Angélica Hernández jamás imaginó tener a su tercer hijo encerrada en una cárcel y mucho menos que su popularidad se le iba a devolver como un boomerang. Pasó de vivir sin ninguna necesidad, acompañada de su pareja y sus hijos, a no tener una comida decente y a compartir un colchón en una celda en Pereira. Las redes sociales, que fueron su medio de trabajo y la herramienta para crear una comunidad, le darían la espalda y le harían vivir un tormento.
A primera vista pareciera que a Angélica nada la pudiera doblegar. Imponente con su metro setenta y sus ropas negras, era la viva imagen de la seguridad. Sin embargo, una mujer como ella se puede llegar a romper. Cuando recuerda los difíciles momentos que vivió en prisión no puede evitar que se le quiebre la voz.
Su reconocimiento creció después de participar en la primera edición de ‘El Desafío Superhumanos’, en el 2016. Su número de seguidores en Instagram se contaba en cientos de miles y con ello vio la oportunidad de hacer de su imagen un emprendimiento. Fue así como una empresa de artículos a base de cannabis la contactó para que promocionara sus productos y ella aceptó.
“Cuando estamos en plena pandemia llegan a mí unas personas y me comparten un portafolio de productos, y eran americanos. Entonces mi tarea fue investigar, veo que los productos son reconocidos, con premios por sus estándares de calidad y para mi se vuelven la evolución para la cultura cannabica, entonces estas personas me ofrecen hacerle publicidad a los productos.”
Trece años de creer y confiar en la cultura que impulsa el uso del cannabis, la llevó a estar vinculada con una banda llamada ‘Los Académicos’, los cuales vendían alucinógenos a través de redes sociales. En ese momento, la persecución de la Fiscalía fue incesante y Angelitahera, como se lee en su perfil, fue etiquetada y procesada como una de las peores delincuentes, cuando su único pecado fue publicitar unos productos que tenían como base la marihuana.
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Por ese entonces, la modelo se encontraba en estado de embarazo de alto riesgo y a pesar de esto, no tuvieron ningún tipo de piedad con ella. La estadía de su condena estuvo dividida entre una celda de 2x2, donde tenía que convivir con 4 reclusas más y en donde la luz del sol no tenía espacio, y un cuarto de hospital en el que recurrentemente monitoreaban su estado de salud.
“Tres meses en calabozo, un mes y medio hospitalizada con acompañamiento de la Sijin, un mes y medio en la cárcel de Pereira, seis meses en la cárcel de Armenia y 8 meses de domiciliaria en casa. poco más de un año y medio privada de la libertad.”
Tratos indignos, no disfrutar de un buen plato de comida y no poder ver a sus hijos, dejaron una marca en ella. Sus ojos se ponen vidriosos y se le corta la voz cuando pasa por su mente el recuerdo de la separación del hijo que acababa de nacer y que apenas pudo amamantar durante seis meses.
Su tortura no se limitó a ser tratada como una de las escorias de la sociedad, sino que la vulneración de sus hijos y someterlos a ver a su madre siendo acusada injustamente, fue lo que la motivó a aceptar unos cargos que no cometió y a luchar para obtener la libertad; y desde afuera poder limpiar su imagen.
Aunque su amor por el cannabis no desapareció, sí lo culpó por haberla llevado a conocer el infierno en la tierra. Meses después, obteniendo una libertad condicional, se reconciliaría con la marihuana medicinal y seguiría siendo promotora de su uso; pero esta vez con unos productos colombianos.
Actualmente, prepara un libro que recopila su historia, sus pensamientos y lo que sintió con este proceso que no la vuelve una víctima, sino que la hizo ser más fuerte en una sociedad donde los “ignorantes”, como ella misma menciona, son lo que tienen que pagar por los delitos de los demás.
Las2orillas habló con ella: