Paz: el diálogo sincero y el ambiente de reconciliación
Opinión

Paz: el diálogo sincero y el ambiente de reconciliación

La voluntad de paz renovada que se estrena por estos días requiere un ambiente de generosidad y un clima de apertura a partir de un sentido más integral de la paz

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octubre 07, 2022
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Sin duda, es un avance significativo que se estén poniendo nuevamente en marcha las mesas de diálogo con el ELN, retomando protocolos abandonados en el pasado reciente y complementándolos con nuevos criterios, de acuerdo con las circunstancias actuales. Este paso era un compromiso muy repetido en el período de elección por parte del presidente Gustavo Petro y hoy es una puerta concreta y ejemplar de lo que sería una política transversal para toda la sociedad que nos invita a apostarle al diálogo en la búsqueda de la paz completa.

También es un avance que el proyecto de ley para la paz tenga curso en el Senado y se estén surtiendo los debates pertinentes para sintonizar los anhelos de paz, con marcos normativos que brinden espacio y herramientas a los diálogos en curso, inscribiendo esos procesos al tamiz constitucional y del sistema internacional de los derechos humanos. Es clave que este ejercicio no se agote en el exceso de normatividad y que más bien se atempere a definir la concreción de rutas y procedimientos que faciliten llegar a acuerdos y a acciones institucionales cuando cada caso lo amerite.

En un sentido más amplio, en las exploraciones con otros actores del conflicto armado y de las violencias, va apareciendo de forma renovada la imagen de un país que retoma los caminos recientes que llevaron al Acuerdo de Paz con las FARC-EP. Quizás aprendiendo de aciertos y errores, hoy es posible repotenciar la voluntad de paz en la sociedad y el Estado. El cese al fuego que está buscando rutas y la búsqueda de mejores condiciones para los diálogos regionales, así como la presencia de este propósito de paz total como un objetivo nacional y un lineamiento transversal del nuevo plan de desarrollo en proceso de formulación, son elementos que también van determinando un camino de cambios en el ámbito de la superación de violencias.

Esa voluntad de paz renovada que se estrena por estos días, requiere un ambiente de generosidad, un clima de apertura no ingenua que permita explorar la superación de las violencias, a partir de un sentido más integral de la paz, en el cual se aborden los conflictos de país y sus expresiones regionales a partir de pactos en torno a bienes comunes y a objetivos públicos. La constitución política y la sociedad en sus ultimas decisiones electorales rodean estas puertas que se abren, pero todos los agentes individuales y colectivos, especialmente los actores involucrados activamente en el ámbito de las violencias, las ciudadanías todas, tenemos una tarea para contribuir a ese propósito nacional, que mejoraría todas las posibilidades del país. Bien se ha dicho en el pasado que la superación de la guerra más endémicas en Colombia, nos lanzarían a ser una verdadera potencia como nación.

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Quizás la tarea de desactivar grupos delincuenciales en las ciudades tendrá que combinarse con pactos para llevar  servicios y oportunidades económicas y sociales a las periferias

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¿Por dónde avanzar? Quizás la tarea de desactivar grupos delincuenciales en las ciudades que asumen como “ejercito” del narcotráfico” y victimizan comunidades muy amplias, tendrá que combinarse con los pactos para llevar  servicios y oportunidades económicas y sociales a las periferias; quizás la erradicación de las rutas de la coca, tendrá que acompasarse con un mejoramiento de las conexiones de movilidad para los sectores más apartados y excluidos; quizás el tratamiento de los conflictos interétnicos que se tamizan con la excluyente propiedad de la tierra, tendrá que tratarse con consecución y apropiación de territorios para sectores despojados; quizás la detención de la muerte de líderes y las masacres en las comunidades populares, tendrá que relacionarse con las oportunidades educativas y productivas para nuestras juventudes; quizás la superación de episodios de desplazamiento del campesinado, tendrá que vincularse con la atención a los problemas de hambre en los sectores populares y medios vulnerados de las ciudades. Estos asuntos serían sólo los más inmediatos y urgentes; sin duda, tenemos mucho por hacer en diversos campos de la vida colectiva, lo importante es que tenemos la oportunidad y la responsabilidad a la vez, de contribuir en diversas dimensiones a que el barco, el bus, la nave de la paz, llegue a buenos puertos.

Es claro que en el caso de las insurgencias, del ELN en concreto, media un debate ideológico y un cuestionamiento político antisistema, que se confrontará en el espacio de diálogo, con nuestros marcos democráticos y con las lecturas urgentes de la nación toda; pero en el país las violencias han cogido una fuerza que excede los marcos ideológicos y requieren ubicarnos en la situación existencial, psicosocial, cultural, que determina en concreto los relacionamientos cotidianos y  el funcionamiento de las instituciones, asuntos que requieren en primer lugar una reflexión y una decisión ética sobre las posibilidades reales de tener un país reconciliado. El esfuerzo implicará una gran creatividad social para que los destinos colectivos puedan salir de los pozos de las violencias; todo esto requiere conversación sincera y un ambiente apropiado, que se debe tejer con paciencia y con razonamientos colectivos.

 

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