14F es la abreviatura del próximo catorce de febrero, fecha en que se iba a librar la esperada y reñida gran batalla de marchas para saber quién es quién y hace más bulla con pitos, vuvuzelas y tambores; quién puede llevar más banderas y camisetas tricolores; y, ante todo, quién aglutina más acólitos-partidarios-adeptos-fanáticos-hinchas fieles seguidores.
Ya sabrás que hay países que ese 14F celebrarán la fiesta de San Valentón, digo, San Valentín, día del amor y la amistad. Gentuza bien inculta trata de entrometer esta otra “celebreishon” en nuestra cultura patria. La misma que desplazó a los angelitos y primaron a los diabólicos del “jalogüín”.
Iban a ser simultáneas ─las marchitas o marchotas─ en cuanto a fecha, pero ¡miércole! (como diciendo mier%@ o estiércole), de la noche a la mañana la derecha retrechera pospuso su manifestación 24 horas, para el miércoles 15F. El “paro pro-nacional” oficialista sí irá el 14F. A menos que se postergue.
De tal manera que los petrosos-centroizquierdosos-nosotros iremos un día y los deuribechistas-quejicosos el siguiente. Entre los progres habrá simpatizantes del expresidente Nobel de Paz Juan Manuel Santos. Cabe decir que asistí, por carambola, a la presentación de su libro La tercera vía, hecha en el Club El Nogal, de Taboga-Vacatápolis-Bogotá DC, por allá en 1999. Lo narré en Centrismo político, una opción válida.
Rivalizamos no solo en las calles. También en la familia, el vecindario, el trabajo, la clase, el chat, el bar, etc. Eso es hasta normal. El cuento es que, en la disputa, no se cuelen atravesados ultras y sulfurosos extremos.
Observando esto desde una amplia perspectiva global, vemos a la neoliberal OTÁN enfrentando países socialistas como China, Rusia y otros.
Nosotros somos como carne de hamburguesa: en el medio.
¿Cuál fue el origen de este conflicto, izquierda versus derecha?
Vale esbozar un apretado resumen desde el principio, es decir, a partir de la aparición de la vida, hace unos 4.000 millones de años. Veamos.
La primera micromelcocha unicelular tipo procariota apareció porque apareció, con sus desordenados genes. Sus bases genéticas ACGT podrían significar que llevaba en su interior el germen de la discordia política. Digamos que tales iniciales señalan las cuatro principales posturas ideológicas: A por Activistas de izquierda, C por Capitalistas derechistas, G por Gente centrista y T por Tranquilos-como-Camilo de mentes indiferentes.
ACGT en realidad son las iniciales de adenina citosina, guanina y timina. Son las bases nitrogenadas de los nucleótidos que constituyen largas estructuras del ácido desoxirribonucleico, o ADN.
Fue así que la primera célula se vio sola y dijo: no es buena esta soledad. Por tanto, me dividiré en dos y que sea lo que quiera Dios. Y he aquí que una se fue a la izquierda y otra a la derecha. Créeme a pie juntillas: este es el verdadero origen de estas dos tendencias. Siguió una subdivisión y salieron dos más: una bacteria centrista y otra apática.
Pronto pulularon esas benditas bacterias procariotas por doquier.
Hubo un cambio digno de mencionar dos mil millones de años después. Las bacterias eucariotas, mejor dotadas, hicieron su feliz entrada en escena, con material genético ordenado y apiñado en un núcleo protegido.
Mil millones de años pasaron para que se diera una nueva trasformación. Un inquieto grupo de bacterias, en una convención socialista, decidió fundar el primer ser pluricelular, el cual se reprodujo a granel llenando todos los océanos. Podían ser esponjas, estrellas de mar, medusas, corales, etc.
Surgió hace unos 530 millones de años el vertebrado más antiguo, el primer pez revolucionario, al decir de George Novack en el libro Para comprender la historia.
Vino el salto a tierra. Un primer anfibio asomó sus narices y se dejó ver fuera del agua hace unos 380 millones de años.
¿Quiénes vinieron luego? Los reptiles, totalmente adaptados a la arena y las peñas, o sea a la tierra. Uno de ellos desarrolló una especie de vela plegable en su lomo. La abría al sol con las primeras luces del alba y de voraz hambriento lograba salir de primero, a comer y hartarse antes que otros pesados comelones reptilianos despertaran.
Pues de esos reptiles se derivarían los pequeños mammaliaformes. Sucede que se fue abandonando el nacimiento por huevo y quizás por razón de calor maternal, los bebés se arrimaban a la madre. Luego de un largo proceso instintivo de chupar el sudor del pecho de la madre, estas desarrollaron senos llenos de leche en época de lactancia. Podemos parafrasear el título de una serie de Neflix cuyo guionista es el escritor y exsenador Gustavo Bolívar: Sin chuponcitos, no hay tetonas paradisíacas.
Te sigo contando. Esos multifacéticos y chirriquiticos mamadores, no propiamente de gallo, se acostumbraron a refugiarse en cuevas para pasar de agache durante la cruel dictadura de los dinosaurios. De no haber caído el meteorito que hizo el cráter de Chicxulub, allí en la Península del Yucatán y el Golfo de México, a lo mejor no estaríamos contando la historia.
El primer mamífero data de hace unos 205 millones de años. Se asimilaba a una musaraña o un ratón. De aquí salieron los monos. Entre ellos los Mono sapiens, quiero decir, los Homo sapiens. Sí, señor. Para más señas: nosotros.
Y es así que durante eras y eones, en este ventetú, vamos centristas, izquierdistas y derechistas. Siempre en la guerra, la lucha, la pelea.
Una historia más explícita y concisa la encuentras en el libro Sombras de antepasados olvidados, de Carl Sagan y Ann Druyan. Léelo.
Claro, si te gusta leer.
Me imagino que sí, porque llegaste hasta aquí.