La noticia se regó como verdolaga en playa (BBC, El País, The Washington Post, El Tiempo) el 2 de enero de este año que apenas comienza: la mayoría de los cánceres son simplemente mala suerte. La asombrosa conclusión se había publicado en la autorizada revista Science (Tomasetti C and Vogelstein B. Variation in cáncer risk among tissues can be explained by the number of stem cell divisions. Science 2015 Jan 2; 347:78): “Solo un tercio de la predisposición de distintos tejidos a desarrollar neoplasias malignas, cánceres, está relacionada con factores ambientales o heredados. La mayoría se debe a la mala suerte”. Como los seres humanos somos primitivamente supersticiosos esa información nos produce pavor pues la “gran C”, el cáncer, colgaría sobre nosotros como una espada de Damocles. Por eso la noticia ha sido comentada y vuelta a comentar durante las últimas semanas en muchos medios de comunicación.
Yo la usé como instrumento de exploración y provocación. Durante esa deliciosa primera semana de enero casi todos estábamos de vacaciones y me reuní con cuatro amigos de adolescencia, los que nunca se pierden, a beber (chupar en panameño coloquial) y repetir los mismos cuentos y chistes según nuestros hijos. Como ya hemos llegado a la feliz edad en que se comparan dedos de urólogo y niveles de Antígeno Prostático Específico solté la bomba: el cáncer se debe a mala suerte.
Ninguno había leído la noticia, comprobando el habitual bajo nivel de interés en lo científico de las conversaciones actuales. Hoy preferimos inútiles chismes políticos y deportes. Uno de mis amigos, un hombre bueno y triunfador que ha conseguido todo lo que quiso en la vida y lo tiene, o eso parece, bien atado y asegurado me respondió un poco irritado: “Eso no puede ser, entonces ustedes ¿qué hacen?”. Refiriéndose a los médicos y nuestro oficio la medicina como si fuera nuestra responsabilidad eliminar el azar en nuestra vida biológica. No, mi querido amigo, los profesionales de la salud deben responder al sufrimiento que “el azar y la necesidad” biológicos (Monod, Premio Nobel de Medicina en 1965) nos causan pero no pueden eliminarlos de raíz pues son la vida misma. Y como la medicina hace mucho para aliviar el sufrimiento que llamamos enfermedad es necesario explicar un poco estos últimos hallazgos biomoleculares publicados en Science.
Investigadores de la Universidad Johns Hopkins encontraron una relación estadística significativa entre la frecuencia de división celular usual a partir de células madres en diferentes tejidos y la posibilidad de desarrollar neoplasias malignas. La mucosa del colon tiene normalmente una alta tasa de replicación celular y eso explicaría la gran frecuencia de cáncer de colon. El cerebro tiene células (las neuronas) muy diferenciadas que casi nunca o nunca entran en mitosis y por lo tanto los tumores malignos en el sistema nervioso central son infrecuentes. Todo esto se explicaría considerando que la replicación repetida del ADN en algunos tejidos arriesga la ocurrencia de más frecuentes mutaciones carcinogénicas. Como si algunas células de algunos órganos tiraran repetidamente los dados de su información genética y tarde o temprano saliera al azar C-Á-N-C-E-R en esos dados. Otros tejidos tiran menos los dados y tienen menos cáncer.
Pero el artículo y sus conclusiones han sido criticados con dureza en las últimas semanas. Lo que subraya que actualmente llegamos a frágiles verdades médicas y científicas tras una crítica despiadada de ellas, a veces parcializada, pues nunca son descubrimientos súbitos. Debemos siempre esperar lo que dicen otros expertos antes de gritar ¡Eureka! como Arquímedes. La revista Science quizás se equivocó al acompañar el artículo con un editorial titulado La mala suerte del cáncer, subtitulado El análisis sugiere que la mayoría de los casos no pueden ser prevenidos. ¿Por qué un respetado “journal” da ese paso en falso casi amarillista en sus titulares? Porque quiere ser leído. Quiere explorar y provocar con sus ideas como yo en las conversaciones con mis amigos y en algunas de estas columnas. En la gigantesca plaza de mercado de la información actual buscamos siempre ser oídos, atendidos y a veces entendidos.
Pero de toda esta discusión podemos sacar varias ideas importantes. Primero, los pacientes con cáncer no deben sentirse culpables de sufrirlo porque hay un elemento de azar considerable en el desarrollo de esta enfermedad (P Z Myers en BBC, 15 de enero, 2015). Segundo, aunque sea imposible la prevención primaria total de las neoplasias malignas (todos tendremos siempre algún riesgo) podemos hacer mucho con la detección temprana del cáncer, la prevención secundaria, para mejorar su tratamiento. Tercero, la sobrevida de los pacientes aún por pocos años puede ser importante porque la investigación biomédica avanza rápidamente. Por último nunca debemos desesperarnos ante los golpes del azar en nuestra vida biológica pues ella misma es azar y necesidad, suerte y circunstancias.