La vicepresidenta Francia Márquez se encargó de recordar a los colombianos que el 12 de octubre no debe llamarse día de la raza, sino día de la diversidad étnica y cultural, cambio que fue adoptado mediante la resolución 0138 del 31 de mayo de 2021 del Ministerio de Cultura, el que por cierto se espera, de acuerdo con la ministra Patricia Ariza, se llame en adelante Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes - MiCASa.
Los cambios en las denominaciones, oficializados ayer ante el legislativo, intentan expresar el carácter multicultural y multiétnico de la nación colombiana. Carece de sentido la discusión sobre el descubrimiento, por cuanto es un hecho generalmente aceptado en toda América, que cuando Colón llegó a este continente, ya estaba habitado de norte a sur por innumerables pueblos indígenas, víctimas desde entonces del más cruel exterminio.
Del que fueron responsables los europeos. La esclavización de los indígenas, su traslado forzado a Europa para trabajar en minas, los tratos inhumanos, las enfermedades para las que carecían de defensas, todo se juntó para acabar con cerca de 70 millones de nativos. A lo que se agregó la caza y esclavización de millones de negros de África, para que sirvieran de mano de obra en plantaciones y explotaciones mineras.
La mezcla de europeos e indígenas, por lo regular producto de mujeres violadas, terminó generando el mestizaje, que con el tiempo caracterizaría la mayoría de la población en el centro y sur de América. Blancos, mestizos, indígenas y negros incorporaron culturas diversas que enriquecieron la vida en nuestro continente. Así que es un acierto el reconocimiento del 12 de octubre como el día de la diversidad cultural y étnica de la nación colombiana.
Resulta curioso que este acontecimiento coincida de algún modo con el discurso pronunciado por el presidente ruso Vladimir Putin la semana pasada, cuando anunció la anexión por Rusia de los territorios de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Una buena parte de su alocución, que transmitieron en directo varias cadenas televisivas de Europa y los Estados Unidos, se dedicó a denunciar los crímenes de Occidente contra los pueblos de América y África.
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Buena parte de la alocución Putin se dedicó a denunciar los crímenes de Occidente contra los pueblos de América y África
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Que en realidad se extienden al resto del mundo. Putin recordó la agresión y humillación a China por la Gran Bretaña a mediados del siglo 19, sólo para que los comerciantes ingleses tuvieran la posibilidad de seguir produciendo y comerciando el opio, que además expendían a las comunidades chinas enviciadas perversamente por ellos. Igual los daños y el sufrimiento ocasionados a Vietnam por los Estados Unidos durante la injusta guerra contra esa nación.
La mayoría de tales invasiones, ataques y expoliaciones fueron realizados por las grandes potencias, y aún lo siguen siendo, bajo las banderas de la democracia, la civilización y el humanismo. Con tan nobles pretextos fueron saqueadas por décadas y siglos naciones como la India y en general el sudeste asiático, así como los pueblos africanos, latinoamericanos y caribeños. No olvidamos que la catequización cristiana fue impuesta a los pueblos originarios a sangre y fuego.
Así que con independencia de las causas y efectos de la guerra que se libra en Ucrania, hay que reconocer que el discurso de Putin se fundamentó en hechos históricos incontrastables. No sé si eso baste para otorgarle la razón en lo que él califica como operación militar especial, y que los Estados Unidos, la OTAN y sus aliados prefieren llamar invasión. Como en todas las guerras, cada bando esgrime justificaciones, e igualmente, quien gana, sacraliza finalmente las suyas.
Como prueba de que realmente el mundo de hoy es un pañuelo, y de que nada de lo que ocurre en un lugar pasa desapercibido en otro, la escasez de alimentos y la inflación que azota nuestros países se atribuye en buena parte a ese conflicto. Del mismo modo que el discurso de Putin, sin haberlo expuesto, se materializa en las migraciones gigantes que avanzan de manera dramática del tercer mundo hacia los Estados Unidos y Europa.
Necoclí, en el Urabá antioqueño, se ha convertido en punto de concentración de gentes de diversos orígenes, dentro de los que no faltan los colombianos, que de manera obstinada, poniendo en riesgo sus vidas y con una derrota casi asegurada para sus aspiraciones de ingresar a los Estados Unidos, marchan huyendo de sus propios países, carentes de oportunidades de vida digna, con mujeres y niños expuestos a los mayores peligros.
El presidente Petro promueve importantes transformaciones económicas, políticas y sociales para que la miseria y la pobreza desaparezcan, lo cual le granjea la oposición encarnizada de los sectores pudientes y sus criados en la política y los medios. Ante la estafa generalizada resulta urgente cambiar nombres y contenidos, no sólo en Colombia sino en todo el mundo. Celebramos que se haga aquí, en este país de los ridículos rodolfos, polos y cabales.