Cuando uno en la vida predica a los cuatro vientos que es la viva representación de algo, lo mínimo a lo que uno se debe es actuar en concordancia del pregón que antecede, aquí no hay espacios para los fue que fue que.
Con la llegada del discurso de cambio con el que se adormeció la conciencia colectiva del pueblo colombiano, se esperaba que dentro de lo más básico que como ciudadanos podíamos recibir del nuevo gobierno era el cumplimiento de la ley sin excepción alguna. Y traigo esto a colación ante hechos que he estado observando de parte de la primera dama, la señora Verónica Alcocer, en el poco tiempo que lleva su marido como presidente de los colombianos.
Y me refiero puntualmente a la entrega por parte de esta señora de la condecoración Cruz de Boyacá a un exembajador noruego en Oslo, como reconocimiento a su labor de facilitador, mientras se desempeñó como embajador en Colombia frente al proceso de paz con las Farc.
El suceso no nos debería causar mayor estupor, sobre todo a las puertas de la discusión de una nueva reforma tributaria, empero, he de decirles lo contrario, porque este tipo de actuaciones viola la legislación colombiana a cambio tal vez, de concederle a la dama, el cumplimiento de alguna fantasía o de un plan para proyectar su imagen.
Resulta que el otorgamiento y entrega de las condecoraciones en Colombia están reguladas por la ley, en lo que atañe a la Cruz de Boyacá, por los decretos 2396 de 1954, modificado por los decretos 3270 de 1980 y 1500 de 2001; de las referidas normas se extrae que para condecorar a una persona, debe pasar primero por una postulación ante un consejo, que luego ese consejo reunido procede a la escogencia de los postulados, para finalmente, proceder a la condecoración, sea esta por parte del mismo presidente de Colombia, el canciller, o cualquier otro funcionario delegado para ello, ojo a esta palabra, FUNCIONARIO.
La palabra funcionario refiere a una persona que desempeña un empleo público con unas funciones determinadas en la ley y devengando una asignación mensual, por supuesto, el cargo de primera dama no existe en la administración pública colombiana, no recibe un sueldo y muchos menos se puede pretender que ejerza una representación de Estado a nivel internacional; pero resulta que en este gobierno, estamos viendo todo lo contrario mientras el ejército de zombis aplauden como focas todo lo que la señora hace.
Cabe mencionar que la aludida también estuvo en la despedida de la reina de Inglaterra, donde se iba a reunir la élite del mundo, junto con el canciller Álvaro Leyva en representación de nuestro país; vuelvo y pregunto ¿qué hacía ella allá si no representa al Estado colombiano? Quien sí debería hacer presencia en tales actos era la señora vicepresidenta Francia Márquez, o ¿acaso fue que los ojos claros de la señora Alcocer le ganaron en belleza a la presencia de la vice?
Me parece que el señor Petro comete un error monumental en querer invisibilizar a la vicepresidenta en labores que fácilmente esta puede ejercer, es paradójico que en el gobierno de la inclusión, justamente se esté excluyendo al segundo cargo más importante dentro del Estado colombiano.
A propósito Sr. Petro y Sra. Alcocer: esto no es un baile de joropo, las leyes se hicieron para cumplirlas, si querían cambiar algo, debieron comenzar por eso, en ser ejemplo para el pueblo colombiano, que precisamente debe aprender a cambiar la actitud, de querer saltarse la ley para satisfacer sus pretensiones mezquinas.
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