Antes del 2015 las relaciones de Colombia y Venezuela, aunque seguían un camino sinuoso, se mantenían en armonía. Cuando en el 2002 Álvaro Uribe Vélez se posesiona como presidente su primera decisión con el país vecino fue nombrar en la embajada de Caracas a María Ángela Holguín. Una movida calculada para otorgarle la confianza a un gobierno que estaba en las antípodas del de Uribe. El canciller de Venezuela era Nicolás Maduro y la empatía entre él y la Holguín fue inmediata. En esos años Maduro estaba lejos de ser el duro líder de la revolución bolivariana. Incluso durante una cena oficial se animar a bailar juntos un son caribeño.
Aunque Maria Angela Holguín salió de la embajada en el 2006, cuando termina el primer gobierno de Uribe, Maria Consuelo Araujo, la canciller de Uribe, reforzó una relación de cordialidad con Chávez que se hizo evidente con estos gestos. El primero fue la sorpresa que se llevó cuando fue invitada, en su primera visita a Venezuela, a un almuerzo en el Palacio de Miraflores preparado por el propio Hugo Chávez. La reunión que tuvo como marco la discusión de temas tan serios como el energético, infraestructura, seguridad fronteriza y acuerdos comerciales, estuvo amenizada por las constantes risas que le despertaba el presidente venezolano a la canciller. Nunca se olvidará que al final de la visita cumplieron una promesa que se habían hecho antes de conocerse: bailar vallenato. La reunión fue tan buena que Chávez, al finalizarla, le dijo a la prensa “Tengo una nueva hermana” y le prometió una visita a Uribe en Bogotá.
Los años en los que Chavez y Uribe tenían una relación que se acercaba a la camaradería
Pero la relación con el gobierno de Uribe se empezaría a deteriorar. El 2007 fue el punto de quiebre. Uribe le dio a su homólogo venezolano la posibilidad de ser el puente con las FARC para dialogar con sus comandantes sobre la suerte de los secuestrados que tenía esta guerrilla en las selvas de Colombia y en donde Ingrid Betancourt sería la joya de la corona. Pero la llamada de Chávez a oficiales del Ejército colombiano enfureció a Uribe. Las relaciones llegarían a tensiones altísimas cuando en marzo del 2008 el gobierno de la Seguridad Democrática ordenara el bombardeo al campamento del comandante Raúl Reyes, una intromisión que llevó a Chávez a hacer ejercicios bélicos de sus tropas en la frontera.
En el 2010 Juan Manuel Santos, ungido por Uribe, fue elegido nuevo presidente de Colombia. La relación con Venezuela era inexistente. La popularidad de Uribe respaldaba esta decisión. Por eso el anuncio de Juan Manuel Santos, cuatro días después de haberse posesionado como presidente de Colombia, anunciara que su nuevo mejor amigo era Hugo Chávez. Santos nombró como canciller a María Ángela Holguín, pensando en la cercanía que había tenido con el lider de la revolución bolivariana y su buena relación con su canciller, Nicolás Maduro. Ella fue un factor decisivo para que fuera el puente para la famosa reunión que tuvieron en Cartagena en octubre del 2011. Dos años después Hugo Chávez sucumbe a la enfermedad y Nicolás Maduro lo reemplaza.
Santos tocó la puerta de Maduro para que fuera garante de paz de las FARC. Desde el 2012, cuando se hizo una mesa exploratoria en Oslo, Noruega, Maduro estuvo ahí. Sin embargo, las relaciones con Colombia se fueron tensando. Todo empezó a resquebrajarse el 19 de agosto del 2015 cuando en el barrio Simón Bolívar de San Antonio dos hombres armados que iban en motocicleta atacaron por la espalda a dos tenientes y un cabo que realizaban operativos anti-contrabando. Ambos quedaron heridos. Maduro señaló que se trataba de un atentado de paramilitares, coordinados por Uribe, para desestabilizar a las tropas bolivarianas. El 21 de agosto se declara el estado de excepción y un día después ordena la deportación de 22 mil ciudadanos colombianos que residían en Venezuela. El 26 de agosto en Cartagena se reúnen la canciller venezolana, Delcy Rodríguez y la de Colombia María Ángela Holguín, intentando zanjar la situación. Pero las ruedas de la historia ya estaban en movimiento y el 7 de septiembre se decretaron los cierres fronterizos quedando incluso pendiente la inauguración oficial del puente de Tienditas que unía a los dos países, una mega obra con un costo de 36 millones de dólares que pondría a cruzar, en seis carriles, los tanques atestados de mercancía de un lado a otro de la frontera.
El 22 de marzo del 2017 se llegaría al clímax de la confrontación cuando un puñado de militares venezolanos entraron a Colombia a instalar una base militar en Arauca. Santos inmediatamente llamó a Nicolás Maduro y este le reclamó por el apoyo que recibía del gobierno colombiano el líder opositor Enrique Capriles.
Ese mismo año Juan Manuel Santos denunció la existencia de El cartel de los soles, una organización criminal, de altos oficiales de las fuerzas armadas venezolanas, que durante años han estado en la lupa de las autoridades norteamericanas. El propio vicepresidente de Santos, Oscar Naranjo, tomó la vocería. Esto desató la ira de Maduro.
El 23 de febrero del 2019 Nicolás Maduro rompería relaciones definitivas con Maduro. La llegada al poder en este país de Iván Duque, el ungido por Uribe, tensaría aún más las relaciones. El deshielo sólo ocurriría cuando Gustavo Petro ganara las elecciones presidenciales el 19 de junio del 2022. Con el encuentro en Caracas este 1 de noviembre se dará inicio a una nueva era en las convulsas relaciones entre los dos países.
