Estas son las memorias de una lectora. Desde que era niña Carlos Alberto Caicedo, su papá, la introdujo a eso que ella, Rosario Caicedo Estela, llama la música de la poesía. Ya a los 12 escribía en versos libres. Desde entonces no paró de leer y de escribir. Se le han quedado grabados versos de Sor Juana Inés de la Cruz y Alejandra Pizarnik. Rosario ha publicado en varias revistas norteamericanas y en periódicos colombianos. Eso sí, nunca había Tenía una sombra que la cobijaba, su hermano Andrés quien le dio un consejo fundamental: “escribes muy bien pero olvida la rima”. Y a Rosario el mundo le cambió y su forma de escribir también.
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Rosario esperó mucho tiempo, más de medio siglo, para dar en sus memorias, titulada Milpedazos, que refleja el dolor liberador que significa para ella escribir y también recordar. Este es el testimonio de una época, un libro que se transforma en una máquina del tiempo que le sirve para regresar a la ciudad que ama, Cali. La Cali de Andrés Caicedo, la de los locos años sesenta.
Con la sombra de haber perdido a tres de sus hermanos, con las grietas que puede generar en esto en una clásica familia machista, Rosario recuerda, recrea y construye ese universo tan literario que es el pasado. Inevitablemente para ella es imposible no tocar el tema de Andrés, su fantasma, el que la sigue acompañando.
En una conversación con Juan David Correa, editor del libro recién publicado en Planeta, Rosario da claves para entender a uno de los escritores más enigmáticos y maravillosos de nuestra literatura. Una conversación imprescindible.
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