El 26 de septiembre, la oposición al gobierno de Gustavo Petro se tomó las calles de las principales ciudades del país. Salvo por Medellín, el llamado de estos movimientos no tuvo una respuesta masiva. Esta movilización, sumada al comportamiento de la oposición política desde la posesión del presidente de la República, consolida el cambio del escenario político y evidencia unas serias dificultades por parte de partidos como Centro Democrático o Cambio Radical de leer la realidad política del país.
Una de las reflexiones más valiosas es que la oposición política está empleando instrumentos democráticos que otrora rechazaron e incluso estigmatizaron, como la protesta social. Un gran triunfo de la democracia es ver figuras como Miguel Uribe Turbay, Paloma Valencia o Enrique Gómez pisando asfalto, tomándose las calles y reivindicando sus ideales. La democracia triunfa con ese cambio de roles. Durante muchísimos años, aquellos que constantemente se movilizaban y lograban llenar las calles, son quienes hoy ocupan la Casa de Nariño y ostentan una avasallante mayoría en el Congreso de la República. Aquellos que por tantos años habían ejercido el gobierno, hoy deben ejercer activamente la oposición. Este es un cambio que este país necesita, en aras de poder fortalecer la democracia.
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Uno de los grandes aprendizajes de la protesta del 26S es que la capacidad de convocatoria sigue siendo notablemente bajo
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Ahora bien, para contar con una democracia aún más sólida, no solo basta este cambio de roles, se requiere de una oposición realmente inteligente, consolidada y conectada con la realidad política actual. Uno de los grandes aprendizajes de la protesta del 26S es que la capacidad de convocatoria sigue siendo notablemente bajo. Salvo por Medellín, las plazas y calles que fueron tomadas por los movimientos y partidos en oposición estuvieron muy lejos de estar llenas. También es cierto que es complejo llenar plazas a un gobierno que lleva 50 días. Aquí es donde se identifica a una oposición perdida y desconectada. Esto sucede, entre otras cosas, porque no se encuentran liderazgos claros y potentes. A lo largo de estos días, hemos visto desfilar varios nombres como Miguel Uribe, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal o Enrique Gómez. Ninguno está logrando catapultarse con voz articuladora en una oposición aturdida por una realidad política y electoral que le es adversa.
La oposición política sigue cayendo en lugares comunes. Seguridad Democrática, estigmatización a la izquierda política o el fantasma del expresidente Uribe sigue asechando a quienes hoy ejercen el contrapeso al presidente Petro. Varios lideres insisten en que los 10,6 millones de votantes de Rodolfo Hernández son en su mayoría anti petristas, uribistas, conservadores y/o de derecha. El fenómeno electoral encabezado por el ex alcalde de Bucaramanga responde a un electorado más complejo, con reivindicaciones más puntuales y que, según las primeras encuestas, le están dando un compás de espera al primer gobierno de izquierda en nuestra historia democrática.
No basta con sacar a 60.000 personas en todo un país, o insistir en marcos conceptuales y discursos que han sido derrotados, tanto en las calles, como en las urnas. Se necesita una oposición inteligente, conectada y articulada con la realidad política nacional. Se necesita visión, autocritica y renovación. Al menos en estos tres meses, no se ha visto nada de lo anterior por parte de la oposición. Esta democracia necesita un contrapeso político robusto, sin importar que partido o movimiento ostente el poder.