La visita del secretario de Estado de los EE. UU., Antony J. Blinken, a Colombia, para verse con Petro, los pasados 3 y 4 de octubre, fue anunciada por su Departamento de Estado en un comunicado, en el cual se dijo que:
“Blinken pondrá énfasis en la colaboración continua con el gobierno colombiano para implementar más cabalmente el Acuerdo de Paz de 2016 y reiterará en el apoyo a la política de Colombia sobre Estatus de Protección Temporal para los migrantes venezolanos”.
Pero el verdadero objetivo no revelado fue comprometer el voto de Colombia en la ONU en la declaración contra la intervención de Rusia en Ucrania, de ahí el cambio de Petro candidato “qué Ucrania ni qué ocho cuartos” a Petro presidente “Condenamos referéndums ilegales de Rusia en Ucrania y el intento de anexión ilegal anunciado de las regiones de Donetsk, Kherson, Lugansk y Zaporizhzhia en Ucrania.
Instamos a la comunidad internacional a que condene el intento de anexión y se una a nosotros para apoyar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”, pasando de la neutralidad a tomar parte en la guerra.
Esta fue la última visita de un alto funcionario estadounidense a Colombia, de un rosario que se puede contar en una colorida camándula, y que estuvo precedida, ni más ni menos, qué por la general del Ejército de los Estados Unidos Laura Richardson, comandante del Comando Sur.
Es lógico pensar que Colombia tiene que tener relaciones con todas las Naciones del mundo, pero también es cierto que estas deben permitir una mayor libertad, seguridad e igualdad de oportunidades. Por eso dichas relaciones deben ser de beneficio mutuo y no “de mula y jinete” (Jorge Robledo).
Este tipo de relaciones de “mejores amigos” siguen dejando un saldo negativo para Colombia, como en las imposiciones, a través del FMI y la banca multilateral, de hacer reformas tributarias y recortar la inversión social, que garanticen el pago de la deuda externa, y de un Tratado de Libre Comercio –TLC– que arruina la producción tanto agropecuaria como el escaso desarrollo industrial, generando desempleo, informalidad, y pobreza.
En estas visitas de funcionarios estadounidenses a Colombia al nuevo presidente, Gustavo Petro, y viceversa, no ha figurado en sus agendas esas dos grandes trabas para el desarrollo nacional, aunque la renegociación del TLC fue una promesa de campaña a los productores.
El pasado 26 de septiembre de 2022, el diario Criterio publicó “un documento que demostraría que el desmonte de los subsidios a la gasolina anunciado por el presidente coincide con una directriz que el Fondo Monetario Internacional le hizo al exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla…
Esas recomendaciones hacen parte de las exigencias a Colombia para pertenecer a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico… El informe técnico: reforma de los precios de la energía, aparece como Informe de país No. 19/344 del FMI… Las reformas presentadas implican la eliminación gradual de los subsidios en los productos de combustibles”.
“Las opciones de reforma deberían de intentar reducir la incidencia de los subsidios a la energía, sin dejar de mejorar su focalización. El método puede diferir entre sector y sector”, concluyó el informe del FMI.
Esta dependencia de EE. UU. es mucho más notaria en el Gobierno de Petro, del que se empeñan en calificar de izquierda y que propende un manido cambio que no aparece por ningún lado y ¡todo apunta a que serán solo maquillajes para la galería!