Las 60 hectáreas de la finca San Luis se explayan como una mesa inmensa. La nieve perpetua de la Sierra se asoma entre los caballos. Acá es fácil ser poeta. Por eso es que en esta región la gente se despierta tarareando vallenatos que le vienen desde el sueño. Es la baja Guajira. Estamos a un kilómetro de Conejo, la vereda que durante 10 años fue un caserío fantasma y que empezó a repoblarse gracias a los acuerdos de paz con las Farc de noviembre del 2016. La UNESCO les acaba de hacer una distinción: ser patrimonio nacional por la cantidad de murales alusivos a la paz que tiene cada una de sus breves y pocas calles.
Acá en San Luis el sol pega duro desde las seis de la mañana. A esa hora Benedicto Gonzalez lleva rato en pie. Un tinto es desayuno suficiente. Desde esa finca, donde está uno de los proyectos productivos más exitosos de los excombatientes FARC, Benedicto opera, programa sus días de campaña. Porque él quiere ser alcalde de Fonseca, el municipio de La Guajira de 45 mil habitantes dominado en este momento por una lucha de bandas criminales, desigualdad y delincuencia. Aunque Julián Conrrado ganó en Turbaco, Fonseca sería el lugar de mayor influencia en el que un excombatiente tendría una alcaldía. Benedicto cree que puede ganar. La gente también.
Es miércoles en la mañana. En un kiosko este hombre de 52 años termina de hablar con una de las mujeres que hace el café La Negra, uno de los proyectos que se hacen en este lugar. Luce una guayabera tejida por los indios de Chiapas. Se prepara para asistir a un encuentro de compositores en Villanueva. Si la política no se le hubiera cruzado por el camino sería cantante vallenato. Igual, a pesar de los 16 años en los que estuvo vinculado en las FARC, Benedicto es antes que nada un poeta. Después de resolver los problemas internos de la granja envía un mensaje de voz con el estribillo de una canción con la que piensa participar y, por qué no, ganarse el concurso de Canción inédita alusiva a la paz, que se celebrará en febrero en Riohacha. La canción se llama Cuando se acabe la guerra y los primeros versos los hace él. La idea es que el compositor José Oñate Cordoba se la devuelva terminada. “Ey compadre, dame media hora y te la dejo lista”. Y puntual le envía la canción, Benedicto, satisfecho, sonríe. El poeta debe descansar, el resto del día la labor le queda al político.
Nacido en Mompox se fue muy niño con su familia para Valledupar a estudiar en el colegio Nacional Loperena, el lugar donde estudiaron revolucionarios como Rodrigo Palmera, luego se fue a estudiar Derecho a Barranquilla en la Universidad del Atlántico. Era los finales de los ochenta y en ese lugar convergían todas las fuerzas de izquierda como las FARC, el Moir, o la JUCO. Activista, el joven estudiante de Derecho no resiste la tentación de denunciar los abusos de la Fuerza Pública y la extrema derecha. Es cercano a Bernardo Jaramillo Ossa y lloró su muerte mientras esperaba un avión en El Dorado en Bogotá. La cercanía a la UP y a las luchas sociales hicieron que sobre él arreciaran las amenazas. En el año 2000, movido por la fiebre que despertaron los diálogos del Caguan se va a la zona de distención. Se acerca al Mono Jojoy y le cuenta su situación.
-No sea pendejo, afuera no hay condiciones, venga que acá lo protegemos
Y se enroló. Tenía 32 años. Con alma de periodista, arrancó con temas de radio. Se especializó en eso. Y cuando había tiempo componía vallenatos. Por eso se hizo tan amigo de Jesús Santrich, otro Caribe. Benedicto cree que los colombianos de a pie no conocen a Santrich. El desprecio que siente por Timochenko, que es una constante entre los comandantes de las FARC, se contrasta con la admiración con la que habla de Jesús. Mientras estuvo en la cárcel, después de la reunión que tuvo con un mafioso del Cartel de Sinaloa y en la que algunos creen que fue entrampado, le envió el dibujo de un caballo con café difuminado. Santrich no tenía derecho a usar un lápiz y entonces se lo inventó entre las rejas.
- Ese tipo era un artista, dibujaba, componía, escribía versos.
Benedicto atesora los cinco libros que escribió el comandante guerrillero. El que más le gusta es el conjunto de versos llamado Una prosa de amor para ella. En las FARC Benedicto no tuvo mucho tiempo para dedicarse a la poesía. Su nombre empezó a hacerse notorio en el 2008, cuando fue el encargado de llevar a cabo la liberación de Emanuel, el hijo de Clara Rojas, la mano derecha de ingrid Betancourt que fue secuestrada con ella en febrero del 2002. No estuvo ni en tomas guerrilleras, ni en emboscadas. Su labor fue la de ser maestro de escuela en las zonas rurales de Becerril. Sus dos papás fueron profesores así que llevaba en la sangre la vocación de enseñar.
A principios del 2016, en caso de que los diálogos con Santos fallaran, Benedicto, con unos estudiantes de la Nacional, estaba creando el EMU, una Emisora Móvil Urbana que cabía en una cajita de fósforos. Sus ondas tenían un área de influencia de un kilómetro a la redonda y podían sabotear cualquier emisión radial para que las FARC aprovecharan y mandaran un mensaje subversivo
-En eso estaríamos en las ciudades en caso de que la paz no se hubiera firmado.
Lleva seis años liderando las 60 hectáreas de San Luis. El año pasado, impulsado por lo que se decía en Fonseca, tomó fuerza la idea de lanzarse a las próximas elecciones municipales. Acá en San Luis creen que Benedicto puede ganar. En Fonseca también. Para ser un excombatiente su esquema de seguridad es reducido. No le gustan los escoltas, creen que lo alejan de la gente, lo que le produce urticaria al precavido y casi paranoico comandante Joaquín Gómez
-Yo quiero que la gente me sienta cerquita
Dice Benedicto quien se sube a su 4x4 a irse a Villanueva donde organizará, con los cantores y compositores más importantes de La Guajira, la primera universidad del vallenato. Eso lo concretará cuando sea alcalde de Fonseca, un logro del que no tiene duda podrá alcanzar.