Enviado especial RFI a Doha, Carlos Pizarro.
"¡Queremos cerveza!", gritan en la zona de fanáticos instalada en Doha, un enorme recinto poblado de pabellones de ocio en el que se multiplican los conciertos y donde los amantes del fútbol pueden seguir todos los encuentros del Mundial, a través de pantallas gigantes.
Al fondo del recinto se ubica el puesto de venta de cerveza. Solo abre sus puertas a partir de las siete de la tarde. Desde hace dos horas se divisa una enorme fila de espera. “Es casualidad que se ubique además en frente de la puerta donde van a abrir dentro de poco”, dice a RFI el primero de la fila, que hace parte de un grupo de seguidores mexicanos. “Durante la hora y media del partido, me tomaré unas dos o tres cervezas”, calcula la mujer que lo acompaña.
Se abre el puesto de alcohol y cientos de fanáticos se precipitan en busca de su poción mágica. “Nos salió caro porque adelantamos unas cuantas cervezas”, cuenta un argentino.
La espera es desesperante, dicen los hinchas. “Hace falta una cerveza para ambientar”, precisa otro latinoamericano. Cada cerveza de medio litro cuesta unos 13 dólares.
Si la entrada es emocionante, la salida es apoteósica. “¡Sí se pudo!”, gritan los mexicanos tras la victoria de su selección. “Y sin mi cerveza no hay alegría”, comenta un hincha. “Este trago sabe al campeonato del mundo”, agrega su compañero.