Siempre hemos necesitado de un opuesto, de un Yin y un Yang, de esos que nos desafían a mostrar nuestros alcances, habilidades, talentos y poderes, esos que nos hacen competir con base en el contraste, la diferencia, la discordancia y la comparación, y que de una u otra forma así como expresaba Heráclito, son necesarias para la existencia la una de la otra, haciendo posible eso que este mismo filosofo denominaba como la ‘’lucha de contrarios’’ en donde más allá de la pugnacidad constante siempre se necesitará de aquel contradictor que permita que se forme una identidad, un discurso y unos principios propios, y así permear aquella lucha justa y necesaria que le da vida a mi enemigo y a mí mismo, esa que ha permitido que podamos seguir comparando a Dios y el diablo, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y todo aquello que logre la diferenciación.
Es precisamente que gracias a esa necesidad humana imperante de tener un opuesto, hoy más nunca el concepto de la oposición política tiene aún más relevancia, más aun sabiendo en los desafíos y peligros que asechan a nuestras frágiles y decadentes democracias, esas que cada vez más están permitiendo y cediendo terreno ante la llegada de los unanimismos con tintes de dictadura, aquellas que vulgarmente encarcelan al contradictor, aquellas que vituperan derechos políticos de sus adversarios o aquellas que hacen pedir asilo al que se atrevió a alzar la voz frente a las injusticias del dictador.
Para nadie es un secreto que unos de los pilares y principios de una democracia decente y republicana es la de la tener una oposición, esta entendida como aquel líder, partido o partidos políticos que no ostentan el poder, pero que tienen la grata función de hacer veeduría, contrapeso, debate y control al gobierno de turno, y así evitar que el poder obnubile y cegué al que lo ejerce. Sin embargo cabe preguntarnos ¿Colombia tiene hoy una oposición? y si la tiene ¿bajo qué lógica la ostenta? y si no la tiene ¿qué efectos tiene en nuestra frágil y decadente democracia?
Infortunadamente, y sin llegar a exagerar puedo responder que en mi opinión hoy Colombia no tiene una oposición, o por lo menos una decente e inteligente, una que debería tener un discurso de altura y con argumentos, ya que desgraciadamente los supuestos líderes que debieron agrupar bajo una sola bandera y voz este derecho y principio democrático, optaron por dar un paso al costado, como el hasta hace poco senador y candidato presidencial Rodolfo Hernández, o prefirieron ocuparse de sus litigios y problemas legales de sus desgastadas y cuestionadas carreras políticas, como bien le está sucediendo al expresidente Álvaro Uribe.
Hoy la oposición colombiana esta huérfana, los colombianos que no se sienten representados en el gobierno petrista no tienen un verdadero líder o partido que logre poner de manera concreta, manifiesta e inteligente sus peticiones, diferencias y sentidos de ver el país, ya que por un lado como bien dije anteriormente no hay un líder visible y contundente, y por el otro lo que se dice llamar oposición, cada vez más está teniendo menos argumentos para darle contrapeso a las decisiones y propuestas del gobierno, y cada vez más en cambio, está recurriendo a incoherencias, decadentes, mentirosas y vulgares prácticas que permiten que el discurso con argumentos y elaborado les dé una cachetada a su escasa inteligente oposición.
Es imperioso y necesario que la supuesta oposición que hoy se dice haber, logre agruparse en unos claros y contundentes objetivos y principios, unos que permitan darle gasolina al derecho legítimo a la oposición política, principio clave para la democracia, y sobre todo para la democracia colombiana, esa que también puede peligrar si no se tiene contrapesos, líderes y partidos que interactúen y desafíen ese poder que en ocasiones se utiliza de la peor manera. Es así como finalmente hago un llamado; la oposición esta huérfana, ¿quién la quisiera adoptar?