Ya es necesario que se retome el respeto por la discusión democrática; sobre todo en algunas corporaciones de elección popular: asambleas, concejos, congreso, etc.
En la Antigua Atenas, seis mil ciudadanos eran convocados no menos de 40 veces en el año para debatir sobre los temas de interés de la ciudad.
Aunque a veces discutían sobre asuntos no tan importantes, lo más destacable de ese novísimo ejercicio de reunión era la primacía de la razón y el diálogo argumental como la herramienta más útil para procurar su desarrollo y como el más efectivo método para transigir las diferencias.
Esos ciudadanos que hace siglos se sentaban pacientes durante horas a discernir en una gradería de piedra establecían ya las bases de la democracia deliberativa.
Si bien en las corporaciones de elección popular hoy tenemos mujeres y hombres brillantes, con trayectoria y currículum envidiables, que nos ofrecen disertaciones sobrias y profundas sobre los temas de interés nacional, estos no alcanzan a resonar lo suficiente.
Desafortunadamente, los que logran el protagonismo son los que acuden a los llamados “simbolismos”, actos que, aunque también son llevados a cabo por políticos inteligentes y resultan válidos en el marco del derecho a la libre expresión, muy poco contribuyen a la progresividad de la democracia (por el contrario, caldean la polarización).
Muy seguramente si hoy el orador romano Cicerón alcanzara la revivisencia y nos pusieran a escoger entre la posibilidad de escuchar sus catilinarias o ver un reel de uno de nuestros connotados influencers, optaríamos por el segundo. Todo por la comodidad que se nos ofrece y el escaso interés que tenemos por bucear en las aguas profundas de la argumentación racional.
Qué bueno sería que para alcanzar una estrella en el paseo de la fama de la democracia no fuera necesario tener que acudir a la trivialización o ridiculizacion del oponente o de una circunstancia política.
Ojalá sea otra vez el poder del argumento el que de nuevo nos deslumbre, pues todavía existimos ciudadanos que categorizamos a la democracia en la sección de aquello que se debe considerar sagrado. ¡Que el afán de los líderes políticos se centre en ser eficientes antes que en ser famosos!