebelión en la granja de George Orwell. El remix del disco debía salir en el 2018, pero Gilmour lo frenó porque en los créditos se desconocía su aporte, más influenciado por su mujer que por otra cosa. Nada más falso, porque su guitarra es incomparable de principio a fin.
Lo que sucede realmente es no se quiere reconocer que el sonido de Pink Floyd, así a más de uno no le cuadre lo que digo, lo catapultó el genio de Roger Waters, algo que su colega, David Gilmour, le desagrada. Como seguidor de la banda considero que una cosa fue esta mítica agrupación antes de 1983, y otra cosa muy diferente después de dicha fecha: Gilmour nuca toleró verse relegado a un segundo plano. Cada uno sacará sus conclusiones, pero a lo que a mí respecta todo pasa por saber cuál era el verdadero capo de la universidad del rock progresivo.
En conclusión, David Gilmour no es un miembro original del grupo, fue el reemplazo de Syd Barret, por lo tanto, el fallo judicial que lo benefició como dueño de la marca Pink Floyd es una de las injusticias más grandes del mundo de la música. Lo que manifiesto no le quita mérito a su trabajo, porque fue excepcional, simplemente que, bajo la tutela de su mujer, quiere borrar lo que muchos reconocemos: Waters era el hombre del sonido y de las grandes metáforas del mundo contemporáneo.