Al parecer, el verdadero cambio que soñaba el pueblo solo existió en campaña. El desorden aumenta. El pueblo, hastiado de tanta inseguridad, mentira en los ministerios, prosa literaria y falacias, sigue esperando lo que no ha de llegar. ¿Será que es mejor dejar todo quieto para no hacer más daño social?
Algunos medios de comunicación, a pesar de las malas noticias, insisten en decir que todo va bien. El pan de cada día en grandes y pequeñas ciudades, además de sectores rurales, es el aumento de la delincuencia. Hasta la alcaldesa de Bogotá no está de acuerdo con todo lo que el presidente Petro propone.
La delincuencia hace de las suyas, mientras los funcionarios obligados a trabajar por el bienestar social evaden sus obligaciones sentados en reuniones de charla que no solucionan nada y viajes innecesarios que acaban con el dinero público.
Noticieros radiales, redes sociales y televisión aumentan el rating en el ring de los trapos al sol entre viceministra y ministra que se defienden como buenas comediantes de la politiquería, que es la que maneja el país a base de mentiras. ¿Cuánto sueldo se paga por tanto chisme que no deja nada bueno?
Fecode también expresa su insatisfacción, incluso algunos maestros hablan de traición petrista. El hermano del presidente que negociaba con los de la cárcel ahora dice que no hace nada y, como Pilatos, se lava las manos. Se habla de que los delincuentes pagarán un millón de dólares para hacer parte de la paz total. ¿Compran su libertad echando en la bolsa negra que no se sabe quién la recogerá? ¿Qué vendrá después de tantas reformas que al parecer no son más que modificaciones de las modificaciones, que los de turno aprovechan cambiando lo escrito por años y que nunca mejora nada?
El presidente Petro insiste en dejar libres a los de la primera línea, pero jueces y fiscales se han dado cuenta del prevaricato que se cometerá si eso se acepta. Una reunión entre presidente y fiscal decidirá si se levanta la orden de detener a delincuentes que esperan estar libres para vivir sabroso con el presidente total.
Bandidos que matan y violan niñas (como se vio en Séptimo Día) están libres, mientras las niñas violadas exigen al presidente que la justicia ponga la silla eléctrica. Las víctimas de tanto crimen tienen razón al ver destruidas sus vidas, mientras la verborrea presidencial dice que no hará más cárceles y otros funcionarios dicen detener a otros delincuentes que están atemorizando a los citadinos que ya no saben qué hacer para salir a las calles. ¿Si el hacinamiento carcelario continua habrá que volver a las cárceles en las islas como la Gorgona, a donde hay harto espacio para que la pasen sabroso?
¿Colombia necesita la pena de muerte, como lo están expresando las víctimas infantiles violadas o muertas por personas que (como dicen ellas) no deben existir porque ya nada les importa y son metidas a las cárceles para que los impuestos del pueblo trabajador los alimenten? ¿Será que llegó la hora de discutir si la pena de muerte en Colombia es la solución?