Pocos empresarios se atreven a poner en el mismo escenario al mismo artista, con el mismo espectáculo y un día detrás del otro. Coldplay llenó dos noches seguidas el Campín de Bogotá, septiembre 16 y 17, y muy seguramente lo hubiera llenado una tercera más. En Chile se presentarán cuatro días seguidos en el mismo estadio y en Argentina nueve. Esa osadía lo pueden hacer contadas bandas y Coldplay está en esa cortísima lista en la que está Metallica y The Rolling Stone.
La banda liderada por Chris Martin, creada en 1996 en los salones de la universidad pública de Londres, dejó extasiados a quienes estuvimos allí escuchándolos desde las nueve de la noche, cuando se subieron al escenario detrás de Camila Cabello, que sería injusto no decir que hizo muy bien su trabajo: dejar prendido al público con ganas de música.
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Camila Cabello, la Cenicienta de Disney, por sus raíces latinas, Cubana-mexicana, encantó no solo por sus interpretaciones de Señorita', 'Havana' y 'Así es la vida', que fueron cantadas a todo pulmón, sino por la camaradería que se trazó con los 40 mil que estábamos ahí. Se vistió de amarillo, se pintó los colores de la bandera de Colombia alrededor de sus ojos, y hasta habló paisa. Camila Cabello abrió por lo alto su Music of the spheres que está recorriendo el mundo entero.
El concierto de Coldplay, y no lo digo yo, que solo soy un aficionado más, dicho por expertos musicólogos –si la palabra cabe– será sin lugar a dudas el mejor espectáculo de 2022. Adentro algunos hablaban en corrillo y decían con orgullo que cada uno de los minutos de las dos o tres horas que hicieron fila a las afueras del Campín para poder entrar habían valido la pena y habían sido recompensados con el espectáculo que Chris Martin, Jon Buckland, Guy Berryman y Will Champion entregaron al público. Otros criticaban los mismo, pero al fin de cuentas todos salieron felices al final del evento.
Las puertas del Campín se abrieron a las 5 de la tarde. A los adolescentes se les notaba que iban por Camila Cabello. A los más viejos se nos notaba qué esperaríamos a Coldplay para cantar con ellos y a grito herido éxitos cómo Yellow, Paradis, The Scientist.
La logística, llevada a cabo en terreno por la empresa 911 y contratada por Ocesa, dueña del evento, y que fue tan criticada en la jornada del viernes, para la segunda presentación de la banda. Las filas, aunque largas, resultaron correr un poco más. Al parecer las críticas calaron en los cientos de operarios que estaban a cargo de los 40 mil asistentes.
Ya adentro las ganas de fiesta empezaron a ser más y más fuertes y los minutos para ver en la tarima a Coldplay se hacían eternos. El tiempo de mi reloj parecía no correr. La primera en hacer vibrar los parlantes fue Mabiland, una negra chocoana que con su rap invadido de sonidos interesantes, como el saxofón, la batería y los teclados electrónicos hizo que la espera fuese menos aburrida hasta la llegada de Camila Cabello quien con la llegada de la noche me hizo bailar y saltar con su voz, y su repertorio al que le mezcló ternura y sensualidad. Tarareé las conocidas y me gocé las demás. La sangre latina se le nota al mover su cuerpo.
Pero yo fui por Coldplay. Mi espera se acabó sobre las nueve de la noche. La noche ennegrecida con un cielo cargado de todas estrellas que mágicamente se fue abriendo durante la tarde y el pedazo de noche que ya se había consumido se partió en dos cuando las manillas que nos entregaron a la entrada del evento empezaron a parpadear anunciado la entrada de Chris Martin y sus músicos que aparecieron en la pantalla caminando desde sus camerinos con el intro de Higher Power, con la que abrieron el espectáculo que está en su más reciente trabajo titulado Music of the Spheres, que le dio nombre a la gira que los puso en el Campín de Bogotá.
Del concierto hay que decir que sin lugar a dudas, como lo dicen los musicólogos, va a ser el mejor concierto del año en Colombia. No porque la banda me guste, sino por el espectáculo que ofrecieron. El tercer tema que tocaron después de Adventure of a Lifetime, fue The Scientist, uno de sus clásicos que todos y cada uno de los que allí cantaron como pidiendo aquel perdón que en algún momento se pide.
Sin acordarme del orden luego vinieron Viva la Vida, Hymn for the Weekend, Paradise, Human Heart, People of the Pride, My Universe, A Sky Full of Stars. Y una canción con Manuel Turiso que no me sabía pero que igual me gocé porque ya estaba empalagado de la emoción y Turizo de quien poco conozco no me iba a dañar la noche, mi noche. Pero fue Yellow la que rompió los pulmones de más de uno, incluidos los míos. Fueron dos horas sin parar de cantar ni ellos ni los 40 mil que allí estábamos.
Las manillas brillaron toda la noche mientras los acordes y los golpes a la batería hacían la magia fue un toque único que Coldplay le dio a su gente. El querer que parte de la energía que se utilizó en el concierto fuese dada por la física con la ayuda y el esfuerzo de los asistentes, haciendo mover bicicletas o saltando en pisos especiales, energía cinética se llama, revalida el interés que la banda tiene con la conservación del planeta de la que Coldplay ha hablado y ha expuesto en algunas de sus canciones.
Pirotécnia, un sonido maravilloso, pantallas nítidas, juegos de luces fantásticas, manillas reciclables alumbrando distintos colores durante toda la noche y manejadas por ellos a control remoto, cantar al lado de niños sordos, desplazarse hasta la parte de atrás del escenario para que todos los pudieran ver un poquito más cerca y dos horas de Coldplay hicieron de esa noche una de las mejores para muchos, para unos 40 mil, donde estaba yo cumpliendo un sueño.