No hay quien escuche a los jóvenes, ni instancia pública o privada que parezca interesada en anticipar los escenarios laborales que el mundo, el global y el local, les depararán en unos pocos años. Los gobiernos se suceden unos a otros sin planes, sin visión y, en consecuencia, sin resultados tangibles.
La situación que el Dane, juiciosamente, nos recuerda cada mes, es angustiosa. Los informes del mercado laboral nos machacan los tres fenómenos brutales que afectan, directamente, a los jóvenes.
En primer lugar, la tasa de desempleo de los colombianos entre 15 y 28 años, del 18 % (Dane, Nov.30/2022), al que se le puede sumar un 11 % adicional de “subocupación”, es brutal en cualquier escenario, latinoamericano o del club de la OCDE. La situación de la falta de empleo para las mujeres jóvenes es más grave aún que la de los hombres.
Segundo, los jóvenes, al ingresar al mercado laboral, entran a un corral en el que la informalidad es un verdadero lodazal: a nivel nacional, ni más ni menos que el 57,8 %. En 13 áreas metropolitanas, el 44,6 %.
Tercero, el flagelo de los “nini”, los jóvenes que ni estudian ni trabajan. De los 11 y pico de millones de compatriotas jóvenes entre los 15 y los 28 años hay 3 millones sin hacer nada, viendo desgranar sus días sin proyecto de vida, sin aprendizajes.
En este país de regiones, claro, las diferencias también son abismales. ¿Cuál será el estado de ánimo de los jóvenes quibdoseños y sus familias cuando en la capital chocoana la tasa de desempleo es del 31 % y la informalidad del 60 %? ¿O de los de Valledupar, Ibagué, Riohacha, ciudades todas con más de 25 % de desempleo juvenil y tasas de informalidad superiores al 60m% (con la excepción de la capital tolimense, en la que la informalidad “sólo” asciende al 50 %)?
Los datos de la situación de los jóvenes, que durante la pandemia empeoraron, han “recuperado” su nivel normal, es decir, el del desastre para las nuevas generaciones.
El lúcido ministro de Educación Nacional, Alejandro Gaviria, prometió algo más de 2 millones de nuevos cupos en la educación superior. No hay claridad acerca del componente de la calidad ni, menos aún, acerca de las oportunidades laborales previstas. El aparato productivo colombiano no está absorbiendo una proporción importante de los egresados de la educación terciaria, sean técnicos, tecnólogos o profesionales universitarios. Quizás, de cumplirse la meta del ministro, contaremos con más desempleados calificados dentro de unos años.
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¿Quién, qué instancia, está pensando en el futuro laboral de los niños y jóvenes, que no es otro que el del país mismo?
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¿Quién, qué instancia, está pensando en el futuro laboral de los niños y jóvenes, que no es otro que el del país mismo?
La revolución tecnológica, la misma pandemia, han acelerado cambios que, pareciera, no nos incumben. Organizaciones como el Foro Económico Mundial, MacKinsey, Korn Ferry, Coursera, LinkedIn, publican, de forma recurrente, estudios acerca de los profundos cambios que se están presentando en los mercados de trabajo y que, dada nuestra insularidad mental, creemos no nos afectan. Ocupaciones que desaparecen, empleos nuevos que se crean. Ámbitos en los que Colombia podría tener inmensas oportunidades asociadas a las energías renovables o la economía del cuidado. Escenarios laborales híbridos, nuevas competencias que el mundo reclama, para los que nos debemos preparar.
La capacidad de autoaprender, de pensar críticamente, de trabajar en equipo, de relacionarse empáticamente, de liderazgo e iniciativa, están a la orden del día y forman parte de las características de los trabajos del próximo futuro.
Ministerios como el de Trabajo, el de las TIC, el de Industria, Comercio y Turismo y, obvio, los de Educación y C&T, que inciden en las políticas públicas, deben manifestarse al respecto. No para crear puestos a cargo del estado, aunque sí para generar condiciones en la formación de las nuevas competencias en los jóvenes, favorecer el empleo juvenil y contribuir a la mejora de la competitividad internacional de nuestras pequeñas y medianas empresas. La situación es alarmante. Niños y adolescentes que en un lustro o dos formarán parte de la población de jóvenes en el mercado laboral necesitan construir su futuro… y el del país.
Difícil imaginar Paz total sin empleo para los jóvenes.