Justicia divina para Diomedes, el Cacique de la Junta

Justicia divina para Diomedes, el Cacique de la Junta

"Diomedes paseaba campante por el César prófugo de la justicia".

Por: Camilo Ernesto Forero
enero 20, 2015
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Justicia divina para Diomedes, el Cacique de la Junta

“A mi no me gustaría morir ni viejo” le contestó hace más de veinte años en una entrevista Diomedes Díaz al difunto periodista Ernesto McCausland. El 22 de diciembre de 2013, después de 56 años de vida, de excesos y de múltiples problemas con la justicia, llegó el día final para el cantante vallenato.

El 15 de mayo de 1997 fue encontrado en los alrededores del municipio de Combita, Boyacá el cuerpo sin vida de la joven Doris Adriana Niño. Lo que inicialmente fue tratado como la muerte común y corriente de una prostituta en las inmediaciones de Tunja terminó en una fuerte disputa judicial cuyo protagonista fue el reconocido y difunto cantautor guajiro Diomedes Díaz.

En enero de 2001 el Juzgado 46 Penal del Circuito de Bogotá condenó a Diomedes Díaz, a quien el maestro Rafael Escalona bautizó como ‘El Cacique de la Junta’, a la pena de doce años y seis meses de prisión, como autor penalmente responsable del delito de homicidio preterintencional del que resultó víctima Doris Adriana Niño. En segunda instancia el Tribunal Superior de Bogotá, atendiendo el recurso de apelación presentado por su defensor, Yesid Reyes Alvarado – hoy Ministro de Justicia, concluye que la muerte de la víctima fue producto del exceso en el consumo de cocaína y de actividad sexual violenta, motivo por el cual le fue reducida su condena a 37 meses de prisión al ser el tipo penal aplicable el de homicidio culposo agravado.

¿Cómo lograba entonces Diomedes recorrer la costa caribe ofreciendo a sus fanáticos memorables parrandas vallenatas si al mismo tiempo las autoridades judiciales se empeñaban en lograr su captura? Además de sus incuestionables dotes artísticos y de su carisma por el cual será recordado como uno de los más grandes exponentes de la música colombiana de todos los tiempos, Diomedes demostró ser un gran evasor de la justicia.

En vista de que padecía el terrible Síndrome de Guillaume-Barré, que atrofiaba sus músculos y su sistema nervioso, Diomedes evitó ser detenido preventivamente en un centro penitenciario y logró ser recluido placenteramente en su propia casa. Una vez se demostró que gozaba de plenas condiciones de salud, bajo la custodia de David Enrique Hernández, alias ‘39’ y segundo al mando de Rodrigo Tovar alias ‘Jorge 40’, Diomedes paseaba campante por el César prófugo de la justicia sin que los retenes del ejército o de la policía, ni demás autoridades judiciales pudieran capturarlo. Era tal la deidad del Cacique que ni en presencia de políticos de la región o de las Fuerzas Armadas del Estado, Diomedes podía ser capturado en sus conciertos y toques a pesar de ser su ubicación conocida para cualquiera.

Finalmente, Consuelo Araújo, ‘La Cacica’, quien antes de ser asesinada por las FARC imploró a Diomedes para que se pusiera a merced de la justicia y se pudiera dedicar a su fanaticada una vez cumpliera su condena, el Cacique decide entregarse a las autoridades e ingresa a la Cárcel de Valledupar el 26 de septiembre de 2002.

La adversidad no termina aquí. En 2003 la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia en una casación oficiosa acaba con el triunfo logrado en apelación y confirma el fallo de primera instancia que condenaba a Diomedes a doce años y seis meses de prisión, al concluir que la causa de la muerte de Doris Adriana fue una asfixia mecánica provocada y no una violación al deber objetivo de cuidado en el suministro de cocaína. Beneficiario de la aplicación por favorabilidad de la reducción punitiva que contempló el Código Penal de 2000 para el homicidio preterintencional, un Juez de Ejecución de Penas en Valledupar en julio de 2003 redosificó su pena a 78 meses de prisión. Luego de tres años y siete meses de reclusión, Diomedes recupera su libertad bajo libertad condicional y el pueblo que por tanto tiempo lo acompañó en su calvario lo recibe no como el homicida que había creado la justicia, sino como el mesías nacional que por tanto tiempo estuvo ausente de sus feligreses.

Lo único cierto sobre este fenómeno del espectáculo en Colombia es que ni el homicidio de Doris Adriana Niño, ni los incumplimientos de sus conciertos, ni las denuncias por inasistencia alimentaria de las decenas de madres que aseguran haber dado a luz a un heredero suyo, lograron impedir el glorioso ascenso del Cacique de la Junta a la inmortalidad. Serán pocos los que recuerden a Diomedes por sus líos con la justicia y no por su cálida y viva voz. Serán pocos los que repudien sus treinta y cinco discos y millones de copias vendidas por sus excesos con las drogas y el alcohol. Antes que nada “El Cacique” será recordado como un dios terrenal que logró cautivar los corazones de millones de fanáticos, que sin importar su clase social o estrato cantarán sus versos por la eternidad a lo largo y ancho del territorio colombiano. Pero solo Dios fue capaz de apaciguar los deseos inmensurables de Diomedes de que nunca llegara el día de su muerte.

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