En Colombia se requiere trabajar, de manera urgente y prioritaria, el músculo más importante, aunque sea el más atrofiado de nuestros maltratados y deformados cuerpos, lo que necesariamente significa que estamos haciendo referencia al cerebro, porque somos un país al cual se le ha educado y se le ha enseñado a no pensar ni tampoco analizar para seguir como manadas de dóciles borregos, sin protestar ni molestar, a una clase de dirigentes indecentes e irresponsables, hasta el extremo que éstos se hayan empoderados a través de una inmoralidad extrema, rampante y desenfrenada, transformada en lujuria y locura personal.
Tanto es así que se acostumbraron a decidir de manera antiética, egoísta y usurera, apropiándose sin recato del erario y por ende de las instituciones públicas y por consiguiente del Estado, convirtiéndolas en feudos que se encuentran en manos y bajo control de personajes pertenecientes a movimientos políticos o de clanes familiares más parecidos a mafias o a organizaciones delictivas, por lo cual, como ciudadanos afectados.
No podemos seguir igual de indiferentes, indolentes ni mucho menos cohonestar con esta situación sí a la par somos conscientes al saber que en ello está la fuente y la fuerza que motiva la gigantesca corrupción que carcome los cimientos de los pilares que sostienen a nuestras disgregadas, desunidas y desgraciadas sociedades, de allí surge la cruda realidad que indica lo inoperante y a la vez el exabrupto que es exigirle colaboración a los medios de comunicación tradicionales y a las instituciones educativas existentes.
En cuanto éstas han sido y son de propiedad de esas mismas clases directivas, implicando que tenemos que asumir como individuos la campaña quijotesca de demolición de los parámetros y modelos construidos sobre sistemas económicos y financieros basados en un capitalismo sustentado en el salvajismo comunal sin consideraciones de justicias sociales y equitativas, dejando en claro que aunque la economía, la religión y la política sean estructuras sociales fundamentales lo son mucho más el medioambiente y todos los seres vivos que convivimos sobre y debajo de él.
El que hasta ahora, como especie humana, no lo hayamos podido comprender, discernir ni descifrar no significa que no se pueda enfrentar y atacar de forma individual, tomando en consideración que es algo que no tiene ningún límite en el tiempo, pues al provenir este gigantesco esfuerzo desde las clases menos privilegiadas obligatoriamente será una campaña monumental, que parece imposible, ojalá el actual gobierno, denominado del cambio y del pacto histórico, considere unirse a esta propuesta voluntaria y sin mesías, remarcando que por eso dicen popularmente que la esperanza siempre será lo último que se pierde entre sociedades sumidas en medio de su propia confusión.
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