De Diomedes Díaz se han dicho millones de cosas. Todos lo hemos cuestionado en su momento desde el punto de vista moral por su romance con la cocaína, los excesos, el asesinato de una joven y la forma en la que, para bien o para mal, llevo la vida el cantante costeño. Muchos coincidimos en que, indudablemente, es un sujeto despreciable, justamente por su lejanía a la ética. Pero hay una gran cantidad de personas, amantes del vallenato en Colombia, que lo evalúan como artista y ahí, según ellos, es inaceptable que exista una crítica de parte de cualquier humano que desmitifique al cacique de la junta. Algo completamente ridículo porque, viéndolo sin ningún tipo de fanatismo o regionalismo, el guajiro estaba bastante lejos de ser un artista. Él no era más que un caricato que, para un país como Colombia, llenaba las expectativas de unos seguidores que poseen una formación artística casi tan irrisoria como la que yo tengo en el área de la criptozoología.
Según la Real Academia Española (RAE), máximo ente de regulación lingüística de nuestro idioma, la palabra artista cuenta con una importante variedad de posibles definiciones, en total seis. Solamente una, de esas seis, se acerca a una definición de lo que era nuestro benemérito varón fallecido a finales del 2013 y quien, actualmente, está de moda por ser el eje de una de esas telenovelas mediocres que se venden en Colombia como se venderían vasos de cerveza fría en el medio del desierto del Sahara. “artesano (persona que ejerce un oficio)” es la quinta definición que nos da la RAE de la palabra artista y la que, indudablemente, es más cercana a la realidad de la obra del cantante amado por millones de colombianos.
Volviendo a los significados que nos da la RAE, es estúpido pensar que el primero de ellos se ajusta a lo que fue la vida del ex convicto. “Se dice de quien estudiaba el curso de artes”, es lo que reza el diccionario en uno de sus apartes. Diomedes jamás tuvo una formación de conservatorio o de universidad, algo que no está mal, pero que lo excluye de esta definición. Otro renglón del libro, publicado por la institución cultural radicada en el barrio Los Jerónimos de la capital española, nos dice que un artista es: “una persona que actúa profesionalmente en un espectáculo teatral, cinematográfico, circense, etc”. Punto en contra de Diomedes pues si no se tiene una excelente dicción, vocalización, articulación y entonación, etc. No podemos hablar de un cantante profesional. Más allá de que su voz pueda ser agradable para algunos, no se puede ocultar el gran problema que tenía el guajiro al pronunciar consonantes como la s (cuando lo hacía) o la forma errónea en la que entonaba algunas silabas en varios de sus éxitos. Al no contar con una perfección absoluta en términos de actuación “artística”, claramente, no se le puede dar el calificativo de artista a una persona que, además, llevaba a la prosa y verso a sus expresiones más miserables. Artistas eran los que lo acompañaban en la parte musical, esos que hacían sonar de forma sublime un acordeón y que, por desgracia, vivieron siempre a la sombra de un tipo que no podía dejar de nombrar a sus amigos imaginarios (Dios, Virgen María, Espíritu Santo, etcétera.)
En definitiva, como era de esperarse, Diomedes Díaz es un producto cultural que encarna la mediocridad del pueblo colombiano.
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