Bien lo dice el novelista Houellebecq cuando afirma que “toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus llagas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte”. Resumiendo: recomienda tocar las pelotas.
Y así, mientras París se levanta con el único grito de Je suis Charlie, bajo la dirección misma del presidente galo, a los muy pocos días es arrestado y sometido a juicio en el país del libre pensamiento el humorista Dieudonné (Diosdado, como el de Venezuela), por hacer apología del terrorismo con cualquiera de sus bromas subidas de tono, y el mismo primer ministro aplaudía tan valiente decisión afirmando que la incitación al odio y el antisemitismo son un delito.
Y ese es el delito cometido por Dieudonné: mofarse de todo, ser humorista sin censura, ser un tocapelotas.
Por tocapelotas, por bromistas y chistosos, cuando deben saber que las llagas de las que habla Houellebecq (otro tocapelotas) no pueden ni deben tocarse.
Lo mismo casi le ocurre en España a otro humorista tocapelotas, Facu Díaz, quien habría presentado un sketch en donde aparecía con pasamontañas negro con un telón atrás con el logotipo del PP, partido popular gobernante y jugando con que parte importante de ese partido está en juicio o tras las rejas, pues el tocapelotas, como si fuera un gran dirigente del partido, anunciaba la disolución anticipada del PP ante la imposibilidad de presentar candidatos para las próximas elecciones. Y el tocapelotas hizo su bromita utilizando el mismo esquema que usa la banda terrorista ETA en sus videos de promoción, pasamontañas y bandera con serpiente atrás, finalizando con un abrazo y, ya saben, “PP preso aketxera” que en castellano quiere decir los presos del PP a casa. Y en el PP, o los que quedan del PP y están libres, sacan a relucir cualquier articulito del código penal toda vez que “no se puede utilizar a la organización terrorista ETA para mofarse de las victimas del terrorismo”, o en palabras del novelista también tocapelotas, no se pueden tocar las llagas.
Tal como tampoco podían haberlo hecho los tocapelotas del Charlie Hebdo con la llaguita del Mahoma.
O Jaime Garzón, un magnífico humorista a quien le debemos una marcha en favor de la libertad de expresión. A Garzón lo mataron con varios tiros y ya.
Todos lo dicen: Viva la libertad de expresión, pero…
Y en el pero hay mil peros. Y hasta el papa, que a todos nos gusta o simpatiza, lo ha dicho bien claro al afirmar que no se puede provocar, que no se puede insultar (¿insultar?) la fe de los demás. Que le gusta la libertad de expresión, pero…
Pero…, el pero de siempre.
Si en la muy libre Francia arrestan a Dieudonné por tocar las llagas intocables, solo con la palabra y el chiste, la parodia y la inteligencia, o en España quisieron emproblemar a Facu Díaz por mofarse del estado corrupto y en donde por fortuna hace muy pocos días un juez de la Audiencia Nacional ha archivado la causa, no imaginemos qué ocurre en el resto del mundo con bromas de mucho menor calibre.
Me disgustan sobremanera las palabras poco agradables de Daniel Samper Ospina cuando hace comparaciones impropias de las Meninas de Velásquez con la alcaldesa de Barranquilla. Eso es muy gamín, lo de burlarse de la enfermedad de la gente, y hasta ahí dejé de leerlo.
No lo leo y pare de contar. Hace mucho que tal vez solo ojeo el titular de su artículo en Semana y paso al siguiente tema. Pero, tiene todo el derecho a decir lo que a bien tenga. Así como todos tenemos el derecho de tocar llagas intocables, de ser tocapelotas y decir en voz alta y con mala pronunciación Je suis Charlie, así no me parezcan muy recomendables los besos con lengua entre Mahoma, Dios y el ángel guardián de la moralidad.
Apenitas le metemos el pero a la libertad, apenas arrestamos o matamos a quien toca las llagas, bienvenidas las cadenas.
Por eso creo que no nos debemos dejar confundir. La libertad de expresión es una, la completa y sin cercas, el gran goce de poder opinar o leer u oír opinión de todo, así estemos, como siempre, tremendamente equivocados. La libre expresión no puede ser aquella limitada a no ofender a los demás o no tocar llagas que irritan.
… y hablando de…
Y hablando de libertad de expresión, me uno a los muchos periodistas que hay en Colombia, no tocapelotas u humoristas, periodistas de investigación que denuncian la corrupción o el terror en lugares apartados, inermes e indefensos y sin que a nadie asuste o alarme son asesinados con dos tiros en la nuca.