Hay veces en que los temas a tratar resultan tan graves y delicados que merecen toda la atención, pero a la vez lo que hay que decir es tan poco que no se sabe, finalmente, si vale la pena traerlo a colación.
El asunto puede quedar resumido en la parte final de un artículo que hable de otra cosa, o estar refundido en cualquier tema. Pero, como se ha dicho, la cosa es tan grave y delicada que merece dos cosas. La primera, que se escriba de ella, y la segunda, que no importa su brevedad, sino su contundencia.
Tenemos un presidente tan hablador que para todo tiene la receta. Si le preguntan si los cojos deberían acompañar a Falcao, James y Cuadrado en la selección, dirá que sí, que es una pregunta interesante y que merece ser estudiada, y que someterá el tema a discusión en la Federación de Fútbol. Y el país arderá en llamas cuando todos sabemos, y algo más yo que soy cojo, que jamás un cojo jugará al fútbol tan bonito y preciso como lo hacen los tres nombrados arriba.
Y todo porque el presidente no sabía qué decir y se limitó a transmitir lo primero que se le vino a la cabeza.
Como ahora, hila gendarmería y Farc y proceso de paz y posconflicto y campo y gallinas y todo mezclado con el bonito francés y dice en voz alta y sin haberlo pensado jamás nunca, que las Farc puedan ser en un futuro las garantes de la tranquilidad campesina. Algo así dijo, tan campante. Y claro, el país arde, y Uribe y el procurador salen con lo de siempre y el país sigue dando vueltas y vueltas y vueltas en lo mismo.
Esperemos que no le pregunten pronto si los batracios pueden participar en los reinados de belleza. Quién sabe con qué agudeza mental nos sale nuestro presidente especializado en prender y apagar incendios a la velocidad de los cojos.
… y hablando de…
Y hablando de blablablá Santos, qué tristeza su actitud con el “presidente” venezolano.
Maduro insulta a la democracia y las libertades, echa vainas a diestra y siniestra, y nuestro presidente lo abraza como el gran amigo.
Será por ajedrecista.