El rey ha muerto y no hay quien lo reemplace

El rey ha muerto y no hay quien lo reemplace

El fallecimiento del astro brasileño del fútbol deja un vacío inconmesurable. Lo que hizo en la cancha es difícil de igualar. Nadie le da la talla

Por: Alfonso Acosta Caparros
diciembre 30, 2022
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El rey ha muerto y no hay quien lo reemplace

En 1970, durante una tarde, yo estaba haciendo lo mismo que todos los habitantes del planeta: viendo por televisión la final del campeonato del mundo en México. La disputa era entre Brasil e Italia. Aunque por mi estatura (1.90 metros) yo estaba más enfocado en esa época en otros deportes como el vóley y el básquetbol, el fútbol no me era ajeno del todo y mucho menos Pelé, el mejor jugador de ese deporte. Con Brasil, él ya había sido campeón mundial en dos ocasiones: Suecia (1954) y Chile (1962). 

Pues bien, cuando corría el minuto 24 del segundo tiempo, lo vimos avanzando con el balón un poco más adelante del centro del campo y ligeramente por el lado derecho. Así pues, al llegar muy cerca al área de las 18 de Italia, todos esperábamos que hiciera lo lógico: patear elevado hacia la izquierda, en un centro cruzado, para que algún otro delantero brasilero cabeceara a la portería italiana. 

Todos mirábamos hacia la izquierda a ver dónde la iba a poner Pelé. Los defensas italianos miraban también hacia la izquierda. Los delanteros brasileros también miraban a la izquierda. El árbitro también miraba hacia la izquierda. Sin embargo, de pronto, Pelé, sin voltear a mirar, envió el balón un poco adelantado hacia la derecha. ¡Nadie esperaba esto! 

Solo Jairzinho venía corriendo a gran velocidad a la derecha y a espaldas de Pelé. Sin parar su carrera, el volante de la selección brasileña encontró el balón rodando a un punto servido en bandeja y le pegó un derechazo largo, rastrero y cruzado hacia la izquierda. Con la velocidad y la fuerza de un misil, este cruzó por entre brasileros e italianos. Los guantes del portero italiano Dino Zoff no pudieron impedir lo inminente. ¡¡¡Go-la-zo!!!

Nadie esperaba que Pelé hiciera ese magistral pase que engañó a todos en el mundo, menos a Jairzinho, que ya sabía que Pelé se la iba a poner a su pie para patear con toda su fuerza y puntería. Ahí, justo ahí, yo vi esa corona virtual de rey flotando sobre su cabeza. Solo un genio y su cómplice podían meter así uno de los cuatro goles con los que Pelé y Brasil se coronaron campeones del mundo por tercera vez. Una hazaña no igualada por nadie hasta hoy.

¿Por qué para mí Pelé es el más grande de la historia del fútbol? 

Edson Arantes do Nascimento nació en Vila Belmiro, una favela en Santos (Brasil). Allí ayudaba a Doña Celia, su madre, recorriendo las calles con su caja de limpiabotas. Durísimo comienzo y durísima lucha para un niño que fue apodado como la diosa del fuego, y que a los 17 añitos le metió a Suecia tres goles que lo coronaron a él y a su país como campeones mundiales por primera vez.

Como si todo lo anterior no fuera suficente, Pelé es el más grande porque a él y solo a él le tocó comenzar y crecer en el fútbol jugando en las calles más ahuecadas de su favela, y luego en las canchas más grandes y fangosas de Brasil y del mundo, pateando balones de cuero cosidos con fuertes y gruesos hilos que cuando se mojaban parecían rocas pesadísimas a las que pegarles con el pie o con la cabeza garantizaban dolor por días.

Además, le tocó la época en la que las telas de los uniformes eran pesadas, era necesario ponerse dos medias en cada pierna y cuando llovía no había de otra que jugar con ropa que pesaba tanto como sus guayos de cuero que debían pegarle una patada a una roca que era el balón.  Era demasiado agotador jugar así y mucho más brillar. 

Todas las estrellas de Pelé hacia adelante tienen toda la tecnología del fútbol a su servicio: canchas más pequeñas, césped artificial que parece mesa de billar, uniforme hidrofílico (las telas rechazan el agua de lluvia y sudor), guayos de colorinches neones en fibra de policarbonato y balones del mismo material (los hace suaves y muy livianos). Así que no me hablen de Maradona ni de Ronaldo. Menos de Cruyff, Ronaldinho o Mbappé. 

Estas prima donnas más recientes juegan en escenarios donde pueden flotar en el aire como Nureyev, el famoso bailarín ruso. En cambio, Pelé vestía como gladiador en coliseo y vencía; pero no solo eso, cuando la Selección de Brasil jugaba con su estrella era como si hubiera 11 Nureyevs en el coliseo... o un solo Nureyev y diez espejos a su alrededor. 

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