“Su sonrisa es una raya de tiza”*: Gardel en el día del tango

“Su sonrisa es una raya de tiza”*: Gardel en el día del tango

Murió en un incendio en el aeropuerto de Medellín y no sería del caso especular el estado en que quedó su cuerpo, marcado con la etiqueta “el cadáver número 11”

Por: Laura Cecilia Bedoya Ángel
diciembre 09, 2022
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“Su sonrisa es una raya de tiza”*: Gardel en el día del tango

A mí siempre me ha parecido arriesgado hablar de Carlos Gardel porque su figura se convirtió en un mito querido por multitudes y porque ha desatado muchos textos relacionados con su vida, sin embargo, aunque mi apuesta de hoy no parezca original, me voy a referir a un aspecto del mito, su sonrisa.

El origen de la palabra sonrisa viene del latín sub-rídere, que quiere decir por debajo de la risa o risa disminuida.

“En los cientos de fotografías de Gardel que se publicaron en vida del cantor, el rasgo más común es la célebre sonrisa. Huelga decir que hay fotos del zorzal en otras actitudes -meditativo, preocupado, incluso a veces melancólico- pero el rasgo predominante, casi una marca registrada, es esa sonrisa amplia, generosa, cordial, con un centelleante despliegue de perfectos dientes blancos.”1

Todo esto conduce a pensar que su risa se conjugaba con la melancolía como si fuera el triunfo sobre la fatalidad que afloraba de un diálogo interno, en el sentido de celebrar lo que iba logrando, a la vez que acudían a su memoria aquellas cosas que había perdido o que no había logrado y aquí recuerdo El mito de Sísifo de Albert Camus, “La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables”.

El escritor Juan Carlos Onetti en entrevista que le hace Alfredo de Zitarrosa dijo haber visto al cantor en el escenario y luego al lado del café Tupí viejo. Le pregunta si Gardel era un hombre triste,  responde, "Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -Onetti tenía unos veinte años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía".2 

Ahora, no creo que sea arriesgado inferir que esos rasgos inherentes a su esencia personal le darían un tinte carismático en el sentido de atraer a quienes le rodeaban y remitiéndonos al pensamiento de Max Weber, esa cualidad lo hizo diferente de las personas corrientes y por esa misma razón recibió un trato especial que ante todo era de reconocimiento, pero también pudo ser de acogida y de aceptación.

Sería entonces su sonrisa un lenguaje verbal que serviría de pasaporte cotidiano a instituciones, espacios y personas. De todas estas, su estampa fue promovida por el cine, como un actor con porte de galán, buen cantor y además de tango, una formación cultural que estaba embriagando al mundo en la música y en el baile. 

Como puede advertir el lector, también instalé al cantor en el mito. De acuerdo con un tratado que hace Carlos García Gual, catedrático de filología griega, en la evolución que ha tenido la semántica de esta palabra “También se puede calificar de mito un objeto fantástico o un personaje extraordinario al que la imaginación eleva a un plano superior a lo real, algo o alguien cuya imagen deja un impacto deslumbrante en la fantasía colectiva (un tipo fabuloso, una irrepetible “estrella” de la canción o del cine o un campeón deportivo”.3 

Retomando a  su biógrafo, Simon Collier, lo describe como un ser amable y encantador con el aura que lo proyectaba igual que una estrella, hecho que favorecía la fácil relación con distintas personas, además se le consideraba un alma generosa y amigo entrañable. Es verdad que sobre su temperamento hablaron muchos de los más cercanos, en la lista están José Razzano, Armando Defino, José Aguilar y Elías Allipi calificado como uno de los verdaderos amigos de Gardel.

De todos es sabido que murió en un incendio en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín y no sería del caso especular el estado en que quedó su cuerpo marcado con la etiqueta “el cadáver número 11”, sí que uno de los médicos legistas registró una nota que recrea su hija Luz María, después de afirmar que su padre Luis Carlos Montoya Rodríguez había comprado boletos dos días antes de su muerte para la primera fila de la platea en un teatro de Bogotá.

“Siempre contaba que esa noche quedó impactado, además de por su forma de cantar, por lo blanco y parejo de la dentadura de Carlos Gardel quien, con su sonrisa mágica, atrapaba desde el escenario” y otro de sus hijos, Jorge,  agrega: “Mi padre recordó toda la vida la dentadura impecable de su ídolo y mucho más después del accidente; dijo que ella fue clave para identificarlo porque estaba impecable, en muy buen estado”.4 

Ahora después de recordar los versos del tango escrito por Alfredo Le Pera con música de Gardel: “Sus ojos se cerraron...y el mundo sigue andando,”, quienes visitan La Chacarita verán la estatua levantada en memoria del mito con su sonrisa de bronce.

Despido esta página con la evocación del cantor que apagó su ultima sonrisa en mi querida Medellín y con el fragmento de la fábula que alguna vez le escribiera Horacio Ferrer:

“Su sonrisa,

hijo, es una

pícara y honda y rara

raya de tiza

iluminada con luz de la otra cara

de la luna...”

* Ferrer, Horacio. Fábula para Gardel. Poema evocativo

(1) Collier, Simon. Carlos Gardel. Su vida, su música, su época. Editorial Sudamericana S.A. Buenos Aires 1989. P´.120

(2) Marcha, periódico. Junio 25/ 1965. Alfredo Zitarrosa.

(3) García Gual, Historia mínima de la mitología. Los mitos clásicos y sus ecos en la tradición occidental. Turner publicaciones, 2014. P.19

(4) https://www.clarin.com/zona/medico-reconocio-dientes-sonrisa-eterna_0_r1rStUGhDXx.html  (Consultado el 2 de diciembre de 2022)

 

 

 

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