Existe un consenso, mejor, unanimidad, respecto a que el 2023 va a ser muy duro. Inflación, devaluación del peso, altos intereses, probable escasez de alimentos (y en todo caso fuertes alzas), incertidumbre climática (con riesgo para los agricultores). En lo internacional inestabilidad geopolítica por la guerra de Ucrania; pero también por la forma en que se recalienta la ‘guerra fria’’ en Irán, en las Coreas, en Taiwán. Y agitación política con las elecciones, donde parecen perder algo los políticos tradicionales que juegan a sus intereses personales -clientelismo, ‘mermelada’, feudos familiares, etc.,- y se espera avanzar en algo en la recuperación de la actividad y los escenarios políticos deseados, pero con la incertidumbre respecto a si lo que veremos es la consolidación o el reverso de la política del cambio que intenta Petro.
Lo que no existe consenso es sobre la causa u origen de la perspectiva tan complicada que nos espera en el 2023.
Las encuestas lo que muestran es una gran esperanza. Prácticamente en todos los aspectos ha mejorado -incluso se ha disparado- una visión más optimista que la de los últimos años; en especial con indicadores más favorables que los de cualquier ascenso de los presidentes de este siglo. Es decir que se refuerza la idea de lo que se expresó con el voto, en el sentido de que la sola expectativa del cambio es mirada positivamente por la mayoría del país.
Pero los dueños de la información convencional – sean los dueños de los medios o los periodistas directamente- parecen no solo no compartir esa posición sino intentan mostrar que lo que nos espera con el cambio solo tiene aspectos negativos o por lo menos dudosos. Tienen razón desde su punto de vista puesto que el cambio lo primero que afecta es a quienes se han beneficiado de lo que ahora puede cambiar; al fin y al cabo existe gente que le interesa que no cambie nada porque lo primero que cambiaría son sus privilegios o su poder.
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Los dueños de la información convencional intentan mostrar que lo que nos espera con el cambio solo tiene aspectos negativos o por lo menos dudosos
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Pero eso se definirá a futuro, ya sea porque se cumple la esperanza que caracteriza lo que muestran las encuestas (sobre todos en los jóvenes y los estratos más vulnerables), o porque se concreta la catástrofe que predicen los opositores no de Petro sino del cambio, de cualquier cambio.
Porque hay una gran diferencia, y por supuesto se genera una gran controversia, respecto a si es por culpa de los cambios que se proponen que será tan difícil el futuro inmediato; o si esto sucede es por la situación que se recibe, y por la carga de traumas y problemas que entrega el gobierno y el modelo anterior.
¿Será que es el cambio lo que traerá los problemas que vendrán, tal como lo diagnostican quienes hasta ahora han sido dueños del poder de la información? ¿O será más bien, como lo muestran las encuestas, que por el contrario el cambio es lo que genera la esperanza y la expectativa de solución para los problemas que dejó el gobierno y el modelo pasados?.
En últimas el debate sobre el futuro no es definible. Se acepta que será sumamente duro pero no se aclara la causa de esto. Y sin un diagnóstico acertado es altamente probable que caigamos en algo peor que una profecía autocumplida.
Porque lo grave es que para sacar adelante cualquier programa – y más si éste implica cambios de fondo- se requiere además del correcto diagnóstico el respaldo de la población. Y lo que buscan quienes promueven ese ‘ escepticismo’ –que es en realidad un saboteo- es desinflar el entusiasmo de la gente y así romper la dinámica que los perjudica, pues para ellos el éxito es el eventual fracaso del gobierno.
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