El 6 de enero de 2023, durante la presentación de las carrozas en el Desfile Magno, los asistentes al Carnaval de Negros y Blancos (Pasto) se vieron sorprendidos cuando desde una maravillosa carroza una joven mujer, en evidente estado de alicoramiento, levantó la parte posterior de su bikini y expuso durante unos cuantos segundos sus senos al público asistente.
La imagen, como es usual en esta época de virus y viralidades, no demoró en expandirse exponencialmente y causar toda clase de juicios, particularmente de aquellos que descalificaban esa actitud. Unos cuantos pocos se dirigían a que este hecho puntual le restó puntos a la carroza que estaba en competencia, ya que, según anotan, están prohibido los actos “obscenos” de quienes participan en las mismas.
Por supuesto, la prensa nacional no pudo quedarse atrás. Tanto los medios de circulación nacional como los de circulación regional comentaron el hecho, sin dejar de lado la radio y las redes, donde las personas se mueven como peces en el agua ante este tipo de noticias. Recordando las mejores épocas del amarillismo rampante de El Espacio, esto fue lo que anotaron algunos medios al respecto:
- “Hace pocos días, un profundo malestar se generó en la sociedad nariñense. El hecho quedó registrado durante el Desfile Magno del Carnaval de Blancos y Negros este viernes 6 de enero, cuando una mujer que se encontraba en una de las carrozas mostró sus senos al público que estaba viendo el espectáculo en las calles” (Semana).
- “Indignación en Pasto por mujer que mostró sus senos en desfile del carnaval” (El Tiempo).
- “Polémica en Pasto por acto exhibicionista en carroza" (Diario del Sur).
En su gran mayoría, resaltan el estupor que causaron unas tetas al aire en la teológica ciudad de Pasto, hablando de que se expuso a los niños y jóvenes a un acto totalmente “inculto”, alejado de la tradición que se vivencia en una de las fiestas más importantes del sur de Colombia, en donde pulula el arte y la creatividad del nariñense. Recogen expresiones de las autoridades municipales que han descalificado el hecho y lo han catalogado como una verdadera afrenta contra la sociedad pastusa.
Personalmente, el mismo día que observé el video opiné en una red social señalando que el carnaval subvierte lo establecido y que era hora de que se dejara a un lado la mojigatería. Lo digo yo, que llevo en mi apellido la causa de estos resquemores. Como es usual en redes, no demoraba en poner el punto final cuando me llegaron muchos mensajes en donde me encaraban mi supuesto atrevimiento. Decían que siendo yo el actual presidente del Consejo de Cultura de Nariño no podía menos que sumarme a quienes manifestaban la indignación por ver una escena digna según ellos de una película de Pasolini, en el mejor de los casos. Curiosamente, la mayoría de mensajes insultantes provenía de mujeres, a tal punto que soy ahora un incrédulo de aquella solidaridad de género que tanto se postula.
El circo de la vida se llama la carroza en donde sucedieron los hechos, cuyo artesano es Michael Delgado; una paradoja, déjenme decirles, ya que lo que ha suscitado el hecho es un verdadero circo. Sigo creyendo que el carnaval es un momento en donde lo único posible es la subversión de lo establecido. Ahí la razón da paso a la pulsión y las lógicas se revierten para que la libertad pueda expandirse en toda su magnitud. El carnaval es ebriedad de vida, quienes juzgan están sobrios de razones.
El carnaval nos pone a todos en un plano de igualdad y con tanto juzgamiento lo que hacemos es sacralizar lo que debe seguir siendo mundano. Por eso es una fiesta popular, por más reconocimientos que tenga y patrimonialización que se haga. No asombran, por tanto, las especulaciones de la prensa nacional, tan distante de los territorios. Sus periodistas piensan que en los carnavales la gente únicamente es espectadora, desconociendo el entramado social que se mueve en todas y cada una de las familias nariñenses, donde con mucha anterioridad todos se preparan para la fiesta. El carnaval en su esencia es eso, una fiesta donde todos pueden ir sin ser convidados.
En cuanto a las reacciones locales, lo que existe es un afán mordaz por la singularidad. Quizá un triste rezago de la entrada tardía de los territorios al contexto de la nación. Es por ello que todo esencialismo es peligroso. Por creerse puro descalifica a todo lo demás. La “otredad”, por ser ajena, se ignora o se reconoce como poco importante. De ahí el desconocimiento de la fiesta dentro del mismo contexto andino nariñense, como si fuese exclusivo de un solo lugar.
Por ello no asombra que a los pocos días los titulares hayan cambiado y ahora digan que la protagonista resultó ser miembro de Only Fans, dejando a un lado entonces la moralina que resultó instantánea para mostrar ahora el supuesto interés que hay detrás de aquello que para muchos puede ser un performance (involuntario quizá), en donde lo que se demuestra es que efectivamente la vida es un verdadero circo.
Desde niños hemos crecido viendo en las carrozas senos redondos y blancos, con finos pezones rosados, tal y como durante tantas décadas los maestros artesanos mostraban a las mujeres en las carrozas. Poco después aparecieron los senos cobrizos y los pezones achocolatados, mucho más cercanos a nuestra propia realidad. Los puristas, con seguridad, pensarán que los primeros son los de las santas que reposan en las viejas iglesias de nuestras comarcas, y los segundos una representación de la idealizada Pacha Mama, restando con ello la pulsión penetrante que existe en cada uno de los artesanos para elaborar sus bellísimas creaciones, como si nunca hubiesen visto realmente una teta.
Que los niños y los jóvenes se trauman, ¡pamplinas! En la época del Homo digital nada le está vedado al ser humano. Si Playboy era un lujo que pocos podían darse en los 80 y 90, hoy la pornografía pulula en las redes y un seno no es más que un punto en el universo de lo que a diario pueden encontrar en la red. De ahí la revisión que debemos hacer de esa mojigatería ramplona con la que fuimos formados, especialmente en los colegios religiosos donde la sexualidad era una cartilla que pocos se atrevían a leer.
Desde luego que este no es el Carnaval de Rio de Janeiro, donde salir a ver garotas es el deleite de propios y extraños, ni tiene tampoco porque serlo. El nuestro es un carnaval andino, en donde el arte se expresa de diferentes formas y en donde el desnudo no debería asombrarnos. De ahí la invitación a revisar los reglamentos del carnaval. Así muchos recordaríamos más la genial propuesta de Michael Delgado, antes que detenernos en unas tetas al aire o en la brutalidad con que se le brinda licor a la mujer expuesta a todos los resquemores de una ciudad muchas veces pacata, como si toda la ciudad fuese un convent. Con ellas o sin ellas, ¡hay Carnaval de Negros y Blancos!