Un baldado de agua sucia para quien no debiera recibirlo
Nos suele ocurrir en algún momento el atrevimiento de opinar sobre asuntos de los que muy poco conocemos, y también de hacernos los invitados donde nadie nos ha cursado invitación.
Esto parece haberle ocurrido al autor de la icónica novela “Cóndores no entierran todos los días”, fulgurante y polémico personaje de nuestra literatura, quien en reciente crónica ha expresado su opinión sobre el reclamo que un abogado hace de la corona entregada por el general José María Córdova a Rionegro.
Y le ha ocurrido al ilustre escritor incurrir en una afrenta a esta ciudad heroica al tratar sus autoridades, que ha sido como tratar al pueblo mismo, de “infames, ganosos, hambrientos”, opinión que refleja su más absoluto desconocimiento del hecho histórico como lo refleja su crónica.
Resulta que el documento testamentario tiene como encabezado “a la muy ilustre municipalidad de la ciudad de Rionegro”, no a la citación del escritor “en la ciudad en que nací”, enunciado este que parcialmente hace parte del contenido del texto, el que realmente dice: “¿en qué lugar más digno deberé colocarla que en la sala capitular de la ciudad en que nací?
Bueno sería para una mejor comprensión del asunto por parte del notable escritor nacional, que acudiera a la Ley 12 del 24 de septiembre de 1898 y que también se ilustrara un poco más en el tema consultando los Anales de la Asamblea de Antioquia, en sus números 43 y 44 de mayo de 1924.
Por lo demás, tampoco es cierto que en el combate del Santuario hubiese repetido la frase de Ayacucho, pues antes de aquel combate sí hizo carrera la que brotó en el curso de una conversación con José Manuel Montoya: ¡General, en tales circunstancias es imposible vencer!, a lo que José María Córdova ripostó: ¡Pero no es imposible morir!, como igual hizo carrera la pronunciada al iniciarse el combate ¡Viva la libertad!
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