Zoe Valdés bailando en el recuerdo
Opinión

Zoe Valdés bailando en el recuerdo

Noticias de la otra orilla

Por:
enero 17, 2015
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Tratando en vano de ordenar un poco las cosas que uno debe siempre organizar mínimamente en los días de un año que comienza,  me encuentro con un viejo ejemplar de un heroico semanario alternativo de la Barranquilla de finales del siglo XX que logra revolverme por dentro unas cuantas palabras que son azar y recuerdo: Cuba, la poesía, París, la política, la música, los amigos…

Allí vuelvo a leer, por ejemplo, una graciosa nota de nuestro amigo Julio Olaciregui, en ese número 61 de Última Página, titulado "Zoe Valdés escribe, pero no baila", y la lectura acaba de reactualizar los recuerdos de esa mujer menuda, ni fea ni hermosa, pero en todo caso poderosamente seductora, que hace más de 20 años vi paralizar con una danza sexual cubana una reunión de escritores en un hotel de Medellín.

Fue en el año de 1994, cuando los dos fuimos invitados al Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ella asistió con el también poeta cubano José Pérez Olivares, y yo había ido acompañado por la poeta Tallulah Flores y por el maestro Héctor Rojas Herazo, únicos tres poetas costeños ese año en el evento. Y desde luego, nada tardamos en congeniar y hacernos buenos amigos y conversar largamente cada vez que los compromisos del Festival nos lo permitían. Ella solo tenía un mes de haber dado a luz a su hija, vivía todavía en la Isla, pero muy a menudo aparecían en los intersticios de nuestras conversaciones signos irremediables de una amarga ruptura con todo lo que significaba la revolución y el dificilísimo momento del período especial cubano de ese preciso año. Tal era el tono de sus quejas e inconformidades.

Me correspondió leer con ella en tres ocasiones distintas durante la semana que dura el Festival, y pude apreciar la tremenda fuerza de su poesía. Una poesía inteligente, de importantes recursos lingüísticos y conceptuales dichos con un tono decididamente moderno y actual. También me regaló su novela Sangre Azul, y alcanzó a hacerme algunos comentarios acerca de lo que sería (que ya era) su novela La nada cotidiana, que también leí, el libro que armaría un fuerte alboroto político entre los comisarios de la literatura cubana, los propios escritores y las autoridades de su país, que terminó por precipitar su exilio en París, apenas un año después.

Años después escuché un reportaje con Zoe en una emisión de Radio Francia Internacional en el que me enteré de los grandes éxitos editoriales y de crítica de sus libros, y ante todo, de toda la bilis que destilaban sus palabras al hablar de Fidel y de Cuba. Recuerda los libros prohibidos de Lezama Lima, a quien tachaban de "viejo loco, maricón"; el día en que, siendo apenas una niña de once años, conoció personalmente a Fidel en una escuela rural cubana; sus primeros textos de esa época cuando pertenecía a los talleres escolares de literatura; y su nostalgia y desconsuelo cuando desadaptada en Paris, confundía la cera de zapatos con desodorante, y la carne para perro con picadillo.

Pero de la nostalgia pasaba a la indignación y recriminaba y condenaba sin atenuantes a "quienes no fueron capaces de hacer un proyecto económico para Cuba, y de convertir la Revolución en un puteadero que no se sabe a dónde va". Y termina diciendo que tiene ideas políticas, pero no intereses políticos, y que pese a todo jamás renunciaría a su país.

Pero lo que importa aquí, es que Zoe bailó conmigo una noche en Medellín. Y yo bailé con ella. Y aún recuerdo mi sonrojo cuando, absolutamente poseída por el ritmo negro de un guaguancó, abanicaba mi bragueta con su pelvis en un trance de típico ritual santero. También recuerdo su asombro y su sonrisa el día que nos toco leer entre chulos y prostitutas debajo de un puente de la Comuna Nororiental de Medellín, y ella decía aquellos versos suyos llenos de un extraño erotismo:..."llegaremos antes que ella/cuando yo apriete tu animal con mi carne más dulce/y los duendes se masacren entre ellos/y los adolescentes fustiguen los espejos con su leche/solitaria./Llegaremos antes que la muerte sea una perfección de alaridos.../

Hace mucho que no leo nada de ella. Siempre me quedé con su poesía. He leído solo tres de sus 16 novelas. Pero volví a leer su poesía en dos de los tres poemarios que también ha publicado: El breve beso de la espera y Los poemas de La Habana, que con sus  otros libros de poemas Respuestas para vivir  y Todo para una sombra, son un claro testimonio de su sensibilidad, de su valentía y de su inteligencia para enfrentar el desafío de la escritura.171

Me gustaría saber si los éxitos internacionales de sus tantas ya novelas habrán apartado a Zoe de la escritura del poema, aunque sé que no de la poesía.

 

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