El oriente antioqueño y decenas de comunidades en todo el país están de luto al conocerse este jueves 29 de enero el fallecimiento de Regimberto López López, a quien conocieran como “Pillín Pillao, el mimo más mimao”. La razón del duelo colectivo es que este hombre de 63 años, flaco y de mirada dulce, cabello blanco y larga barba, llevó alegría y esperanza a comunidades desplazadas o agobiadas por la violencia en todo el país, y puso en marcha una experiencia a la que llamó “Enjambre de Alegría” en el año 2003, con el propósito de permitir a los niños víctimas del desplazamiento forzado en el oriente antioqueño sanar sus corazones desde el arte, la cuentería y la pantomima. Infortunadamente ese corazón que lo motivó a recorrer caminos y veredas de todo el país, le falló cuando sufrió un infarto que le causó la muerte.
César Buitrago, actual coordinador del programa Legión del Afecto en Antioquia, recuerda que conoció a “Pillín” cuando en los años noventa decenas de familias llegaban diariamente desplazadas como consecuencia de la cruenta guerra que se vivía en el oriente antioqueño. Mientras César buscó facilitar el hospedaje y tenderle la mano a algunas familias desplazadas de su natal San Luís, de donde también había salido desplazado, “Pillín” sabía que la risa era el mejor antídoto contra el dolor, su sola presencia y su mirada limpia, le devolvieron la fe a cientos de jóvenes y personas que transitaron con él por diversas regiones de esa Colombia que muchos no visitan por miedo.
Maruja, su madre a los ochenta años dijo alguna vez de “Pillín”: “ese es un bobo que nos estafó, se fue dizque a estudiar y no estudió nada, estuvo veintiséis años perdido, se puso de mimo. Un día Jhoncito el hermano estaba caminando en Barranquilla y por allá se lo encontró haciendo piruetas”. Esa forma enternecedora que su madre documenta es su transitar por la Guajira huyendo de los duros recuerdos de su destierro forzado en el oriente antioqueño, creyendo haber perdido a su familia. Allá en la costa Caribe encontró el amor y nacieron sus hijas, pero le pudo más el recuerdo de su tierra, y retornó a San Carlos donde tenía el anhelo de levantar una finca para recibir a todo aquel que quisiera visitarlo.
Era inevitable verlo y no asociar su escuálida imagen con Don Quijote, pero cuando se lo decían siempre aclaraba que él era Don Quijote “sin Mancha” porque él no había ido a ninguna guerra, y andaba con el pueblo colombiano que era “Sancho sin panza”, porque se moría de hambre. De un fino humor que reflejaba la realidad del país, abrió una pasarela con su desparpajo de mimo en medio de modelos y cámaras fotográficas, alguna vez en Medellín. Pero su realización fue encontrar el arte del mimo a los 45 años, que le curó el alma y le devolvió a la vida.
Su última gran hazaña fue ir en compañía de 300 jóvenes de diferentes regiones del país desde San Vicente del Caguán Caquetá hasta La Macarena en el Meta, en el corazón de la antigua zona de distención y a donde nadie va por el temor o la estigmatización que aún tienen las comunidades campesinas de esa región. Decía ser parte de un ejército de 1.550 jóvenes llamado Legión del Afecto donde “en lugar de ir a la guerra hacen arte” y que se inició en San Luís en el 2003.
Pillín es uno miles de héroes anónimos que habitan las veredas y ciudades del país, alguien que vivió su infancia en la madurez porque la guerra le arrebató la inocencia, pero no la esperanza y que desde el cielo seguirá anhelando un país en la paz que no es otra que la equidad y la justicia. Descansa en paz Pillín!