Jim Osceola es un norteamericano orgulloso de ser indígena de la etnia Seminola. Además es un empresario próspero, accionista nada menos que de la cadena internacional de restaurantes, bares, hoteles y casinos Hard Rock Café que le compró hace siete años por 956 millones de dólares, a los dueños originales, el grupo Británico Rank.
Los seminolas son una comunidad de unos 3.300 indígenas con un gran poder económico que además del Hard Rock Café se han dedicado al ganado y la siembre de tabaco y cítricos. Ahora Osceola está decidido a apoyar los productores de café en zonas indígenas de Colombia donde están ubicados descendientes de Arhuacos, Emberas, Koguis y Paeces llevando el grano colombiano a los 124 restaurantes, cuatro hoteles y dos hoteles casino.
Para Jim el café siempre ha estado presente en su vida e incluso lo lleva plasmado en su apellido que significa bebedor de bebida oscura. Recuerda que desde niño lo ha tomado porque su abuela lo preparaba con mucho azúcar y leche, una experiencia que lo une con sus hermanos indígenas.
Osceola llegó a Colombia el martes pasado en representación de esta poderosa comunidad gracias a la Educafes y la Guía del Café interesados en crear un vínculo entre los seminolas y los indígenas colombianos como una forma de crear hermandad entre las etnias.
Los seminolas fueron la única tribu que nunca firmó la paz con Estados Unidos por lo que hoy son la unión de varias etnias que combatieron el mismo enemigo. Muchos de ellos viajaron a Sur América en épocas de conquista y se quedaron en estas tierras, de aquí nace el interés de los Seminolas por recuperar un vínculo con los indígenas suramericanos, “sus hermanos de sangre”. “Cuando era niño mis abuelos me contaron que los indígenas de Florida viajaron a islas donde hoy está Venezuela, Colombia, Panamá y otros países de Centro América.”
Osceola se siente identificado con la cultura colombiana gracias a la manera artesanal con la que manipulamos los alimentos. Cuenta que en Estados Unidos lo importante es hacer dinero sin importar que la comida esté expuesta a manipulaciones genéticas “así funcionan las corporaciones norteamericanas” . Jim creció viendo a su madre cultivar rosas, tomates, naranjas, limones, mangos, bananos y guayabas en el jardín de su casa y por eso quiere rescatar estas maneras artesanales de alimentación a través del café. “Cuando hablamos de comida colombiana nosotros también crecimos comiendo plátanos, yuca, frijoles, la única diferencia es que acá lo cocinan diferente.”
“Podemos hablar diferentes lenguajes pero la comida nos puede unir en torno a una misma mesa compartiendo un bourbon, un aguardiente o simplemente una taza de buen café.”
A Jim no le interesa exportar grandes cantidades de café sino vender la cantidad que producen las comunidades porque el secreto está en la naturalidad del producto. Cada bolsa que se venda dentro de los Hard Rock Café irá marcada con el nombre y la región de los productores colombianos.
En esta primera visita que culminó el viernes, Jim se fue fascinado con el sabor y el aroma del café colombiano. “Soy un hombre muy simple, no me gusta complicarme la vida, por eso no busco las diferencias entre las culturas. “