Una de las políticas con las que espera el gobierno Petro romper la historia es la despenalización, total, de la droga. Regular el consumo le generaría millones de dólares en ganancias a un Estado en bancarrota, que busca arañar monedas en cualquier rincón que pueda encontrar. Así de raspada quedó la olla. Por eso hay nuevos emprendimientos, algunos venidos del Cauca, y afincados en Bogotá buscando la anhelada –y mentada- reinvención. En un país de camanduleros como este fumarse un porro todavía es un anatema. Comerse la yerba ya es algo cercano al canibalismo. Sin embargo en Estados Unidos, los mayores santurrones contra las sustancias sicoactivas, hace rato ya vende muy campante gomitas, papitas, snacks diversos para hacerte explotar la cabeza.
Existe un derecho a la alteración de la consciencia. Recuerden que, cuando eran niños, uno de sus primeros juegos era marearse dando vueltas sobre su propio eje. Esto no crea adicciones. Con un debido acompañamiento una persona puede saber si una dosis de THC, la sustancia sicoactiva que pone a volar a los marihuanos, puede convertirlo en un monstruo. El consumo de marihuana antes de los 18 años podría convertir en adicto a un muchacho. Si alguien sufre de esquizofrenia hasta una cerveza podría engolirar al más fuerte. Pero si estás sano y quieres pintar esa realidad aburrida, si quieres ver una película de David Lynch y abrir las puertas de la percepción, una golosina de THC puede ser la respuesta a la dicha estética plena.
En Colombia ya se pueden conseguir estos es snacks. Hay unos pelados del Cauca que se unieron con emprendedores rolos para lanzar Pugberto Green. Si tienen algún tipo de curiosidad lo buscan en Instagram:
Así que si quieren regresar a los mundos de Lewis Carroll, los estados mentales de Aldous Huxley, si quieren viajar con la música de Pink Floyd, hay vehículos para hacerlo. La realidad no es más que el mundo visible.