Como buen costeño no niego que me gusta la parafernalia de las fiestas en corralejas. Una cultura de hace dos siglos que está en crisis porque los alcaldes no dan los permisos, como ocurre en Sincelejo y Cereté.
En Sincelejo el Alcalde en el año 2014 negó el permiso por alegar problemas de orden público pero días el comandante de la Policía manifestó que se podían realizar las fiestas.
En Cereté el Alcalde se opuso desde el comienzo, siendo en la actualidad uno de los mandatarios que más fuerte ha criticado estas fiestas.
No obstante, surgen varios enigmas:
a. Una cosa es apoyar la cultura y el arte cuando se capotea bien al toro y otra muy distinta cuando se apuñala al toro criminalmente en plena plaza.
b. Una cosa es garrochar al toro y otra distinta cuando el toro mata al caballo por error del jinete.
c. Si hay regulación para la guerra con los tratados de Ginebra, mucho más debe haberla para las corralejas.
Asotoros es la agremiación que viene asumiendo la defensa jurídica de esta tradición y debo decir que las corralejas contribuyen en impuestos a los municipios, fomentan empleo, ayudan a los comerciantes, veterinarios, almacenes del agro, de ropa, de calzado y licoreras. Sin embargo, en la otra orilla, está el bienestar de los toros bravos aunque con su prohibición se extinguiría esta raza, pues son toros que solo sirven para la lidia. En contexto:
1. La votación dividida del debate de veredicto, deben preocupar los impulsores de estas fiestas.
2. En corraleja no se mata al toro, ni se quiere ver morir gente, la plaza explota en alegría cuando se ve el arte, pero se grita y se llora cuando el toro agarra al despistado o borracho.
3. Reglamentación si, prohibición no.