La guerra que se libra Ucrania
Opinión

La guerra que se libra Ucrania

La invasión de Ucrania es un contragolpe, una operación defensiva en respuesta al arrollador avance militar de EE. UU. hacia las fronteras europeas de Rusia

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enero 03, 2023
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El acontecimiento político, mediático y militar más importante de 2022 es sin duda la guerra de Ucrania. Que en realidad no es en strictu sensu “la guerra de Ucrania”, sino “la guerra que Estados Unidos y Rusia libran en Ucrania, que es algo muy distinto”, tal y como argumenta Atilio Borón, reconocido analista político argentino. La prueba más evidente de que esto es así es que si hoy el gobierno de Zelenski se sostiene y sus fuerzas armadas aún combaten es gracias a la ingente ayuda económica, política y militar que les ha venido prestando los Estados Unidos desde que las tropas rusas atacaran a Ucrania el 24 de febrero de este mismo año. El monto de la ayuda económica y militar recibida directamente de Washington desde esa fecha hasta diciembre se estima en 12.500 millones y está previsto que se cantidad se duplique en 2023.  A estas cifras habría que añadir la del gasto militar de las fuerzas armadas estadounidenses desplegadas en Europa y la de los países de Europa oriental que pertenecen a la OTAN y que apoyan directamente a los ejércitos de Kiev.

La ayuda política es difícilmente cuantificable pero no por ello es menos ingente. Toda la formidable maquinaria diplomática norteamericana se ha movilizado para conseguir que la ONU, la UE y en definitiva los países de los cinco continentes condenen la “agresión rusa” y se apoyen las duras sanciones impuestas a Rusia, entre las que destacan el bloqueo de las exportaciones de petróleo y gas, embargo de activos rusos en los bancos occidentales estimados en más de 300.000 millones de dólares y la expulsión de la selección de futbol rusa de la Copa Mundo de Catar y su reemplazo a última hora por la selección polaca. La ofensiva mediática resulta aún más incalculable porque su realización involucra el enorme trabajo de la prensa y las cadenas de radio y la televisión de medio mundo que habitualmente se ciñen a la agenda informativa definida por Washington y que desde las primeras horas de la invasión rusa a Ucrania están dedicadas a difundir todas aquellas noticias que muestran las pérdidas de vidas humanas y los graves destrozos materiales causadas por la misma. Eso sí, lo hacen con un despliegue y una frecuencia de las que han carecido las coberturas de las invasiones norteamericanas de Irak, Afganistán o Siria, para hablar solo de las mas devastadoras.

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En EE. UU. la campaña mediática internacional reitera un estribillo para neutralizar a quienes dicen que en materia de invasiones de países soberanos EE. UU. no es quien para arrojar la primera piedra

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En los Estados Unidos esta campaña mediática internacional reitera machaconamente un estribillo que obedece evidentemente al propósito de neutralizar a quienes dicen que en materia de invasiones de países soberanos Estados Unidos no es quien para arrojar la primera piedra. Que por el contrario lleva toda la vida haciéndolo. El estribillo es “la invasión rusa es una invasión inmotivada” y la contraparte sobrentendida es que las ordenadas por Washington no solo han sido “motivadas” sino “noblemente motivadas” porque han sido realizadas en todos los casos en defensa de la libertad y en contra la tiranía y del terrorismo.

Noam Chomsky destaca entre los analistas políticos e historiadores norteamericanos que han criticado el estribillo argumentando que en realidad Rusia si que ha tenido motivos para realizar esta invasión y que esos motivos no son ni la locura o la megalomanía de Putin ni su deseo de reconstruir a la Unión Soviética invadiendo los países que alguna vez fueron parte suya o firmantes del Pacto de Varsovia, la contraparte militar de la OTAN. Porque en realidad la invasión de Ucrania es un contragolpe, una operación defensiva decidida en respuesta al arrollador avance militar de los Estados Unidos hacia las fronteras europeas de la Federación Rusa.

Cabe decir, sin temor a incurrir en una exageración hiperbólica, que la guerra que actualmente se libra en Ucrania empezó en 1992, cuando Paul Wolfowitz, preparó para el Departamento de Estado un informe confidencial que el New York Times filtró y publicó bajo el título de “ US  Strategic Plan for Insuring no rivals Development”, cuya importancia puede compararse  a la del célebre telegrama de 1946 de George Kennan, diplomático norteamericano destacado en Moscú, que sentó las bases ideológicas de la Guerra Fría. Para esas fechas había caído el Muro de Berlín, Alemania se había reunificado y la Unión Soviética, al igual que el Pacto de Varsovia, se habían disuelto y Rusia había abandonado el socialismo, por lo que se podía afirmar con todas las letras que la Guerra Fría había logrado todos sus objetivos.

Wolfowitz planteaba sin embargo que esto no era suficiente. Que a pesar de tantos descalabros Rusia seguía siendo un país muy fuerte, con un formidable arsenal nuclear y unos excepcionales recursos humanos y naturales y que por lo tanto había que impedir que se recupera y se convirtiera de nuevo en un poder capaz de desafiar otra vez la primacía mundial de los Estados Unidos de América. Washington hizo suyo esos argumentos y sin prisa, pero sin pausa ha dado uno tras otro pasos para cercar militarmente a Rusia y promover en última instancia su desintegración. Tal y como propuso abiertamente el consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter Zbigniew Brzezinski en 1997 en su libro El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos.

Entre esos pasos destacan la incorporación a la OTAN a todos los países que fueron del Pacto de Varsovia y de los países bálticos, que lo fueron de la Unión Soviética. El golpe de Estado en Ucrania de 2014 que desalojo del poder a Viktor Yanukóvich, un presidente democráticamente elegido, que generó una guerra civil entre el oeste de Ucrania y el este ruso parlante. A la que se quiso poner fin con los Acuerdos de Minsk de 2015 que fueron sistemáticamente incumplidos por el gobierno de Kiev, que los aprovechó para prepararse para la guerra contra Rusia, tal y como y lo reconoció a su modo Angela Merkel en una entrevista concedida a Der Spiegel en noviembre: “El acuerdo de Minsk fue un intento de ganar tiempo. Y ese país usó ese tiempo para hacerse más fuerte como se puede ver hoy”.  Se hizo más fuerte militarmente con la ayuda y bajo la supervisión del Pentágono.

Coda. The Grand Chessboard, el título en inglés del libro de Brzezinski citado antes, está entresacado de una confesión hecha en 1898 por Lord Curzon a propósito de los países involucrados guerra de entonces en Afganistán: “Confieso que son piezas en un tablero de ajedrez sobre el que se está jugando una gran partida por el dominio del mundo”.

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