Gustavo Petro: el presidente igualado que no se dejó amedrentar en la ONU

Gustavo Petro: el presidente igualado que no se dejó amedrentar en la ONU

Gustavo Petro tuvo una posición confrontadora, retadora, incluso inquisidora, parecido a discursos de otras épocas. Sus detractores lo señalaron de ambiguo y confuso

Por: Sebastián Acosta Zapata
septiembre 23, 2022
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Gustavo Petro: el presidente igualado que no se dejó amedrentar en la ONU

En la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, el 20 de septiembre de 2022, el recién posesionado presidente de un país bello y problemático enarboló tres banderas con férreo y poético lenguaje: la paz, la defensa de la Amazonía y la lucha contra las drogas.

Un discurso que rompió el molde vacío, burocrático, rutinario y lleno de lugares comunes de todos sus antecesores sobre el desarrollo, el crecimiento económico, la industrialización, y que, como pie de página, mencionaba algo descafeinado sobre la protección del medio ambiente.

Gustavo Petro tuvo una posición confrontadora, retadora, incluso inquisidora, parecido a discursos de otras épocas, pero muy pertinente para esta.

Los detractores lo señalaron de ambiguo, de confuso, de simple y hasta de defensor del clorhidrato de cocaína. Nada más alejado de la realidad.

Es justamente esa realidad basada en evidencia empírica y en datos, y expuesta en acento poético y tropical la que destruye cualquier crítica superficial.

Se puede criticar de esa intervención, por ejemplo, su ingenuidad, o la falta de relevancia que le dio a la economía neo-clásica, o el no haber usado más referentes teóricos, pero no sus formas, no sus argumentos, no sus recursos literarios, no su rebeldía.

Aquellos que sostienen que fue una exposición confusa, ambigua o, en el peor de los casos, una oda al narcotráfico, están profundamente ideologizados o no dimensionan el alcance de esta proclama del Sur-Global.

Punto por punto, en orden de las prioridades según mi parecer. La Paz. Petro señaló lo que los historiadores nos enseñan desde el colegio: “La historia la escriben los vencedores”; y lo que Marx sintetizó en “La violencia es la partera de la historia”.

Y el hecho que los conflictos bélicos hayan estado presente en las formas de organización y reorganización social y mundial- quienes más peso tienen en la ONU son los que están en el Consejo de Seguridad, y estos se posicionaron ahí por haber ganado la Segunda Guerra Mundial y configurar un nuevo orden en la posguerra:

Estados Unidos, Inglaterra, Francia, China y Rusia (extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) no significa que sea deseable, necesaria, querible.

Vehementemente apuntó a Rusia con su invasión a Ucrania, y también a Occidente cuando hizo lo propio en Libia, Siria, Irak, Afganistán y demás países, no solo de Medio Oriente, sino del Sur-Global entero.

El presidente de Colombia apunto contra la guerra, contra todas las guerras, sin importar sus actores y sus ideologías, sus causas y sus recursos.

Y tal vez en el tono más incisivo posible, dijo expresamente que los poderosos, los dueños del capital, están llevando al mundo a una retro-topia digna de 1933, año en que el Nazismo llegó al poder en la Alemania herida, rota y con el recuerdo sangrante de la Primera Guerra Mundial.

Para que haya paz no solo se necesita el silencio de las armas, también la posibilidad de desarrollos diversos, heterogéneos, plurales, alternos, y la tolerancia y el respeto hacia el otro.

Petro dio a entender la urgencia de una paz positiva, una convivencia pacífica tanto entre los pueblos como con la naturaleza misma.

La defensa de la Amazonía como punto de partida para la defensa del medio ambiente, de los aires y las aguas, de las sierras y los ríos, de los páramos y las llanuras, de los polos y los corales.

Parafraseando, Zizek señaló que “el hombre se imagina más fácil el fin de su especie, que un cambio radical en los modos de consumo”; y volviendo ligeramente sobre Marx, sin ser marxista, se argumenta que “el hombre es capaz de hacer cualquier cosa con tal que el capital le genere el 300 % de retorno”.

La “civilización Occidental Moderna”, que lleva casi cuatro siglos gestándose y desarrollándose, le ha declarado una guerra velada a la naturaleza, no solo es el capitalismo, es la industrialización misma.

Ésta nos garantizó aumentar la esperanza de vida y mejorar las condiciones de existencia a la inmensa mayoría de la humanidad, nos dotó de derechos individuales y colectivos, sobre todo de producción y consumo, entre otras cosas que sería imposible imaginar hoy nuestras vidas sin ellas, por eso hay que encontrar, o mejor, aplicar un equilibrio que garantice estándares de vida satisfactorios en lo social y posibilidad de recuperación de los ecosistemas en lo natural. Gandhi señaló el siglo pasado que “La tierra puede sostener las necesidades de todos, pero no los deseos de todos”.

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El Amazonas tiene potencial para albergar y sostener la vida, así como lo tienen los grandes bosques de América del Norte, como lo tiene la sábana del África subsahariana, como lo tienen las selvas del Sudeste Asiático, como tienen los extensos territorios de Rusia y China, y como lo tienen todas las aguas del planeta, y es menester cuidarlos a todos si queremos preservarnos.

Y la lucha contra las drogas es el ensamblaje de muchos de los puntos que incorporan los dos elementos anteriores. Entre 1840 y 1860 los imperios occidentales le declararon dos guerras a China, son las famosas Guerras del Opio.

Occidente, el centro, el Norte Global –como quieran llamarlo– se da cuenta que ha desarrollado una nueva estrategia de economía política: Dominar a partir de la persecución a las sustancias psicoactivas.

Mucho después, en el siglo XX vino la prohibición del alcohol en Estados Unidos generando mafias que aún hoy están vigentes, causando centenares de muertos y corrupción, y entendiendo que fue un fracaso, por eso se legalizaron de nuevo.

Sin embargo, en el reencauche de las Guerras del Opio, entre las décadas de 1970 y 1980, Estados Unidos declaró la actual guerra a las drogas, con especial énfasis a América Latina, el Norte de África y Medio Oriente (Afganistán es el primer productor de heroína del mundo, y durante la invasión de Estados Unidos a ese país, la producción aumentó 20 años continuos).

Los discursos construidos son hipócritas, moralistas, puritanos y falsos. La guerra contra las drogas no se perdió, aunque sea un fracaso.

Esta nunca ha estado cerca de ganarse, porque su objetivo no es reducir la producción o el consumo de las “sustancias prohibidas”, sino que su meta ha sido ejercer control y dominación sobre Estados del Sur-Global, y las clases políticas y élites de éstos para satisfacer intereses comerciales, vía de la política y de los recursos de públicos, y del medio ambiente.

Las políticas de interdicción, o la guerra contra las drogas, no es más que un negocio. Científicos, analistas y gente sensata de la sociedad civil aboga más por entender el asunto de las drogas como un problema de salud pública que como un problema de seguridad nacional y ciudadana.

Los estimados señalado por Petro ya son de manejo común entre quienes se dedican a investigar, indagar y realizar políticas públicas en estos temas.

La guerra, la crisis ambiental a partir de la industrialización y el consumo excesivo, y el fracaso de la lucha contra las drogas fueron los ejes de un discurso lleno de dignidad, de valentía, de frustración, de esperanza, de poesía y de evidencias empíricas.

Sin embargo, los medios de comunicación, con sus periodistas, los opinadores replicadores del statu quo, los políticos opositores que no dimensionan lo complejo e interrelacionado que están los fenómenos sociales, ambientales, políticos y económicos tildan al presidente de duro, de superficial, de mentiroso, de populista, de radical, de beligerante, de vehemente, de altanero y de grosero.

Y es que cuando ya no se agacha la cabeza, y se habla entre iguales, los que han estado a favor de quienes han detentado el poder señalan a esos “insubordinados” de igualados.

Gritar lo obvio se ha configurado de una ofensa a quienes quieren que solo veamos las sombras y no las imágenes que están ahí: los países industrializados son los que más contaminan y menos responsabilidad tienen frente a esto: son los mismos países que se han lucrado a partir de la expoliación de continentes enteros; son los mismos que declaran guerras impunes en contra de la naturaleza en función del capital; son los mismos que han empobrecidos a través de generaciones a millones de seres humanos.

Decirlo no es resentimiento, no es rencor, ni mucho menos venganza. Denunciarlo ante la palestra mundial es un acto de justicia y memoria que debería movilizar a esos poderes en pro de transformar las estructuras de explotación, desigualdad y empobrecimiento.

}La alarma de Petro, que es la misma que desde hace más de 30 años han prendido científicos de todas las disciplinas, activistas de todos los movimientos, y pueblos “invisibilizados, subalternizados, explotados, expoliados, ninguneados” de todas las latitudes, debe despertarnos puesto que el tiempo se está acabando, y vamos tarde.

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