Como la mujer enérgica, alegre, con pelo corto, y con su testimonio de vida, después de superar la delicada enfermedad conocida como “Cáncer de mama”; en la actualidad, ya no se le ve ni se le describe a la maestra Marta Luz Martínez, como aquella mujer de talla escasa y parcialmente calva, sino que, con su regreso magistral y presencial, en medio de los estudiantes, padres de familias, cuerpo de docentes, y administrativos, volvió para verse y revelarse, como aquella persona con espíritu valiente, que vino a indicar que con la fe en Dios y el amor a la madre celestial, la virgen María Auxiliadora, hace que los seres humanos, tengan los pies en la tierra, llenos del espíritu de amor, confianza, valores y virtudes, para que por medio de su ejemplo de vida ético y moral, logren prepararse y proyectarse desde el plano terrenal hacia el plano de la eternidad.
“Sin la fe, la confianza, el cariño, el amor y la compañía de los familiares, seres queridos y amigos, nadie querría vivir y luchar: Ante la pobreza, la soledad, la tristeza, el dolor, el sufrimiento, la desgracia o la adversidad, que como Jesucristo el hijo de Dios se entregó y sufrió por la humanidad, así mismo cada momento de mi enfermedad lo ofrecía con mucha resignación por el perdón de mis pecados y por la conversión de la humanidad”. Sostuvo mediante su testimonio de vida, la Maestra Martínez.
Por otro lado, se podría pensar que lo que haría inmune a la educadora Marta Luz, ante aquellas células cancerígenas, sería la forma de la amistad, del amor, la fe a sí misma, que la llevaría a experimentar el apego a “su propio Yo”, para así buscar su plenitud de seguir siendo la mujer buena, virtuosa, amante de sí misma, que la ayudaría con su nobleza, humildad y espíritu de solidaridad para seguir siendo útil a los demás.
La cercanía, el cariño, el respeto y la alegría de Marta Luz, hacia Dios, y profesada ante los estudiantes, padres de familias, docentes y para con el señor Óscar Álvaro Echavarría, rector de la I.E María Josefa, hizo que durante las olimpiadas escolares, programadas y realizadas en la institución por el maestro Wilson Castro, la docente participara con su espíritu noble, humilde, justo y alegre en la competencia de juego, tenis de mesa, con los estudiantes y algunos docentes, en la que demostraría, que la vida no es solo caos, tristeza ni sufrimiento, sino que también es éxito, belleza, dignidad de estima en medio de una verdadera amistad.
De la docente Marta Luz, estaría claro que en ella no existiría fecha concreta de celebración del día de la amistad, porque su alegría y entrega cuando está en casa, cuando va por las calles y hasta cuando llega a la institución donde labora, su amistad que brinda con alegría es intacta, permanente, enérgica que contagia al saludar a todos de la misma manera, de forma sonriente, acogedora, paciente, sin apuros, para escuchar a los que se le acercan, para contarles sus problemas o necesidades y, a los que después de escucharlos, se despide diciéndoles: “Así como el tiempo de Dios es perfecto, todos debemos sacar tiempo, para el tiempo perfecto de Dios”.
En otras palabras, la amistad para la docente Marta Luz Martínez, sería como la mejor y mayor vitamina de franqueza, honestidad, que ayudaría a aliviar parte de las ansiedades, temores que podrían suscitar de algunas enfermedades que día a día se presentare en el cuerpo y en las cuales se lograrían mitigar al compartir en cada instante las mejores sensaciones de calidez, apoyo y fortaleza, como si fuesen aquel paño de lágrimas para quien lo necesita, y de esa forma apasionada de entrega sincera, en la amistad y solidaridad, se podría certificar que en la docente Marta Luz el amor de Dios y el amor al prójimo, estaría por encima de cualquier bien material y para siempre en su existencia, sin fluctuar ante la diferencia de los demás.
“La amistad viene de Dios y a Dios hay que volver, que bueno es saber amar” Shalom, Jerpardini.